Va de retro
Acaece pocas veces en la historia que sobre un punto concreto se cree un consenso tan general como el que ha condenado estos d¨ªas, en todo el mundo, la hip¨®tesis de la creaci¨®n de un ser viviente, en laboratorio, a mitad de camino entre el hombre y el mono. Ni siquiera frente a la posibilidad de una opci¨®n cero de las armas at¨®micas ha estado tan de acuerdo, juntos, creyentes y ateos, derechas e, izquierdas, fil¨®sofos, te¨®logos, soci¨®logos, pol¨ªticos y psic¨®logos.Frente a la creaci¨®n del hombre mono, se ha levantado como un coro universal de "?va de retro!" horrorizado y avergonzado al mismo tiempo. Han crujido juntos todos los anatemas m¨¢s firmes, y el mundo se ha sacudido en un escalofr¨ªo de miedo.
Miedo a violarlos equ'ilibrios de la naturaleza; miedo a que la nueva criatura pueda ser "m¨¢s infeliz que el hombre"; miedo a no saber qu¨¦ hacer despu¨¦s con tales "monstruos"; miedo a que se desplome, para los creyentes, la fe en el Dios creador; miedo en los ateos a que, frente a lo que pueda nacer de los nuevos laboratorios futuristas, acaben todos creyendo en el alm a.
Infinitos motivos se han gritado estos d¨ªas por todas partes contra el proyecto, no se sabe si imposible o ya realizado, del hombre mono, pero lo que aparece m¨¢s claro es que en este estallido general de protesta, de repente, la humanidad, agobiada por tantas penas, sacudida por tantos remordimientos y sentidos de culpa, se ha sentido como revirginizada en su mala conciencia. Est¨¢ siendo como un psicodrama colectivo purificador para sentirse de repente buenos, como si se pensase que no se puede ser todos malos si juntos se ha dicho "no" con en tereza, con esc¨¢ndalo, con repugnancia, a la mezcla de genes humanos y animales.Y de golpe, frente a un "no" colectivo (?por qu¨¦ ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil a los hombres ponerse de acuerdo en las instancias negativas que en las positivas?), todos nos hemos sentido menos .monstruos" rechazando el f¨²turible monstruo de la biogen¨¦tica. Hasta en el Vaticano han respirado con alivio admirados por el nuevo, fulm¨ªneo ecumenismo que se ha creado para frenar al hombre mono, y se ha empezado a pensar que en el fondo el hombre de hoy no es en realidad tan ateo como parece.Pero, ?de verdad esainueva criatura de laboratorio, para nosotros tenebrosa y para los ni?os m¨¢s bien como un juego m¨¢s, ese monstruo que quiz¨¢ nunca nacer¨¢, ha sido capaz de devolver la inocencia perdida a una humanidad que se ha cubierto de tantos cr¨ªmenes creando monstruos, esclavos, infelices, aut¨®matas, no en laboratorio sino en la vida real de cada d¨ªa?
A m¨ª, la verdad es que no me dan tanto miedo los monstruos de la biogen¨¦tica, que no quiero que nazcan, como los que con naturalidad han justificado, y siguen haci¨¦ndolo, que los hombres hombres pueden dividirse, en aras de una econom¨ªa sin freno, en libres y menos libres, en llamados a gozar y en predestinados a sufrir. Me dan terror quienes se alarman m¨¢s frente a la sola posibilidad de que pueda nacer un ser mitad hombre y mitad otra cosa, que el que se ceben ni?os nacidos de padre y madre para despu¨¦s venderlos a quienes les arrancan, quiz¨¢ vivos a¨²n, sus organos vitales, que llevan precios buenos en el mercado internacional. Como ya se est¨¢ haciendo. Los corazones de ni?os cebados artificialmente cuestan, en el mercado de la muerte, 1.000 d¨®lares.
Me dan miedo los que se sienten hasta generosos cuando a los "monstruos" llegados del Tercer Mundo, con piel m¨¢s oscura que la nuestra, se les ofrecen los trabajos que no har¨ªamos nunca nosotros, los blancos o los europeos, como fregar los retretes de las estaciones.Me dan m¨¢s miedo los hombres hombres que torturan a los ni?os; los que desprecian todo lo que huele a libertad y son capaces en la oscuridad an¨®nima de los calabozos de humillar a sus semejantes tortur¨¢ndolos en el cuerpo y en la psique. Me dan miedo los que manipulan las conciencias, los que explotan a Dios sembrando miedo en los d¨¦biles. Me dan miedo los que est¨¢n seguros de que no se equivocan nunca y los que admiten sin remordimiento que entre hombre y hombre, y quiz¨¢ m¨¢s entre hombre y mujer, la igualdad frente a la justicia y a la libertad y a la igualdad de oportunidades es un mito. Me da miedo aun hasta ciertos grandes santos del pasado que pon¨ªan en duda la existencia del alma en la mujer mientras afirmaban dicho privilegio en el hombre. Me dan miedo los que tienen,miedo a que los hombres piensen con su propio cerebro. Me da miedo sobre todo la violencia de los que se creen fuertes contra los indefensos que juzgan d¨¦biles.
A la pregunta de si, le gustar¨ªa que naciera un hombre mono, una ni?a de 10 a?os respondi¨®: "S¨®lo si es bueno y no me da niiedo". Para la esencialidad de un ni?o, dos cosas son fundamentales: la seguridad del afecto y la ausencia de temores. Yo no querr¨ªa que naciese nunca un ser a medias entre el hombre y el mono, porque adem¨¢s me gusta que el chimpanc¨¦ sea s¨®lo un mono, y el hombre, s¨®lo un ser capaz de pensar, sonre¨ªr y llorar. Pero me temo que si esta humanidad, en la que una peque?a parte no tiene miedo a degradarse explotando la debilidad de los m¨¢s, acabar¨¢ un d¨ªa destruy¨¦ndose a s¨ª misma y no ser¨¢ por culpa de los futuribles hombres mono sino por la arrogancia de su "alma" de ser puro y omnipotente.
Los ni?os buscan la seguridad del afecto y huyen de los fantasmas del miedo. No s¨¦ si son m¨¢s felices o infelices que nosotros. S¨¦ s¨®lo que necesitan para saltar de gozo muchas menos cosas que nosotros. Y que los monstruos les gustan dulces y tiernos.
Y cuando veo a un ni?o jugar feliz con la ternura de un perro, mientras nosotros lo guardamos con aire de suficiencia adulta como a un peque?o monstruo que tiene que ir a la escuela de las violencias para llegar a hombre, casi me tienta la curiosidad de conocer c¨®mo ser¨ªa un ser vivo con algunos cromosomas menos de hombre, porque con todos ellos no ha dejado a¨²n de ser tantas veces monstruosamente injusto e inicuo. Y hasta "bestial". Pero confieso en seguida mi pecado, y como mal cat¨®lico me arrepiento s¨®lo por miedo, implorando una absoluci¨®n para que nadie me pueda tachar de "monstruo".
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