Los toros bravos bajaron del puerto
En el puerto de la Calderilla hay toros. Son tierras fr¨ªas, por per¨ªodos cubiertas de nieve y durante las invernadas el ganado ha de buscarse la vida. Los amos a veces los llevan en trashumancia a los pastizales m¨¢s abundantes y calientes de la Extremadura, de donde vuelven fortalecidos. As¨ª lo hacen tambi¨¦n los amos de la ganader¨ªa que llaman Puerto de San Lorenzo, y cr¨ªan toros de estampa y bravura. Hace unos d¨ªas los bajaron a la Venta del Bat¨¢n, para exhibirlos antes de su lidia en Las Ventas, y all¨ª la gente se enamor¨® de su trap¨ªo.Se enamor¨®, principalmente, de un armonioso toro negro, rematado desde las oscuras astas a los finos cabos, llamado Servidor, que, curiosamente, era el de menos peso de la corrida. Ese toro, en cuanto salt¨® a la arena del coso vente?o y ense?ore¨® su guapura, ya se hab¨ªa ganado al p¨²blico, que lo aplaud¨ªa largamente por donde pasaba y quer¨ªa verlo, bravo como era, ya mismo, en la prueba definitiva del caballo. Ruiz Miguel entendi¨® en seguida al toro y al p¨²blico y con t¨¦cnica magistral lo lidi¨® a conciencia.De entrada, lo pon¨ªa en suerte lejos del picador, casi en el centro del ruedo; el toro se arrancaba pronto, alegre, codicioso y fijo; recargaba en la muralla del peto, hundiendo los ri?ones en el empuje m¨¢ximo de su potencia.La bravura cabal del toro no pudo producirse en plenitud, sin embargo. Juan de Toro lo desbarat¨® las fuerzas, clav¨¢ndole atr¨¢s los puyazos; el presidente cambi¨¦ el tercio con s¨®lo dos varas. Irresponsabilidad e incompetencia aliadas, causan m¨¢s desaguisados que un mono con una cuchilla de afeitar. La gran manifestaci¨®n de la fiesta brava, que el p¨²blico aclamaba, quedaba as¨ª destruida por un picador con inclinaciones carniceras y un presidente sin sensibilidad ni afici¨®n.
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San Lorenzo / Ruiz Miguel, M. de Maracay, R. CaminoToros de Puerto de San Lorenzo, de gran trap¨ªo, bravos. Ruiz Miguel: pinchazo, otro hondo ca¨ªdo y tres descabellos (aplausos y saludos); pinchazo y estocada corta (oreja protestada). Morenito de Maracay; estocada corta atravesada (palmas y saludos); pinchazo y estocada corta baja (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Rafel Camino, que confirm¨® la alternativa: pinchazo, bajonazo y dos descabellos; la presidencia le perdon¨® un aviso (silencio) y, pinchazo y otro bajo(silencio). Fue asistido en la enfermer¨ªa de puntazo y contusi¨®n en un muslo, de pron¨®stico reservado. Plaza de las Ventas, 17 de mayo. Tercera corrida de feria.
El toro bravo sac¨® casta en el ¨²ltimo tercio. Mucho valor, mucho mando, mucho temple eran necesarios para conducir el genio de su embestida. Ruiz Miguel aport¨® ¨²nicamente valor. Algo es -algo importante- pero con tal modalidad de toreo la bravura demostrada resultaba oscurecida por la bronquedad aparente. No fue posible saber hasta qu¨¦ l¨ªmites llegaba la casta de ese toro.
En realidad, con casi ninguno pudo saberse. La acorazada de picar les entraba a triturar, por los espinazos. ?ngel Trinidad lleg¨® a tumbar patas arriba al tercero de un misilazo rompedor en la ri?onada. Cada cual iba a lo suyo. Los toros bravos tambi¨¦n, no se crea, y el sexto tom¨® la venganza por todos corneando al percher¨®n, al que peg¨® dos cornadas, una delante, en el pecho, y otra detr¨¢s, en el vientre.
Pero tundidos y todo, los toros se iban arriba. Primero y ¨²ltimo pusieron al descubierto las muchas carencias t¨¦cnicas de Rafael Camino para ejercer de matador de alternativa, t¨ªtulo que ayer confirmaba. En su desolado descontrol, lleg¨® a sufrir una seria voltereta en el toro de la confirmaci¨®n. Visiblemente maltrecho, y aunque cuadrillas y p¨²blico le ped¨ªan que se retirara a la enfermer¨ªa, entr¨® a matar. Fue demostraci¨®n de entereza, que es una de las condiciones b¨¢sicas para ser torero, pero en tauromaquia a¨²n est¨¢ verde. Morenito de Maracay, que cumpli¨® con un primer toro quedado, a otro de manifiesta nobleza no supo c¨®mo ligarle los pases ni qu¨¦ hacerle cuando ya agotaba el interminable cupo de derechazos que puede aceptar el m¨¢s acendrado derechacismo y hasta el sentido com¨²n.
Ruiz Miguel, en cambio, es otro corte de torero. Ruiz Miguel se encontr¨® con un berrendo que tomaba la muleta sin fijeza, par¨¢ndose a veces, tirando peligrosamente el derrote en el centro de la suerte, y a fuerza de consentir, obligar y encelar consigui¨® dominarlo. De Domingo Ortega, el viejo maestro de Borox, se suele decir -como dogma- que al toro malo lo convert¨ªa en bueno. Pues ese es Ruiz Miguel muchas tardes, y lo fue ayer en el berrendo. Luego, cuando el toro, ya dominado, tomaba humillado y embebido el enga?o, no convert¨ªa en creaci¨®n art¨ªstica la s¨®lida armaz¨®n de los pases largos. Poco importaba: el m¨¦rito de Ru¨ªz Miguel consisti¨® en resolver el problema fundamental de lidia; que la inspiraci¨®n, en estos casos de complicado g¨¦nero, es don accesorio.
A lo largo de la interesante corrida hubo otros brillantes aconteceres, como un quite por chicuelinas de Morenito de Maracay, gran quite, aguantando de frente la embestida y templando el capotazo, o algunos de los emocionantes pares de banderillas de este torero.
Ahora bien, el acontecer mayor fue la casta de los toros; toros serios, de espl¨¦ndida estampa, con una fijeza absoluta en el transcurso de la lidia, crecidos al castigo. Toros para que consumados lidiadores hicieran lucir su bravura en todos los tercios. Lamentablemente, s¨®lo hab¨ªa uno en la plaza y, a¨²n este, acaudillaba una feroz acorazada de picar, como todos. Se cre¨ªan que estaban en la guerra, y guerra armaron contra los toros bravos que bajaron del puerto, a sangre y fuego.
Babelia
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