Honor y miseria de las listas
EL SISTEMA electoral espa?ol hace que todas las elecciones se celebren por as¨ª decirlo, a doble vuelta. El siste¨ªna de listas cerradas y bloqueadas, que obliga a los electores a pronunciarse en bloque por una determinada candidatura, sin posibilidad de tachar o a?adir nombres, convierte al proceso de elaboraci¨®n de las listas en una especie de primera vuelta electoral sobre la que los ciudadanos no pueden influir en absoluto. Los estatutos de casi todos los partidos establecen un mecanismo, en teor¨ªa democr¨¢tico, seg¨²n el cual el proceso de elaboraci¨®n de las listas se inicia en las agrupaciones locales, cuyas sugerencias son ratificadas, y eventualmente modificadas, por los sucesivos ¨®rganos de la pir¨¢mide partidaria.Para muchos afiliados de base, su presencia en las listas, y el lugar que en ellas les sea asignado, se convierte en la principal forma de reconocimiento a su trabajo militante a que pueden aspirar. De ah¨ª la pasi¨®n con que la cuesti¨®n suele ser discutida en las agrupaciones, especialmente con ocasi¨®n de elecciones municipales. Incluso si la posibilidad de resultar elegido est¨¢ excluida en la pr¨¢ctica, el que un determinado candidato sea colocado en uno u otro lugar puede producir dram¨¢ticos conflictos, en el curso de los cuales saldr¨¢n a relucir los m¨¦ritos comparativos de uno u otro aspirante.
Sin embargo, no s¨®lo es el honor lo que se ventila. En los grandes partidos, especialmente cuando llevan alg¨²n tiempo en el poder, la proporci¨®n de mil¨ªtantes que ostentan cargos p¨²blicos o de responsabilidad partidista, tiende a crecer desmesuradamente. Seg¨²n un estudio realizado el a?o pasado por encargo del propio partido, el 15,9% de los afiliados al PSOE ocupaba en ese momento, o hab¨ªa ocupado anteriormente, cargos de responsabilidad p¨²blica. En la misma fecha, por otra parte, un 38,9% de los afiliados ocupaba o hab¨ªa ocupado cargos de responsabilidad interna en el partido. Si a ello se a?ade el alto grado de implicaci¨®n familiar (,el 63,9% de las mujeres afiliadas al partido eran esposas de hombres tambi¨¦n afiliados), resulta un panorama bastante revelador respecto a la composicion interna de la afiliaci¨®n socialista.
Para un n¨²mero creciente de personas, el figurar o no en las listas, y el hacerlo en una u otra posici¨®n, se convierte en un asunto que afecta, o puede afectar, directamente a su modo de vida. De ah¨ª ese dramatismo a?adido que reviste el proceso de elaboraci¨®n de las candidaturas. Pero de ah¨ª tambi¨¦n el peligro de distorsi¨®n de la voluntad popular que deriva de la exisencia de esa especie de primera vuelta inapelable que pone en manos de un grupo reducid¨ªsimo de personas un enorme poder. La boutade atribuida a Alfonso Guerra "el que se mueva no sale en la foto" funda su eficacia en que, en efecto, las listas electorales han de ser confirmadas por el fot¨®grafo.
Pero la experiencia est¨¢ demostrando que son muchos los que aspiran a ese oficio. El conflicto surgido estos d¨ªas en el Partido Socialista de Euskadi con motivo de la candidatura para el Ayuntamiento de Basauri ilustra los resultados desastrosos derivados de la vocaci¨®n de cada ¨®rgano de direcci¨®n de enmendar la plana al situado inmediatamente por debajo. Sin pretender pronunciarnos sobre el fondo de la cuesti¨®n concreta all¨ª suscitada, y al margen de los intereses m¨¢s o menos ocultos puestos en juego en la pugna, s¨ª parece como m¨ªnimo imprudente adoptar cualquier decisi¨®n que no tenga en cuenta la opini¨®n expresada por los propios afiliados de la localidad. Pero pretender zanjar rivalidades pol¨ªticas -o personales- entre sectores enfrentados de un partido por la v¨ªa de los hechos consumados, aprovechando - la relaci¨®n de fuerzas favorable en una determinada poblaci¨®n, al margen de las normas estatutarias, resulta igualmente condenable. Y en ambos casos se act¨²a en nombre de consideraciones que nada tienen que ver con los deseos e intereses de los votantes potenciales de una determinada lista.
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