Cuentos y cuentas al rev¨¦s
Con unos cuantos datos sacados de alguna manga de incierto porvenir en el oficio del malabarismo, la Ejecutiva Federal del PSOE ha perge?ado una circular, la n¨²mero 23, para que sus militantes la esgriman en defensa de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno. Sin embargo, no hay en ella ni el menor atisbo de autocr¨ªtica, ni una tibia amonestaci¨®n a la patronal; toda la responsabilidad por la ausencia de un acuerdo interconfederal se le achaca a los sindicatos.Mucho antes de que empresarios y sindicatos hablaran de negociaci¨®n colectiva, all¨¢ por el mes de octubre del a?o pasado, el Gobierno cerr¨® los presupuestos entreg¨¢ndole el mango de la sart¨¦n a la CEOE. Le adelantaban el tope salarial del 5%, que poco despu¨¦s y por exclusiva decisi¨®n del Consejo de Ministros, se le impuso a los colectivos que tampoco les est¨¢ permitido el derecho a negociar sus retribuciones, funcionarios, pensionistas y trabajadores con el salario m¨ªnimo interprofesional.
Todo ello haciendo caso omiso de los correspondientes informes de los sindicatos solicitando incrementos mayores. CC OO hab¨ªa solicitado el 10% para el SMIG y el 8% para las pensiones, m¨¢s la equiparaci¨®n de las m¨¢s bajas al salario m¨ªnimo.
De hecho, el Gobierno ni quiso negociar los presupuestos, ni dej¨® negociar libremente a los interlocutores sociales. La CEOE, con aquella sart¨¦n otorgada, se dedic¨® a dar sartenazos a diestro y siniestro. Se mantuvo intransigente en el 5%, lo que impidi¨® cualquier acuerdo con los sindicatos, y ha convertido al Gobierno en su punta de lanza y parapeto de la conflictividad durante la negociaci¨®n colectiva en las empresas p¨²blicas.
Nada de esto es nuevo. Se ha repetido lo que ya ocurriera en 1984. Aqu¨¦l fue el primer a?o del ajuste duro que arrumb¨® el, programa electoral del PSOE. En el cuadro macroecon¨®mico dise?ado por el entonces ministro Boyer se propon¨ªa bajar cinco puntos la inflaci¨®n en un a?o, repercutiendo todo el empe?o sobre los salarios.
No le encajaban subidas salariales por encima del 7% y en consecuencia tampoco le encajaba un acuerdo que superase aquella cifra. Sin llegar a los excesos de Solchaga agitando a los empresarios, declar¨® que prefer¨ªa el no acuerdo y as¨ª se hizo. Aunque a Boyer le haya sucedido un disc¨ªpulo con peores modales, los hechos econ¨®mico-sociales no se repiten por razones tan simples como el talante personal.
Ni la responsabilidad recae s¨®lo en un ministro por mucha inclinaci¨®n natural que tenga al rifirrafe, ni el reparto de la renta nacional que se ventila en un acuerdo interconfederal es independiente de la pol¨ªtica econ¨®mica en su conjunto, aprobada por todo el Gobierno con su presidente a la cabeza.
El corolario elemental que puede desprenderse de la experiencia de los dos a?os citados es que las pol¨ªticas de ajuste que descargan todo el peso sobre los trabajadores son incompatibles y hasta enemigas de la llamada concertaci¨®n social.
Los ejecutivos socialistas niegan ahora que haya habido ajuste y que los trabajadores hayan perdido poder adquisitivo. Para demostrarlo, echan mano de una curiosa comparaci¨®n entre precios y salarios, sum¨¢ndole a ¨¦stos una cantidad de deslizamientos fija e igual para todos los a?os de 1,2 puntos. Tambi¨¦n el presidente del Gobierno ha defendido el valor positivo de estas derivas salariales, con tono desafiante ante quienes opinen lo contrario, "lo diga quien lo diga".
Empleos perdidos
Sencillamente, es un dato falso. Solamente en el total de empresas de m¨¢s de 250 trabajadores los deslizamientos eran en 1985 (datos de la propia Direcci¨®n General de Pol¨ªtica Econ¨®mica) del 0,4% en media. Ten¨ªan valores negativos (-0,4%) en sectores como comercio y hosteler¨ªa, y los m¨¢s altos se daban en miner¨ªa y qu¨ªmicas (0,6%).
Si se incluyeran las empresas con menos de 250 empleados, que ocupan al 95% de los trabajadores; si se considera que en el per¨ªodo 1982-1985 296.956 trabajadores han perdido anualmente su empleo de car¨¢cter indefinido y que la eventualidad se ha generalizado sustituyendo empleo fijo con la consiguiente desaparici¨®n de muchos complementos retributivos, el resultado real ser¨ªa que la tendencia negativa de los famosos deslizamientos se ha acentuado considerablemente.
En cuanto a la distribuci¨®n de la renta nacional, entre 1982 y 1985 las rentas del trabajo han bajado su participaci¨®n en un 5,15%, lo mismo que ha subido la del excedente neto de explotaci¨®n. En 1986 se ha llegado, por primera vez en much¨ªsimos a?os, a que la remuneraci¨®n de los asalariados quedase por debajo del excedente empresarial en la composici¨®n del PIB. En la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE), la primera supera al segundo en ?22,5! puntos.
Los salarios reales se han deteriorado con derivas y sin ellas, se comparen con el IPC de diciembre sobre diciembre y m¨¢s si se comparan con el nivel prometido de los precios a lo largo del a?o, como hace la Eurostat (CEE), como viene defendiendo desde hace varios a?os Comisiones Obreras y como empieza a admitir UGT, aunque todav¨ªa no lo aplique. Adem¨¢s de las repercusiones en los salarios y del recorte de las pensiones, el impacto m¨¢s negativo del ajuste se ha sufrido en el empleo.
En los a?os gestionados por el Gobierno del PSOE el paro ha aumentado en m¨¢s de un mill¨®n de personas. La fiebre flexibilizadora ha generado tal precariedad en el empleo que m¨¢s del 90% de las contrataciones son eventuales. Ahora bien, los datos que manejan las autoridades con gran satisfacci¨®n arrojan en 1986 un saldo neto de algo m¨¢s de 300.000 empleos.
Ser¨ªa bueno para la democracia aprobar dos asignaturas pendientes. Dos cosas que en nuestro pa¨ªs siempre han ido y siguen yendo por detr¨¢s, incluso en contra de la realidad: las leyes y las estad¨ªsticas. De las leyes habr¨¢ ocasi¨®n de ocuparse cuando se discuta la anunciada ley de huelga. De las estad¨ªsticas dicen los propios expertos que hay que castigarlas hasta que te aproximen a lo real.
La tasa de actividad en Espa?a es 10 puntos m¨¢s baja que la media de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE); de equipararlas nos dar¨ªa alg¨²n mill¨®n de parados m¨¢s de los que tenemos. El maquillaje de las cifras de paro con los criterios establecidos en marzo de 1985 es descarado. Con estos criterios, un parado de cualquier pa¨ªs comunitario ser¨ªa en Espa?a un privilegiado que trabaja a m¨¢s no poder. Despu¨¦s de todo eso, las cifras de creaci¨®n de empleo ser¨ªan mucho m¨¢s modestas de las que se proclaman.
Esfuerzo in¨²til
Sin embargo, no es lo m¨¢s importante la cantidad de empleos (mis¨¦rrima) en una sociedad que est¨¢ tocando fondo de destrucci¨®n de puestos de trabajo. Lo m¨¢s grave es el tipo de empleo, precario y tan coyuntural que no sobrepasan en media los 2,5 meses de duraci¨®n.
Padecemos una pol¨ªtica de empleo que devuelve toda su actualidad a la descripci¨®n que all¨¢ por el a?o 1835 hac¨ªa Larra de algunos oficios en un art¨ªculo publicado en El Mensajero: "...Oficios que son m¨¢s bien pretextos de existencia que verdaderos oficios; en una palabra, modos de vivir que no dan para vivir". En nuestros d¨ªas no dan derecho ni al subsidio de paro, que, lejos de encaminar se al 48% prometido para finales de 1986, acaba de retroceder y no alcanza m¨¢s que al 29,15% de los parados.
Cabe preguntarse por qu¨¦ y para qu¨¦ ha servido todo el esfuerzo a tan elevado coste social. Felipe Gonz¨¢lez lo justificaba hace a?os con una de esas m¨¢ximas por las que siente gran afici¨®n, aunque ¨¦sta la cogi¨® prestada -y fuera de ¨¦poca- a Helmut Schmit: "...Para generar los beneficios de hoy, que ser¨¢n las inversiones productivas de ma?ana y los empleos de pasado ma?ana". Efectivamente, los beneficios de las empresas han crecido, al a?o pasado, m¨¢s del 20%. Los de la gran banca se dice que rondan los 400.000 millones, aunque despu¨¦s de los consejos sobre la t¨¦cnica del camuflaje ofrecidos por Boyer es dif¨ªcil conocerlos a ciencia cierta. Las inversiones han empezado a remontar s¨®lo en los dos ¨²ltimos a?os, llegando al 11% en 1986.
Una parte de ellas, con un crecimiento notable en t¨¦rminos relativos (42%), ha ido a parar al extranjero; otra parte, a actividades con fuertes desgravaciones fiscales, como la construcci¨®n, y, la m¨¢s importante, a especulaci¨®n financiera dentro y fuera de nuestras fronteras tras la liberalizaci¨®n de las inversiones en cartera en el exterior. Ni se han molestado en orientarlas al menos hacia la creaci¨®n de redes comerciales que tan necesarias ser¨ªan para soporte y fomento de nuestras exportaciones. A modernizaci¨®n del aparato productivo y generaci¨®n de empleo se ha dedicado una m¨ªnima parte de los beneficios.
La m¨¢xima Schmitd-Gonz¨¢lez no ha funcionado. S¨®lo se ha cumplido, y por fuerza, lo referido a los beneficios. Pero el excesivo beneficio de la banca, consideraciones ideol¨®gicas aparte, no es un buen s¨ªntoma en ning¨²n pa¨ªs. Cuando la banca -que negocia con la plusval¨ªa creada por los sectores productivos- engorda demasiado, se convierte en un jinete muy pesado que termina por debilitar las patas del caballo de la econom¨ªa que lo soporta.
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