El pecado de Hart
El puritanismo, o cobard¨ªa moral, acaba mostrando tarde o temprano sus estrechos e indisolubles v¨ªnculos con la hipocres¨ªa. Tenemos varios, frescos y od¨®riferos ejemplos.En Estados Unidos, un pol¨ªtico profesional acaba, de ver truncada su aspiraci¨®n a alcanzar la presidencia porque se ha descubierto que jode sin las pertinentes bendiciones estatales.
Los profesionales del m¨¢s l¨²dico periodismo, ajenos en conciencia a cualquier caza de brujas (en su conciencia), encuentran que las jodiendas de un aspirante a tan alto cargo son motivo de vigilancia, persecuci¨®n y denuncia en portada con foto de la carne que le llev¨® al pecado. En p¨¢ginas interiores hacen sesudos an¨¢lisis sobre el mayor o menor avance del puritanismo entre las masas.
En Francia, el Gobierno de la Rep¨²blica decide que debe vigilar las lecturas y visiones de sus s¨²bditos. Para demostrar que tiene motivos organiza una muestra de porquer¨ªas perseguibles a la que s¨®lo se puede acudir provisto de la correspondiente invitaci¨®n.
Los censores siguen reclamando la exclusividad para el chapoteo en las ci¨¦nagas de la obscenidad.
En el Pa¨ªs Vasco, una jaur¨ªa de p¨¢jaros carro?eros advierte sobre la diferencia pol¨ªtica que hay entre tirar c¨®cteles molotov contra militantes de otros partidos, que nunca se sabe ad¨®nde puede llevar, y dejar bombas en la calle.
En Espa?a, el Gobierno finge desconocer la diferencia entre unas drogas y otras, entre un traficante al por mayor, un camello m¨¢s o menos ocasional y un consumidor, y finalmente entre un pueblo soberano y una camada de menores de edad a los que hay que proteger de s¨ª mismos, y va y organiza un show entre su polic¨ªa y su televisi¨®n que sacar¨ªa los colores hasta al cad¨¢ver del m¨¢s sinverg¨¹enza. Y habr¨¢ que seguir aguantando, ?qu¨¦ le vamos a hacer?- Xavier Berm¨²dez.
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