Menoreros
La vuelta a Nabokov decretada por Jorge Herralde desde Anagrama empieza a tener sus consecuencias nacionales. Resucita el menorero despu¨¦s de una larga temporada de hibernaci¨®n. Reaparecen los inequ¨ªvocos s¨ªntomas del temible virus del lolitismo como enfermedad senil del posmodernismo municipal cuando ya cre¨ªamos que el sarampi¨®n estaba definitivamente enterrado en los campus de mayo. Y lo que es m¨¢s curioso, cuando en los escaparates y las pantallas irrumpe el sexy treinta?ero mientras se deval¨²a el eros quincea?ero. Ah¨ª est¨¢n Kim Bassinger, Kathleen Turner, Jessica Lange, Sibyll Shepherd y dem¨¢s damas muy damascenas, rubias armas de fino temple y hermosas aguas adultas, tan adulterinas.Pero los menoreros del momento no se agitan por ley sexual, sino por legitimaci¨®n intelectual. Su lujuria es menos nabokoviana que marcusiana. Es un lolitismo m¨¢s pr¨®ximo del profesor Herbert que del profesor Humbert. Viudos de aquellas ideolog¨ªas gigantescas, argumentaciones may¨²sculas y teor¨ªas grandes, desv¨ªan sus atenciones y caricias intelectuales hacia los peque?itos. Tiene su l¨®gica. Como ya no pueden filosofar, se dedican a ninfular.
Halagan con impudicia los bajos instintos adolescentes, aunque esas algarab¨ªas callejeras y ritos juveniles que con tanto entusiasmo ensalzan en sus escrituras y frecuencias moduladas seniles implican la disoluci¨®n fulminante de esas prosas halagadoras. Se colocan delante de las manifestaciones quincea?eras para no perder el tren del futuro, excitados por esa nueva energ¨ªa social que cambiar¨¢ el curso de los acontecimientos, pero cuando la comitiva llega a su destino y miran hacia atr¨¢s, esperando contemplar el gran espect¨¢culo de la historia en acci¨®n, s¨®lo encuentran las ruinas de la manifestaci¨®n. Ni rastro de la historia. Elevan las masas adolescentes a categor¨ªa de musas culturales y pol¨ªticas, pero las perversas Lolitas no s¨®lo se cansan muy pronto de los menoreros, sino que se casan a la menor oportunidad con funcionarios del Estado.
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