La raya final
TRAS EL reciente malestar insurreccional del Ej¨¦rcito argentino, la presentaci¨®n del proyecto de ley llamado de la obediencia debida parece responder a una necesidad que tiene la naci¨®n latinoamericana para poner fin de una vez al m¨¢s terrible, Problema heredado de los a?os de dictadura militar.En sustancia, el texto legal viene a exonerar de responsabilidad penal a aquellos oficiales y subalternos por debajo del grado de teniente coronel que estuvieran procesados por delitos cometidos durante la guerra sucia, salvo en determinados casos, en raz¨®n de que su comportamiento se habr¨ªa visto amparado por el cumplimiento de las ¨®rdenes recibidas. De esta forma, el n¨²mero de m¨¢s de 400 jefes y oficiales procesados se reducir¨ªa a no m¨¢s de una quinta parte de los mismos. Con ello, el poder p¨²blico argentino habr¨ªa optado por una l¨ªnea media para hacer las cuentas con tan terrible pasado, enteramente comparable a como se han resuelto problemas semejantes en pa¨ªses europeos en ¨¦poca bien reciente, como ser¨ªa, por ejemplo, el caso de Grecia ante la dictadura derroca da en 1974. Los m¨¢s altos jefes responsables de la formulaci¨®n de¨²na estrategia criminal para liquidar no s¨®lo la guerrilla, sino cualq¨²iet disidencia -de los cuales una buena parte ha sufrido ya el peso de la justicia -seguir¨ªan haciendo frente a sus responsabilidades penales, pero el grueso del Ej¨¦rcito que sirvi¨® como instrumento escapar¨ªa a una inquisici¨®n profunda de sus actos.
Al obrar as¨ª, el presidente Alfons¨ªn es consciente de que deja dos importantes grupos de descontentos por las alas. De un lado, cabe poca duda de que la facci¨®n m¨¢s cerril de la milicia encontrar¨¢ insuficiente cualquier. soluci¨®n que pretenda hacer justicia b¨¢sica .de los b¨¢rbaros excesos de la dictadura, bien por un elemental reflejo corporativista y antidemocr¨¢tico o peor a¨²n, porque aquella guerra sucia lo fue santa para tantos y tantos oficiales. De otro, los sectores que m¨¢s radicalmente han exigido que se hiciera justicia hasta el ¨²ltimo culpable considerar¨¢n que la paz y la reconciliaci¨®n nacionales han sido burladas con esa relativa lenidad con los procesados.
Pero, al mismo tiempo, el presidente radical apuesta a quelanto el grueso de la naci¨®n como el del Ej¨¦rcito entender¨¢n que hay una l¨ªnea bisectriz, ¨²nica viable entre dos posiciones extremas, y que por ello apoyar¨¢ el nuevo punto final.
Si bien parece que, en lo referente a la naci¨®n, los razonables c¨¢lculos de Alfons¨ªn hacen honor a su admirable instinto pol¨ªtico, es menos seguro que el Ej¨¦rcito acepte sin mayores morosidades la nueva situaci¨®n. El discurso del almirante Ram¨®n Arosa, primer alto representante de la inificia que de alguna manera ha respondido a la iniciativa pol¨ªtica del Gobierno, sin ser inaceptable para el poder y la legalidad, apunta unas ambig¨¹edades probablemente inevitables, pero tambi¨¦n indeseables. Con todo, la apuesta de Alfons¨ªn es, la de que con la ley de obediencia debida se inicia una nueva etapa en la que tanto la consolidaci¨®n de la democracia como esta f¨®rmula de liquidaci¨®n penal de los excesos de la dictadura sean irreversibles.
Al margen de las asonadas militares de la pasada Semana Santa, el presidente Alfons¨ªn ten¨ªa preparada ya una soluci¨®n al problema de la comparecencia en justicia de los culpables de la guerra sucia en torno a las l¨ªneas, ahora conocidas. Cre¨ªa entonces, igual que ahoia, que lo mejor es enemigo de lo bueno, y que la reunificaci¨®n de naci¨®n y Ej¨¦rcito es un objetivo igual de prioritario que el relanzamiento econ¨®mico; m¨¢s a¨²n, un corolario de este ¨²ltimo. Por ello, la personafidad del presidente radical se vio realzada por su actuaci¨®n ante la algarada de algunos pretorianos y la obediencia menos que pasiva de gran parte de la oficialidad. La opini¨®n p¨²blica supo entenderlo, y as¨ª respalda ahora el proyecto pacificador. El propio Ej¨¦rcito debe entenderlo tambi¨¦n si quiere volver a mirar a la cara a la naci¨®n. ?se es el ¨²nico camino.
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