?Queremos contener la epidemia del SIDA?
El s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) constituye un verdadero azote en determinadas ¨¢reas geogr¨¢ficas. En EE UU -pa¨ªs donde este s¨ªndrome fue detectado por primera vez- se han diagnosticado 30.000 casos y se ha calculado que en el a?o 1991 existir¨¢n otros 250.000 m¨¢s. El n¨²mero de varones fallecidos debido al SIDA en San Francisco (California) es mayor que el provocado por las dos guerras mundiales, la guerra de Corea y la guerra de Vietnam juntas en dicha ciudad.Si adem¨¢s de estas cifras alarmantes consideramos las especiales caracter¨ªsticas de esta enfermedad, se comprender¨¢ su impacto no tan s¨®lo en el ¨¢mbito sanitario, sino en toda la sociedad. As¨ª se explica la enorme repercusi¨®n que la aparici¨®n de esta nueva entidad patol¨®gica, de origen infeccioso -y, por tanto, transmisible-, ha tenido en las poblaciones afectadas, en la comunidad cient¨ªfica y en los medios de comunicaci¨®n. No me cabe duda de que en un futuro se hablar¨¢ de un mundo pret¨¦rito y feliz que no conoc¨ªa el SIDA.
?Cu¨¢l es la situaci¨®n en nuestro pa¨ªs? ?Est¨¢ justificada la atenci¨®n continua que manifiestan los medios de comunicaci¨®n por el s¨ªndrome? ?Estamos realmente amenazados los espa?oles por el SIDA?
Hasta abril del presente a?o, y desde la aparici¨®n del primer caso, se han diagnosticado 357 enfermos con SIDA, de los cuales han fallecido 219 (61%). A todas luces, estas cifras pueden parecer insignificantes si las comparamos con las de EE UU o con las 140 personas que murieron en las carreteras espa?olas durante la pasada Semana Santa. Sin embargo, al analizar estos datos detenidamente podremos constatar dos hechos. Primero: aunque el n¨²mero absoluto de enfermos es relativamente peque?o, ¨¦ste aumenta r¨¢pidamente, duplic¨¢ndose en menos de seis meses. Un crecimiento semejante tuvo lugar en EE UU en los primeros a?os despu¨¦s de detectarse el s¨ªndrome, pero este aumento se ha reducido de forma significativa posteriormente. Segundo: a diferencia de todos los dem¨¢s pa¨ªses occidentales (excepto Italia) en los que se han detectado enfermos con SIDA, el grupo social que aporta proporcionalmente un mayor n¨²mero de enfermos es el de los adictos al consumo de drogas ilegales por v¨ªa endovenosa.
De todo lo expuesto podemos deducir lo siguiente: no parece que haya tenido demasiado impacto el hecho de que los primeros casos afectados del s¨ªndrome aparecieran en Espa?a con varios a?os de retraso respecto a otras ¨¢reas geogr¨¢ficas, cuando ya se conoc¨ªan diversas caracter¨ªsticas epidemiol¨®gicas que indicaban las formas de contagio; por otra parte, es evidente que en el momento actual, si deseamos controlar la epidemia del SIDA en nuestro pa¨ªs, nuestra atenci¨®n deber¨¢ dirigirse especialmente al grupo de drogadictos.
A falta de m¨¦todos preventivos y terap¨¦uticos espec¨ªficos del SIDA, las intervenciones sanitarias encaminadas a limitar el n¨²mero de personas infectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) -el agente causante del s¨ªndrome- deber¨¢n ir dirigidas a cambiar el comportamiento arriesgado de determinadas personas. Esto es especialmente dif¨ªcil, debido a sus especiales caracter¨ªsticas y por su condici¨®n de ilegalidad, en el caso de los drogadictos.
Medidas represivas
Las medidas represivas adoptadas en la mayor¨ªa de pa¨ªses para hacer frente a la drogadicci¨®n no s¨®lo no han disminuido el n¨²mero de consumidores, sino que son las responsables de gran n¨²mero de enfermedades que padecen estas personas.
Ante un problema de tanta gravedad como es el SIDA deber¨ªamos preguntarnos si realmente nos importa la salud de los drogadictos o si meramente nos limitamos a adoptar posturas estereotipadas, ya sea por simple reflejo o porque nos vengan impuestas por otros. Algunos admitir¨¢n con toda sinceridad que muy poco les importa el destino de los drogadictos y que all¨¢ ellos, que es su problema y que bien merecido lo tienen. A ¨¦stos habr¨ªa que preguntarles entonces si les preocupa su propia salud. No es infrecuente que, para costearse su h¨¢bito, las drogadictas ejerzan la prostituci¨®n, y se ha establecido que el 80% de los hombres ha tenido contacto con ellas. Existen estudios serol¨®gicos efectuados en Espa?a que indican que m¨¢s del 50% de los drogadictos y un 25% de las prostitutas podr¨ªan estar ya infectados por el VIH.
?Qu¨¦ medidas deber¨ªan adoptarse para combatir el SIDA? La primera, ya adoptada, ha sido obligar a analizar toda la sangre y sus derivados que ser¨¢n utilizados en transfusiones y hemoterapia, descartando los productos con anticuerpos anti-VIH; as¨ª se eliminar¨¢ el contagio por esta v¨ªa.
Otras medidas adoptadas son la informaci¨®n a la poblaci¨®n mediante material educativo, campa?as de publicidad, charlas, conferencias, etc¨¦tera.
Todo esto est¨¢ muy bien, pero no es suficiente, y mucho me temo -desear¨ªa equivocarme- que no tendr¨¢ un efecto significativo sobre quienes en Espa?a constituyen el centro del problema: los drogadictos y, en un futuro cercano, las prostitutas. De no incidir r¨¢pidamente sobre determinadas formas de comportamiento de estos colectivos corremos el riesgo de que la epidemiolog¨ªa del SIDA en Espa?a se tropicalice y se asemeje cada d¨ªa m¨¢s a la de determinados pa¨ªses centroafricanos e islas caribe?as. Es decir, una prevalencia alta del virus en la poblaci¨®n y su transmisi¨®n principalmente a trav¨¦s del contacto heterosexual; ello determina un gran n¨²mero de enfermos con SIDA. A medida que se extienda la infecci¨®n ser¨¢ completamente in¨²til hablar de personas pertenecientes a grupos con un elevado riesgo de contraer el s¨ªndrome: todo aquel que no mantenga una relaci¨®n exclusivamente mon¨®gama con una persona no portadora del VIH podr¨¢ contraer la infecci¨®n.
Consumo de drogas
El consumo de drogas ilegales es un problema extraordinariamente complejo. El encararlo ¨²nicamente desde el punto de vista sanitario -¨²ltimo eslab¨®n de una larga cadena- es insuficiente y a menudo totalmente in¨²til, especialmente si tenemos en cuenta que la mayor¨ªa de las otras actuaciones sociales que pretenden su soluci¨®n son altamente pat¨®genas. Algo parecido podr¨ªamos afirmar acerca de la prostituci¨®n. Si queremos, pues, contener la infecci¨®n por el VIH, provocadora del SIDA, que se est¨¢ extendiendo r¨¢pidamente en estos grupos, deberemos adoptar un enfoque multidisciplinario. Es, en este aspecto, ilustrador el ejemplo de la ciudad de Amsterdam. Una actitud m¨¢s abierta y menos represora de sus autoridades ha permitido la distribuci¨®n de jeringuillas a los drogadictos y de preservativos a las prostitutas, instaurar programas terap¨¦uticos y de reinserci¨®n social, y, sobre todo, un acercamiento al medio del drogadicto y una colaboraci¨®n m¨¢s eficaz y menos represora por parte de la polic¨ªa y de las autoridades judiciales. La puesta en marcha de estas medidas no se ha visto acompa?ada de un aumento en el n¨²mero de drogadictos y la prevalencia del VIH se ha mantenido en niveles muy bajos (menos del 10%).
No nos enga?emos: mientras la drogadicci¨®n y la prostituci¨®n generen tan s¨®lo respuestas represoras, la distribuci¨®n de folletos de educaci¨®n sanitaria y las campa?as de publicidad sobre c¨®mo evitar el SIDA no constituir¨¢n m¨¢s que una forma m¨¢s o menos disimulada de mantener la cabeza bajo el ala.
La soluci¨®n no es f¨¢cil; pero, de no aplicarla r¨¢pidamente, la amenaza que se cerner¨¢ sobre todos nosotros ser¨¢ enorme.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.