Caravana de camellos
LA DETENCI?N, en una redada en las capitales de provincia en las que mayor es la incidencia de la droga, de m¨¢s de 800 peque?os traficantes y consumidores, de los que-la mayor¨ªa se encuentra ya en libertad, puede considerarse como un intento de respuesta de los responsables de la seguridad ciudadana al clamor suscitado por la denuncia por parte de algunas asociaciones vecinales de la pasividad policial frente a la manifiesta actividad de los camellos. Pero tambi¨¦n puede entenderse que se trata de una simple operaci¨®n de imagen con vistas a las pr¨®ximas elecciones locales.Los denunciantes presentaron ante el Parlamento datos respecto a locales y encrucijadas callejeras en los que se vend¨ªan drogas en la m¨¢s absoluta impunidad, mientras que los compradores eran detenidos inmediatamente despu¨¦s. La redada, espectacularmente reproducida por la telivisi¨®n oficial, que sin duda fue avisada de lo que se iba a hacer, ser¨ªa la demostraci¨®n filmada de que tal pasividad no existe. Pero la cosa ha resultado demasiado artificial como para no pensar que en realidad'eran las im¨¢genes televisivas, y no los camellos mismos, el objetivo perseguido.
La lucha contra la drogadicci¨®n se mueve en Espa?a desde hace a?os entre la demagogia y la incompetencia. La convicci¨®n de que detr¨¢s de los peque?os camellos existen redes poderosas que facturan por miles de millones, que luego blanquean en negocios respetables, y a cuyas alturas raramente alcanzan las manos de la polic¨ªa, ha servido para que ciertas personas se resignen a admitir como inevitable la existencia de las peque?as redes de explotadores de la desgracia ajena. Peque?as redes que, de todas formas, manejan gran cantidad de dinero y que se benefician de esa inhibici¨®n de sectores influyentes en la opini¨®n p¨²blica. No se puede seguir con el argumento de que los verdaderos responsables son otros para dejar de acometer lo que es posible hacer contra quienes venden papelinas a las puertas de los colegios.
Ahora bien, la experiencia demuestra que la necesaria acci¨®n represiva contra los peque?os traficantes no sirve para disminuir la incidencia de esta plaga contempor¨¢nea si no va unida a una pol¨ªtica de mayor calado. Los enganchados por la hero¨ªna u otras drogas seguir¨¢n consumi¨¦ndolas, con o sin redadas. Y el anterior fiscal de la lucha contra la droga, Jim¨¦nez Villarejo, denunci¨® que es en el terreno de la prevenci¨®n donde la acci¨®n de las autoridades brilla por su ausencia, o en todo caso por su insuficiencia.
La presi¨®n social ha favorecido una cierta p¨¦rdida de orientaci¨®n en las prioridades a la hora de hacer frente al problema. La necesidad de presentar estad¨ªsticas brillantes en materia de detenciones, y de restar argumentos a la oposici¨®n, ha determinado que en la pr¨¢ctica se atienda prioritariamente, y casi podr¨ªa decirse que exclusivamente, al control -de "los escalones m¨¢s pr¨®ximos al consumidor" -seg¨²n la f¨®rmula de la Direcci¨®n General de la Seguridad del Estado-. Ello siempre permitir¨¢ realizar redadas retransmisibles por televisi¨®n cuando la excitaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, o la proximidad de elecciones, lo requiera. As¨ª, la demagog¨ªa de unos y la f¨¢cil buena conciencia de otros sirven para ir tapando la improvisaci¨®n, cuando no la simple incompetencia.
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