La cabalgata acab¨® en voltereta
Dos horas y media despu¨¦s de empezar la cabalgata fin de semana, Bedoya sufri¨® un volteret¨®n terrible cuando intentaba descabellar al sexto toro. Baj¨® pie a tierra y el toro lo devolvi¨® para arriba, pero no a la altura del caballo: a la del tendido. La cogida fue impresionante y, por fortuna, sin consecuencias, excepto el susto y el golpazo. Curro Bedoya es un buen profesional, hombre fuerte, y se repondr¨¢ pronto. Que si ese batacazo nos lo pegamos cualquier civil, para Navidades a¨²n nos est¨¢n recomponiendo los huesos.El toro de la cogida era un torazo de casi 700 kilos. Bueno, medio-torazo era, en realidad, porque de astas le faltaba una cuarta, cent¨ªmetro m¨¢s o menos, como a todos. Nada que objetar a la mutilaci¨®n, reglamento en mano: est¨¢ bendecida y admitida por la ley para las corridas de rejoneo. Ahora bien, un toro empieza a no ser toro si le faltan los pitones, que son el atributo esencial de su ser. De donde el rejoneo constituir¨¢ un espect¨¢culo meritorio, est¨¦ticamente v¨¢lido, grato a mucha gente, pero con la fiesta de toros tiene s¨®lo una relaci¨®n tangencial.
Albarr¨¢n / Cuatro rejoneadores
Cinco toros de Luis Albarr¨¢n y 51 de Aguirre Fern¨¢ndez Cobaleda, exageradamente desmochados, grandes y mansos. Manuel Vidri¨¦: rej¨®n contrario (oreja). Curro Bedoya: rej¨®n contrario, otro descordando y, pie a tierra, descabello (palmas y saludos). Jo¨¢o Moura: rej¨®n sin soltar, otro trasero y bajo, dos pinchazos bajos y, pie a tierra, descabello (aplausos y saludos). Javier Buend¨ªa: dos rejones ca¨ªdos, otro que escupe el toro, otro enhebrado -aviso- y, pie a tierra, dos descabellos (silencio). Por colleras: Vidri¨¦-Buend¨ªa, rej¨®n desprendido (oreja). Bedoya-Moura, rej¨®n que escupe el toro y otro bajo contrario; mata el sobresaliente Manuel G¨®mez de media, pinchazo hondo tendido contrario, otra media y estocada (palmas). Bedoya sufri¨® una voltereta al descabellar al 6?, de la que fue asistido en la enfermer¨ªa. Plaza de Las Ventas, 30 de mayo. 16? corrida de feria.
El toreo a caballo es un ejercicio bello y los rejoneadores han alcanzado una t¨¦cnica que era insospechada hace no m¨¢s de 20 a?os, cuando los aficionados lo llamaban "el n¨²mero del caballito". Los quiebros de Vidri¨¦ a caballo parado en el primer toro, cit¨¢ndolo muy en corto; las reuniones De Buend¨ªa, al estribo; el arte de Moura y de Bedoya para encelar mansos -todo lo cual, y a¨²n m¨¢s, se vi¨® en el festejo de ayer- son altos logros alcanzados por estos mismos jinetes, a base de vocaci¨®n profunda, amor al caballo, y un infatigable esp¨ªritu competitivo, desarrollados cada tarde a lo largo de muchas temporadas.
El rejoneo tiene, por lo tanto, y ahora m¨¢s que nunca, su sitio en los cosos. Pero lo tiene con el toro en puntas y cuando se plantea con un rejoneador y un toro frente a frente. Ya es discutible, en cambio, que deba tenerlo cuando esos rejoneadores son dos y el toro s¨®lo uno.
En la modalidad por colleras, inevitable fin de fiesta en las llamadas "corridas de rejoneadores", el toro no es enemigo cuya fiereza ha de burlar y vencer la torer¨ªa del jinete vali¨¦ndose de la doma de su excelente caballo, sino excusa para que, a su costa, dos luzcan montas y le claven hierros como si su cuerpo fuera un saco En la modalidad por colleras el toro nunca sabe por d¨®nde llegan los tiros. A¨²n no acaba de amagar el derrote a uno que le prendi¨® banderillas, cuando otro se, le echa encima al galope y le clava m¨¢s. Lo vuelven loco, es un pobre animal acorralado. Y mientras enloquece volvi¨¦ndose a todos lados para defender su cuerpo de no sabe qui¨¦n y cu¨¢ndo, estalla el triunfalismo de lo agresores, que hacen piafar a sus caballos, o los levantan de manos, y pegan sombrerazos a todo el mundo, con tan enf¨¢ticos ademanes y tan desbordante alegr¨ªa que parece acaban de ganar la guerra del 14. Y todo por par de banderillas, se?or.
Esta modalidad ecuestre viene de los tiempos de la reina de Saba, mujer de rompe y rasga cuyo trap¨ªo y casta precisaban los servicios de dos, y mientras uno la hac¨ªa cosquillas en la ore ja, el otro hurgaba donde pod¨ªa La evoluci¨®n del uro a toro de lidia y del amor por colleras a rejoneo, siguieron, hist¨®ricamente, caminos paralelos, como se acaba de demostrar. Ahora circulan ambos por las plazas, tan ricamente, en plan espect¨¢culo.
Vidri¨¦ abri¨® ayer la fiesta con esos quiebros memorables que le valieron una oreja y luego Bedoya fall¨® varios de los que intent¨® en el segundo toro. En el tercero Moura templaba embestidas cabalgando a dos pistas. Al cuarto Buend¨ªa lo esper¨® a porta gayola y lo encel¨¦ con la garrocha, que es suerte campera de singular atractivo. Todos prendieron las rosas con acierto, todos espectaculares pares a dos manos. Con los rejones de muerte estuvo desacertado Moura, y Buend¨ªa, interminable. Para entonces, tanto caballo, tanta cabalgada, tanta banderilla, la fatiga ya hab¨ªa hecho presa en el p¨²blico, y so que arre le daban lo mismo.
Vinieron despu¨¦s las colleras, con toros entre mansos y amoruchados. El quinto brinc¨® al callej¨®n, lo recorri¨® un trecho, regres¨® a la arena y mejor se hubiera quedado dentro, pues le clavaron en los lomos un bosque de banderillas. El sexto hu¨ªa corriendo despavorido ruedo a trav¨¦s o al hilo de la barrera, y las galopadas hab¨ªan de ser en sentido contrario a las que se hab¨ªan visto durante toda la tarde: el toro delante, los caballos detr¨¢s.
La collera, de suyo tan triunfalista, tuvo un s¨®rdido final: el toro escupi¨® violentamente al callej¨®n un rej¨®n de muerte, y de poco ensarta a un guardia; m¨¢s rejones de muerte agujereaban su corpach¨®n, sin abatirlo; Bedoya ech¨® pie a tierra y al intentar el descabello, el manso lo volte¨® de mala manera; apareci¨® el sobresaliente, pues era su turno, y lo ejerci¨® mechando el toro a mandobles. Anochec¨ªa, y la cabalgata se hab¨ªa convertido en un viacrucis. En fin, ya todo pas¨¦. Esta tarde hay toros otra vez en Las Ventas. Qu¨¦ gusto.
Babelia
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