Cogida grave de Arag¨®n Cancela
Carlos Arag¨®n Cancela sufri¨® una cogida cuando toreaba muy bien al tercer toro de la tarde en el centro del ruedo. Los mejores muletazos de la corrida instrument¨® Arag¨®n a ese toro, que humillaba mucho y bien, pero que ya le hab¨ªa avisado con el derrote caracter¨ªstico de la divisa: seco y revolvi¨¦ndose en un palmo de terreno.La muleta adelantada para el cite, cargar la suerte cuando el toro entra en jurisdicci¨®n, la mano baja para embarcar, y embarcar suave a la medida de la codicia del toro: as¨ª fueron tres naturales de Arag¨®n, otros tres redondos. A la salida de uno de ellos el toro ya no avis¨® sino que, revolvi¨¦ndose r¨¢pido, tir¨® el derrote seco y por la afilad¨ªsima daga prendi¨® en lo alto y volte¨® al torero.
Victorino / J
A. Campuzano, Mendes, Arag¨®nCinco toros de Victorino Mart¨ªn, 1? sobrero, de Lupi: de impresionante trap¨ªo muy flojos. Jos¨¦ Antonio Campuzano: estocada corta muy baja (silencio); pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio), pinchazo y estocada ca¨ªda (dos orejas). V¨ªctor Mendes: dos pinchazos y bajonazo (ovaci¨®n y salida a los medios) pinchazo tendido, rueda de peones y dos descabellos (vuelta), dos pinchazos, otro hondo bajo y dos descabellos (aplausos). Carlos Arag¨®n Cancela: cogido grave por el tercero; la cuadrilla dio la vuelta al ruedo. Campuzano sali¨® 2 hombros por la puerta grande. El Rey presenci¨® la corrida desde una barrera y cada diestro le brind¨® uno de sus toros. Plaza de Las Ventas, 3 de junio. 20? corrida de feria.
Cuadrillas y asistencias se llevaron a Arag¨®n a la enfermer¨ªa apresuradamente. Campuzano sali¨® a matar el toro y se puso a pegar derechazos. D¨®nde se ha visto. Cuando un torero es cogido con la faena avanzada, procede que el sustituto ali?e y entre a matar, aunque s¨®lo sea por compa?erismo. Campuzano vio bueno al toro y debi¨® pensar que la ocasi¨®n la pintaban calva. ?Do el pudor? Ocurri¨®, sin embargo, que despu¨¦s de la cogida el toro ya no era bueno, se hizo reserv¨®n y acrecent¨® el peligro. Son las cosas del sentido que da la edad en los toros y mucho m¨¢s si pertenecen a una ganader¨ªa de casta.
Ganader¨ªa de casta: esa merecida fama tiene la divisa de Victorino Mart¨ªn. Mas si sus toros fueran como ayer, se quedar¨ªa en una de tantas, y de las malas. Dicho en corto, por derecho y a lo castizo, los Victorino pegaron el petardo. Bellos s¨ª eran; luc¨ªan l¨¢mina larga, musculosa y vareada de toro feroz y unas astas veletas, playeras, vueltas, acucharadas, tremendamente astifinas, que infund¨ªan pavor.
El toro, en efecto, aparec¨ªa por el chiquero, pero ese toro se volatilizaba en la lidia. El primero volvi¨® al corral por inv¨¢lido y los dem¨¢s se derrengaban tambi¨¦n. No ten¨ªan fuerza para soportar un tercio de varas completo, y este es pecado nefando que la afici¨®n de Madrid no perdona jam¨¢s. Excepto cuando peca Victorino. Ciertas palmas de tango en la andanada, tal cual grito desde el tendido siete -los dos reductos, de afici¨®n sana y parlamentaria que defienden la categor¨ªa del asolerado coso- y en esas manifestaciones testimoniales qued¨® la protesta otras tardes tan virulenta.
Tampoco tuvieron bravura los Victorino. Acud¨ªan al caballo sin vibraci¨®n ni codicia, se dejaban pegar un poco, y el picador levantaba la vara para no liquidarlos. Varios resultaron nobles, principalmente el quinto, pero este hab¨ªa intentado antes saltar tres veces seguidas al callej¨®n, y ese es s¨ªntoma cabal de mansedumbre. Toro manso y d¨®cil equivale a borrego, seg¨²n dicta la nomenclatura taurina contempor¨¢nea, aceptada por la afici¨®n.
Al toro manso-noble-brincador, muy bien picado por El Avispa, lo tore¨® Campuzano por redondos y naturales, mejorando progresivamente la calidad del muleteo hasta cuajar una impecable serie al natural. Como siempre este torero, no ve¨ªa el fin de la faena, dio circulares que ya nada a?ad¨ªan a lo hecho y mat¨® mal. El presidente le concedi¨® dos orejas y se qued¨® tan fresco. El presidente necesita catalejo.
O quiz¨¢ estaba contagiado del triunfalismo que hab¨ªa en la plaza. La gente se cre¨ªa que a¨²n segu¨ªa la corrida del d¨ªa anterior, tan preciosa, y todo lo daba no ya por bueno, sino por excelso. V¨ªctor Mendes era ayer su ¨ªdolo, y le aclamaba los pares de banderillas buenos igual que los menos buenos; los derechazos que dio a su primero, regateando los remates y levantando polvareda, igual que el pundonor con que aguant¨® las embestidas altas e inciertas del cuarto. Particularmente provoc¨® Mendes el deliriro en sus pares de banderillas atl¨¦ticos, saltarines, vertiginosos, unos reunidos y otros menos, escapando luego a la desesperada hasta al refugio del burladero. Claro que se puede banderillear de otra manera; por ejemplo, con arte. Montoli¨², a quien cedi¨® los palos Mendes, templ¨® al toro, cuadr¨® en la cara, prendi¨® en lo alto y sali¨® andandito de la suerte. Antonio Chac¨®n tambi¨¦n puso dos pares de este estilo. Banderillear pausado, con arte, torero; as¨ª lo hicieron los subalternos.
El sexto se aplomaba y Mendes lo porfi¨® voluntarioso. El primero fue incierto y Campuzano lo consinti¨® muy valiente por ambos pitones. Ambos Victorino estaba tullidos y esta era la principal dificultad que ten¨ªan para embestir. Victorinos tullidos es lo ¨²ltimo que cabe esperar de la divisa famosa. Antes comida en estofado que borrega. Antes morir que perder el chaleco, dijo don Mariano al terminar, y se march¨® a casa sin querer torearle la corrida a nadie. Ni cen¨®, del disgusto.
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