El banderillero Antonio Chac¨®n
Inaugurar la temporada taurina en Sevilla significa renovar anualmente el tributo de admiraci¨®n a su hermosa plaza de toros. Ese espl¨¦ndido edificio dieciochesco, de un austero barroco sevillano, mitad hacienda, mitad iglesia, se conserva por la corporaci¨®n propietaria -la Real Maestranza de Caballer¨ªa- con ejemplar y generoso celo. Por ello, tras seis meses de ausencia, los aficionados se sorprenden, a?o tras a?o, en la jornada inaugural, del marco inimitable donde se va a desarrollar el sacrificio primaveral.La corrida di¨® muy poco de s¨ª. Lo m¨¢s destacado, como podr¨¢n advertir por el t¨ªtulo, fue la actuaci¨®n del banderillero Antonio Chac¨®n, en el quinto toro, en sendos pares de banderillas, dej¨¢ndose ver y, clavando en el espacio de un duro. Merecieron los honores de la m¨²sica y el saludo desde el tercio. Al ser ello lo m¨¢s relevante, es obvio que la actuaci¨®n de los tres diestros, aunque desigual, fue anodina cuando no vergonzante.
Torrealta / Romero, J
A. Campuzano, P. L. V¨¢zquezToros de Torrealta, de aceptable presentaci¨®n, blandos y nobles. Curro Romero: pinchazo y tres descabellos (pitos); un sablazo (bronca); Jos¨¦ Antonio Campuzano: estocada corta (ovaci¨®n); dos pinchazos y estocada (ovaci¨®n). Pepe Luis V¨¢zquez: media estocada (palmas); pinchazo, bajonazo y descabello (silencio). Casi lleno. Plaza de la Maestranza, 19 de abril.
Curro Romero tuvo, una vez m¨¢s, una tarde llena de desconfianza y de falta de profesionalidad. Su incuria se puso de manifiesto hasta en el ins¨®lito caso de que a un director de lidia haya el p¨²blico de reconvenirle en los dos toros de un compa?ero por no situarse en el tercio de banderillas reglamentariamente. Con esa desgana se ha enfrentado a sus dos toros, perfectamente toreables ambos. Trapazos, carreras y descomposturas resumen su quehacer. Ha matado siempre fuera de cacho, con el brazo en el reloj, y el respetable, en ambos, se enfad¨® con la mesura que lo hace el p¨²blico sevillano. Jose Antonio Campuzano no pudo torear a su primero por haberse roto un pit¨®n por la mazorca, pidi¨¦ndole el p¨²blico, por evidentes razones zoof¨ªlicas, que lo matara. En su segundo estuvo gris y su voluntad no bast¨® para centrarse con su enemigo.
Pepe Luis V¨¢zquez nos hizo concebir esperanzas en una serie con la derecha de magn¨ªfica factura, sin posterior continuidad, pues el toro pegajoso le impidi¨®, dada su feble decisi¨®n, continuar con ¨¦xito la faena. En el sexto es dificil saber si fue mayor la indolencia del diestro o la soser¨ªa del toro. Inauguraci¨®n desabrida. En el recuerdo, la arquitectura de la plaza y los dos pares de Chac¨®n.
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