Entre la geograf¨ªa y la literatura
Volvi¨® a los ciclos de, Iberm¨²sica la Acaderny of Saint Martin in the Fields, y esta vez estuvo de nuevo en su primer atril, haciendo sonar su maravilloso Guadagnini piecentino de 1740, la gran Iona Brown. Cuando esta violinista encabeza la formaci¨®n londinense todo parece cobrar unam¨¢xima vitalidad, una arrolladora continuidad y una palpitaci¨®n l¨ªteralmente irresistible.Como los instrumentalistas brit¨¢nicos son profesionales de primera categor¨ªa, nos fue dada la experiencia de una tarde musical excelente. Brava la Brown y bravos los componentes de la Academy, grupo que ha sobrepasado ya sus bodas de plata.
El programa era, sobre interesante, at¨ªpico: tras el emblem¨¢tico Divertimento en re del Mozart dieciseisa?ero y salzburgu¨¦s, la versi¨®n orquestal de dos sextetos, separados en el tiempo por nueve a?os y en la est¨¦tica por muchos m¨¢s: Recuerdos de Porencia (1890), de Chaikovski, y La noche transfigurada (1899), de Sch?nberg.
Ciclo Grandes Orquestas del Mundo
Academy of Saint Martin in the Fields. Direcci¨®n: Iona Brown. Obras de Mozart, Sch?nberg y Chaikovski. Teatro Real, Madrid, 9 de mayo.
Si los Recuerdos de Florencia constituyen una m¨²sica intimista que evoca la admirada ciudad toscana desde el yo chaikovskiano movido por las impresiones recibidas, La muerte transfigurada se sit¨²a en el cruce del posromanticismo y el expresionismo en su objetiva paralelizaci¨®n musical del poema de Richard Dehmel.
Sobre el mismo objeto tratado una ciudad, un poema triunfa el sujeto creador. As¨ª, en Chaikovski estamos ante una pieza caracterizadamente rusa, aunque exista en algunos trozos un melos italianizante, situable entre la serenata y una sinfon¨ªa para arcos. La tonalidad expresiva de La noche transfigurada es ya cualificadamente sch?nbergiana, aun cuando m¨¢s tarde mudasen los procedimientos, el sistema y el lenguaje mucho m¨¢s que la sustancia. Al fondo late un ¨²ltimo impulso tristanesco, pero tambi¨¦n un algo brahmsiano, en el que lo l¨ªrico se toma patetismo desolado.
Escuchamos unas versiones absolutamente perfectas de todas las obras, y si quiz¨¢ el Divertimento fue entendido desde un punto de vista m¨¢s ochocentista que en su estilo dieciochesco, Chaikovski y Sch?nberg sonaron con tal fuerza y claridad que, por una vez, la ausencia del sexteto desnudo, para el que nacieron ambas partituras, se evidenci¨® en m¨ªnimo grado.
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