Labordeta 'mola'

Cuando estaba a punto de finalizar el recital con el qu¨¦ Jos¨¦ Antonio Labordeta abr¨ªa las fiestas isidriles en la Plaza Mayor, un espectador -joven conocido de acontecimientos similares- se acerc¨® al cronista para adelantarle un juicio tan breve como acertado: "Labordeta mola, colega, a ver si lo- dices nia?ana". Una vez cumplido el encargo, queda en el aire una pregunta pertinente: ?qu¨¦ es lo que tiene este aragon¨¦s cincuent¨®n, cachazudo, de inequ¨ªvoca coherencia .est¨¦tica y pol¨ªtica, autor de canciones tan fuera de la ordodoxia posmoderna, antidivo por principios, para molar por igual a los miles de quincea?eros, veintea?eras y talludos veteranos de otras guerras que abarrotaban la hist¨®rica plaza hasta el trabuco de Luis Candelas?En primer lugar, sus canciones. Canciones que unen la simplicidad -que no simpleza- formal a una tem¨¢tica que se ha ido ampliado con el tiempo hasta abarcar el -conjunto de circunstancias, sensaciones e ideas que caracterizan a toda persona de hoy. Pero tambi¨¦n, esa imagen que da de padre, maestro y colega, capaz de abrir horizontes de comprensi¨®n sin dogmatismos con la ligereza de quien cuenta un chascarrillo y la hondura de quien ve m¨¢s all¨¢ de las verdades como pu?os que canta.

Sabedor de la ambig¨¹edad que encierran las palabras, comenz¨® el recital con una canci¨®n a ellas dedicada, y sigui¨® narrando historias tiernas y terribles y reflexionando con distanciamiento y rigor sobre los avatares del vivir. El entusiasmo del p¨²blico -que canto, ba?¨®, se divirti¨® y acab¨® exigiendo cinco bisesmarc¨® el ¨¦xito de un artista que, por ser de siempre, cada vez es m¨¢s de ahora mismo.