Tr¨ªos en homenaje al compositor Angel Barja
Tres generaciones de compositores espa?oles han rendido homenaje a ?ngel Barja, desaparecido hace unos meses cuando su obra presentaba un rostro maduro, y su est¨¦tica, plural por naturaleza, se defin¨ªa cada vez con mayor precisi¨®n. Tr¨ªos de Rogelio Groba (1930), Eduardo P¨¦rez Maseda (1953), Tom¨¢s Marco (1942) y Evaristo Fern¨¢ndez Blanco (1902) acompa?aron al de ?ngel Barja, compuesto en 1983, en versiones del Tr¨ªo Mompou. El acto se celebr¨® el viernes en el contexto de la exposici¨®n Ancares, que se realiza en la sede del Ministerio de Obras P¨²blicas, en Madrid.Buen ¨¢mbito para un amante de la naturaleza y de la historia como era Barja, cuya fuerza era la de la verdad. Nacido en Orense en 1938,justo en la frontera de la generaci¨®n del 31 (la de Halffter y De Pablo) y la de 1946 (la de Marco y Jos¨¦ Luis Turina), hizo estudios religiosos y musicales en Burgos y en Madrid con Echevarr¨ªa, San Jos¨¦, Goicoechea, Urteaga y Samuel Rubio antes de viajar por Italia, Suiza y Alemania.
La voluntad de Barja como aprendiz y como oteador no ten¨ªa como objetivo la asimilaci¨®n exterior de ciertos procedimientos, sino la definici¨®n de su modo de pensar la m¨²sica a trav¨¦s de una operaci¨®n de contraste entre sus propias ideas y las del entorno musical y cultural de su tiempo.
Cuando hablaba, oral o musicalmente, lo hac¨ªa no con timidez, pues era artista de convicciones, pero s¨ª en voz baja, consciente de que no tiene m¨¢s raz¨®n aquel que grita m¨¢s, sino quien razona mejor. En el caso de un artista convencen, sobre todo, los creadores cuya obra refleja al hombre que la inventa.
Se consumi¨® la existencia de Barja, robador de horas al sue?o, practicante de un d¨ªa que para ¨¦l parec¨ªa tener 25 o 30 horas, las necesarias para acoger sus actividades: ¨®rgano, ense?anza, direcci¨®n coral, composici¨®n, investigaci¨®n folclor¨ªstica, cr¨ªtica, atenci¨®n extremada a los suyos y al ambiente musical de su Le¨®n adoptiva.
Bastar¨ªa escuchar un par de partituras suyas (Fluencias, para orquesta, y el Tr¨ªo, por ejemplo) para medir las trazas de una personalidad segura, singular y responsable, tan verdaderamente vocacional como exigentemente profesional. Deber¨ªamos escuchar con frecuencia -¨¦ste ser¨ªa el mejor homenaje- la m¨²sica de Barja, en la que encontraremos, como quer¨ªa Couperin, la emoci¨®n antes que la sorpresa; como gustaba decir Manuel de Falla, un arte puro y hondo, sin resquicio para la trampa ni hueco para la apariencia.
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