La afirmaci¨®n democr¨¢tica
Francisco Garc¨ªa Calder¨®n, conocido publicista peruano, en un libro titulado Las democracias latinas de Am¨¦rica, anuncia el fin definitivo del militarismo en el hemisferio occidental. La modernizaci¨®n social y econ¨®mica habr¨ªan llegado tambi¨¦n a las fuerzas armadas y ¨¦stas, una vez profesionalizadas, dejar¨ªan de ser presa f¨¢cil para las ambiciones pol¨ªticas de las fracciones. Dato significativo: este libro, que trata del restablecimiento de la democracia en Am¨¦rica Latina, de la modernizaci¨®n de sus estructuras sociales y econ¨®micas y, como resultado principal de este proceso, del control civil de los ej¨¦rcitos nacionales, se public¨® en Par¨ªs en 1912. Con la experiencia hist¨®rica acumulada, nadie en Am¨¦rica Latina se atreve a proclamar a la ligera la desaparici¨®n del militarismo. Puede rebrotar en cualquier pa¨ªs y en cualquier momento, y aunque el ¨²ltimo cuartelazo argentino ofrezca caracteres muy peculiares, as¨ª y todo sirve para que no perdamos de vista verdad tan obvia.La alternancia de Gobiernos civiles constitucionales y de Gobiernos militares de facto es una constante en la vida pol¨ªtica latinoamericana que no porque hayamos proclamado repetidas veces su final -cada restauraci¨®n de la democracia se presenta naturalmente como definitiva- puede darse por cancelada. Pero al error de pregonar precipitadamente el fin de este c¨ªrculo diab¨®lico no debe a?adirse el mucho m¨¢s grave de suponer inexistente siglo y medio de historia, recurriendo a una misma explicaci¨®n para dar cuenta de un fen¨®meno que como el militarismo s¨®lo es uno en el grado mayor de abstracci¨®n. Ni el militarismo presenta los mismos rasgos a lo largo de estos dos ¨²ltimos siglos ni, desde luego, responde a las mismas causas.
Caben explicaciones globales para dar cuenta de las deficiencias cong¨¦nitas de los sistemas pol¨ªticos latinoamericanos: aquellas que hacen referencia a factores internos (superposici¨®n de culturas y de etnias sin una integraci¨®n social homog¨¦nea, formas coloniales de dominaci¨®n, ausencia -o por lo menos debilidad- de los valores, mentalidades y formas de vida propios de la modernidad) y a factores externos (modo dependiente de insertaci¨®n en el mercado capitalista mundial, inclusi¨®n en la zona de influencia de una gran potencia), pero comprender las intervenciones peri¨®dicas de los militares en el escenario pol¨ªtico latinoamericano exige adem¨¢s explicaciones particulares que muestren la especificidad de cada forma de aparici¨®n. No es lo mismo dar cuenta del "caudillismo militar" que surge del "vac¨ªo pol¨ªtico" que sigue a las guerras de independencia y que est¨¢ en relaci¨®n con el proceso de dispersi¨®n del poder y de ruralizaci¨®n de la vida econ¨®mica que impone el "sistema de hacienda", que del "militarismo tradicional", que surge ya en nuestro siglo, despu¨¦s de la modernizaci¨®n de los ej¨¦rcitos latinoamericanos, a finales del anterior.
S¨®lo en parte corresponde ya este tipo tradicional de militarismo con el que domina en Argentina durante la llamada "d¨¦cada infame" de los treinta, y desde luego quiebra con el peronismo, que supone ya un modelo distinto que convendr¨ªa denominar populismo militar. En efecto, el l¨ªder pretende perpetuar su dictadura estableciendo junto al Ej¨¦rcito un movimiento de masas subsidiario que, pese a estar movilizado y controlado desde el poder, signific¨® una aut¨¦ntica revoluci¨®n al dar la impresi¨®n, por falaz que fuere, de que los sectores populares participaban al fin en la vida pol¨ªtica de un pa¨ªs latinoamericano. Movilizaci¨®n popular que no ha cesado de constituir un potencial disponible en la vida pol¨ªtica argentina: las masas que en la Plaza de Mayo vitoreaban a Per¨®n aclaman a los generales que han desencadenado la guerra de las Malvinas o al presidente Alfons¨ªn, que ha sabido dar cara al cuartelazo.
No es la ¨²nica herencia del peronismo. Sostenido sobre estos dos pilares, el Ej¨¦rcito y un movimiento de masas controlado, se puso en marcha una pol¨ªtica de industrializaci¨®n, subsidiada por el Estado, que ha pervertido tanto al empresariado como a la clase trabajadora y sobre cuyas consecuencias todav¨ªa no se ha repuesto Argentina, sin lograr hasta ahora encontrar una pol¨ªtica de recambio.
A finales de los cincuenta era un dogma de la sociolog¨ªa norteamericana entonces imperante que el desarrollo de los sectores medios constitu¨ªa el mejor garante para la consolidaci¨®n de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos. En la segunda mitad de los sesenta se configura un nuevo tipo de militarismo que podr¨ªamos calificar de "tecnocr¨¢tico", que cuenta precisamente con el apoyo decidido de las clases medias, al menos en sus or¨ªgenes. En funci¨®n de una ampl¨ªsima concepci¨®n de la seguridad nacional, las fuerzas armadas presentan un proyecto ambicioso de modernizaci¨®n de las estructuras econ¨®micas y sociales dentro de los par¨¢metros del capitalismo m¨¢s ortodoxo. Misi¨®n del Ej¨¦rcito ser¨ªa eliminar estructuras desfasadas y canalizar una pol¨ªtica eficaz de desarrollo y de modernizaci¨®n. Frente al "populismo militar", este nuevo tipo de militarismo se caracteriza tanto por la desconfianza ante cualquier liderazgo personal que pretenda independizarse de la instituci¨®n militar como por su aversi¨®n a las ideolog¨ªas, a los pol¨ªticos, a los partidos, a todas las organizaciones populares. El Ej¨¦rcito se erige en la ¨²nica conciencia limpia de la naci¨®n, elite profesional de honrados patriotas capaz de llevar adelante una pol¨ªtica t¨¦cnicamente correcta.
Al monopolizar en su primera fase de Gobierno militar (1966-1973) los principios capitalistas de gesti¨®n econ¨®mica y social, la oposici¨®n tiende a buscar una alternativa no s¨®lo pol¨ªtica del r¨¦gimen establecido. Las ambig¨¹edades y contradicciones del peronismo permiten una lectura fascistoide o una revolucionaria anticapitalista, escisi¨®n que, por surgir en las filas del peronismo, impide una consolidaci¨®n de la democracia en esta primera singladura. La segunda fase de Gobierno militar (1976-1982) lleva hasta la caricatura el liberalismo econ¨®mico, a la vez que la represi¨®n alcanza cuotas hasta entonces desconocidas. En las condiciones del subdesarrollo, el liberalismo econ¨®mico m¨¢s consecuente suele combinarse con el desprecio absoluto de las libertades y los derechos humanos. No se trata de describir una vez m¨¢s lo ocurrido; simplemente recordar que el r¨¦gimen militar cont¨® en su origen con un amplio apoyo social y que, pese a la experiencia vivida, bast¨® la descabellada aventura de las Malvinas para recobrar en un santiam¨¦n la popularidad perdida. Importa no olvidar que Argentina recuper¨® en 1982 la democracia porque una dama inglesa se cruz¨® en los designios de los generales. El r¨¦gimen militar argentino cay¨® a causa de una guerra perdida, lo que no ha de dejar de tener consecuencias para largo.
El restablecimiento de la democracia en 1982, al ser el resultado del desmoronamiento del r¨¦gimen militar y no de la lucha de una oposici¨®n que hab¨ªa sido liquidada fisicamente o mandada al exilio, ofrece algunos caracteres nuevos que dan pie para la esperanza. De repente el pueblo argentino, sin proyecto alguno para el futuro, se encontr¨® entre las manos con el destino de su pa¨ªs. Despu¨¦s de las experiencias tenidas con el peronismo y con los militares, el argentino ha hecho suyo el famoso dicho: "la democracia es el peor de los reg¨ªmenes, con la excepci¨®n de todos los dem¨¢s". Decisivo para el desarrollo de la democracia es no vincularla con expectativas desmesuradas. La democracia ha dejado de asociarse en Argentina con un nuevo sistema econ¨®mico, en principio m¨¢s justo y m¨¢s humano que el existente, con la eclosi¨®n cultural del hombre nuevo, con el perfeccionamiento continuo en marcha hacia la utop¨ªa. Se empieza, en cambio, a valorar la democracia por lo que es: un sistema de derechos y de libertades que permite la convivencia pac¨ªfica gracias a la soluci¨®n de los conflictos por medio de la negociaci¨®n y del compromiso. El pueblo argentino se ha convertido a la democracia por empacho y desencanto de cualquier otro r¨¦gimen alternativo. No es mal comienzo para que acabe echando ra¨ªces.
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