Sutileza y contundencia

A primera vista podr¨ªa parecer un contrasentido que una orquesta americana ofreciese en un programa de gira toda una primera parte dedicada a Ravel, cuyo estilo impresionista requiere unas sutilezas impropias de las rotundidades del otro lado del Atl¨¢ntico. No ha sido as¨ª ni mucho menos, a tenor de los resultados alcanzados, que caben considerarse como extraordinarios en el caso de Ma mere l'oye.En la partitura de car¨¢cter infantil que inicialmente escribiese Ravel para piano a cuatro manos dedicada a los hijos de su amigo Godebski, y que m¨¢s tarde orquestase, existe un encantamiento de principio a fin que Previn supo mantener.

El director, Andr¨¦ Previn, logr¨® conservar una atenci¨®n constante del auditorio mediante una coherente visi¨®n global con profusi¨®n de detalles en los segundos planos, como esos murmullos del bosque y sus bestias en Pulgarcito.

La sutileza de la composici¨®n hizo que el p¨²blico se decantase mucho m¨¢s en su aplauso por La valse y la Primera sinfon¨ªa de Elgar. Sin embargo, y a fuerza de buscar defectos, en La valse se marc¨® en exceso la danza, contraviniendo un poco ese encabezamiento de la partitura que reza: "A trav¨¦s de grietas que se entreabren en la arremolinada neblina, se ve en ella la presencia de parejas danzando el vals. La nubes se disipan gradualmente y se abren a una gran sala de baile repleta de multitud...". Previn prest¨® m¨¢s entusiasmo a este ¨²ltimo tiempo.

La versi¨®n de la primera de las dos sinfon¨ªas de Elgar interpretada por la orquesta invitada merece la pena ser escuchada, aunque muchos hubi¨¦ramos preferido o¨ªr otra obra a la Filarm¨®nica de Los ?ngeles.