McFarlane afirma en el Congreso que Reagan aprob¨® personalmente la ayuda a la 'contra'
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Un Robert McFarlane contrito, lleno de remordimientos y "angustiado", pero afirmando que s¨®lo cumpli¨® ¨®rdenes superiores, confirm¨® ayer en el Congreso lo que todo el mundo esperaba. Fue Ronald Reagan, personalmente, quien, a principios de 1985, orden¨® a su Consejero de Seguridad Nacional que los contras tuvieran toda la ayuda necesaria, que hab¨ªa sido prohibida por el Congreso, para que hicieran su trabajo: intentar derrocar a los sandinistas.
El esc¨¢ndalo m¨¢s grave de la era Reagan no fue el producto de la actuaci¨®n incontrolada de unos subordinados incompetentes. McFarlane, consejero de Seguridad Nacional de octubre de 1983 a noviembre de 1985, abri¨® la segunda semana de investigaci¨®n parlamentaria del Irangate. Afirm¨® que el presidente le expreso, por escrito, su "satisfacci¨®n y agrado" por las donaciones de pa¨ªses extranjeros a los contras, cuando el Congreso hab¨ªa prohibido la ayuda norteamericana a los rebeldes. Esto ocurri¨® despu¨¦s de que McFarlane le pasara una nota a Reagan dici¨¦ndole que el embajador de Arabia Saud¨ª prometiera realizar entregas mensuales de un mill¨®n de d¨®lares a los contras.McFarlane, en ocasiones con los ojos humedecidos y ofreciendo una imagen inc¨®moda de v¨ªctima, implic¨® a¨²n m¨¢s al presidente en esta "triste y s¨®rdida" historia al afirmar que Reagan intercedi¨® en una ocasi¨®n ante el gobierno de Honduras para que liberara un cargamento de la operaci¨®n secreta de ayuda a la contra. Pero la disciplina de este oficial de la Academia Naval de Annapolis no le llevo a denunciar que Oliver North planeaba destruir documentos relacionados con el caso o el desv¨ªo, que conoc¨ªa aunque ya no estuviera en el Gobierno, de fondos a la contra.
El apoyo del presidente a los contras ha sido "firme, constante y p¨²blico", pero nunca ha solicitado "a su equipo o a ninguna otra persona" el env¨ªo de ayuda ilegal a los rebeldes antisandinistas, dijo ayer el portavoz de la Casa Blanca nada m¨¢s conocerse las declaraciones de McFarlane. Por primera vez, desde que el pasado noviembre estall¨® el Irangate, uno de sus principales protagonistas revela, bajo juramento y en p¨²blico, que la guerra privada de la contra no era tal, sino una operaci¨®n ordenada por el presidente de Estados Unidos.
Los Poindexter, McFarlane y Norths cumpl¨ªan un deseo muy sentido de su comandante en jefe. Tambi¨¦n es cierto que Reagan expres¨® un deseo muy general: "Que no les falte nada a los contras", a los que considera "luchadores de la libertad" y equipara con los padres fundadores de Estados Unidos. Y, de creer a McFarlane, el presidente no orden¨® violar la ley para cumplir el objetivo marcado. Resulta dif¨ªcil comprender, sin embargo, como pod¨ªa continuar apoyando a los antisandinistas, con una prohibici¨®n expresa del Parlamento, sin saltarse la legalidad.
La tarea, que el presidente expreso que deb¨ªa ser temporal, hasta que el Congreso volviera a dar luz verde a la ayuda a los antisandinistas, recay¨® en el Consejo de Seguridad Nacional, porque, seg¨²n explic¨® McFarlane ante los comit¨¦s investigadores del Congreso, "no era pr¨¢ctico para la CIA (Agencia Central de Inteligencia norteamericana) o el Pent¨¢gono realizar esta misi¨®n, debido a las limitaciones impuestas por el Congreso, y el Departamento de Estado no quer¨ªa saber, nada de operaciones encubiertas".
Aunque el efecto pol¨ªtico de la declaraci¨®n de McFarlane, por esperada, no ser¨¢ muy fuerte, s¨ª confirma lo que m¨¢s de la mitad de los norteamericanos sospechaban: el presidente sab¨ªa mucho m¨¢s de lo que ha dicho hasta ahora y ha estado mintiendo.
Un nuevo frente de esc¨¢ndalo se abri¨® ayer para la Administraci¨®n, al margen del Irangate. El ministro de Justicia, Edwin Meese, se vi¨® obligado a solicitar un fiscal especial que le investigue a ¨¦l mismo por su participaci¨®n, presuntamente ilegal, en ayudar a conseguir un contrato con el Gobierno a una empresa de Nueva York.
Defensa de North
McFarlane -que el pasado febrero trat¨® de suicidarse con Valium por considerarse personalmente responsable de la crisis-, declar¨® ayer que orden¨® a Oliver North que operara "dentro de la ley" y no "solicitara, en ning¨²n caso, dinero para los contras". McFarlane defendi¨® la capacidad profesional de North, como hombre de acci¨®n capaz de conseguir que las cosas se realizaran. Su admiraci¨®n por este teniente coronel le llev¨® a decir, seg¨²n los documentos de la comisi¨®n Tower (designada por Reagan para investigar el Irangate) que, si los americanos supieran lo que este Rambo estaba haciendo por el pa¨ªs, "le deb¨ªan nombrar secretario de Estado".
McFarlane, un marino de profesi¨®n, marine en Vietnam, y admirador y disc¨ªpulo de Henry Kissinger, defendi¨® que ejecut¨® los "deseos" del presidente. Se trataba de asegurar a los contras -a quienes en esa ¨¦poca McFarlane consideraba pol¨ªtica y militarmente ineficaces-, "el cont¨ªnuo apoyo de la Administraci¨®n".
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