La que se armo por una oreja
El presidente no concedi¨® la segunda oreja del quinto novillo que ped¨ªa el p¨²blico con insistencia, y la que se arm¨®. Pocas veces una denegaci¨®n de oreja habr¨¢ suscitado tanta ira. Ni otras denegaciones: ni siquiera se pone as¨ª la afici¨®n cuando solicita que retiren toro cojo, toro fofo, toro mocho. La afici¨®n puede mesarse los cabellos, rasgarse las vestiduras, quemarse a lo bonzo -don Mariano lo intenta en tardes de borregos-, pero tanta furia contra el presidente, no suele; las cosas como son.El p¨²blico de ayer, en cambio, por una oreja de menos, cogi¨® un globo de mucha consideraci¨®n y no se le pasaba el disgusto, ni con otro toro en la, arena. Banderilleaban al sexto y a¨²n se revolv¨ªa contra el presidente, barbarizando el lenguaje hasta donde alcanzaba la imaginaci¨®n y el vocabulario de cada cual. Porque el palco est¨¢ muy alto y da pereza, que si no, lo asaltan.
M
Pe?ato / Luguillano, De la Vi?a, Ni?o de la TaurinaNovillos de Mart¨ªn Pe?ato, bien presentados, mansos en general, manejables. David Luguillano: estocada corta delantera contraria (aplausos y saludos); dos pinchazos y estocada atravesada que asoma (silencio) Rafael de la Vi?a: estocada ca¨ªda (oreja); sablazo baj¨ªsimo en el cuello (oreja, insistente petici¨®n de otra y tres vueltas al ruedo); sali¨® a hombros por la puerta grande. Ni?o de la Taurina: espadazo enhebrado en la paletilla, estocada atravesada que asoma, descabello -aviso con retraso- y otro descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, media y descabello (aplausos y saludos). Plaza de Las Ventas, 4 de junio. 21? corrida de feria.
Entre los menos advertidos cund¨ªa la perplejidad: ?Tanto ruido por una oreja peluda? Si al menos hubiera sido por kilo filetes, o un jugoso morcillo, o no digamos por las partes pudendas del toro, se entender¨ªa mejor el esc¨¢ndalo. Masa ansiosa de trofeos privada del trofeo m¨¢ximo que son los atributos del toro, es l¨®gico se soliviante y hasta quiera pegar. La masa ansiosa de trofeos suele fijarse mucho en el bamboleante s¨ªmbolo de la virilidad del toro, para calibrar la categor¨ªa del portador, y cuando la afici¨®n docta protesta su trap¨ªo, responde: ?Becerro dicen? ?Menudo carn¨¦ de identidad tiene!
Por eso gran parte del p¨²blico protesta menos los toros chicos con menudo carn¨¦ de identidad, que la oreja escamoteada de ese mismo toro. Gran parte del p¨²blico es orej¨®fila y est¨¢ en su derecho. El de ayer en Las Ventas lo era en su mayor¨ªa y adem¨¢s a muchos espectadores les un¨ªan v¨ªnculos de paisanaje con el torero a quien la oreja le fue denegada, hijo, ya predilecto, de Albacete. As¨ª que la bronca no ten¨ªa fin.
En realidad el propio torero damnificado estuvo a punto de premiarse por su cuenta, pues le meti¨® al novillo tal sablazo por el delantero, que casi le quita la oreja a cerc¨¦n. He aqu¨ª la cuesti¨®n: el sablazo. Si se produce, un presidente no puede conceder la segunda oreja, aunque quiera. El presidente es ¨¢rbitro-juez de la corrida y ha de guiarse por el reglamento, no por sus gustos ni por presiones de ning¨²n tipo. Al presidente Tejero lo dejaron sordo pero cumpli¨® con su deber, y esta es una gran satisfacci¨®n.
Oreja peluda aparte, Rafael de la Vi?a tore¨® muy bien al quinto novillo, en algunos pasajes con hondura, siempre con garra. Y cuando trazaba el natural tirando con temple del animalito, o se lo echaba por delante en el pase de pecho, o ce?¨ªa muletazos despreciando con pinturer¨ªa y majeza el peligro, o cuando aromatizaba de torer¨ªa la faena ejecutando ayudados a dos manos, hac¨ªa vibrar al p¨²blico, lo pon¨ªa en pie, lo llevaba a los l¨ªmites del delirio.
A su otro novillo lo tore¨® derrochando valor pero con menos ligaz¨®n y fundamento, y resulta que el presidente Tejero le concedi¨® la oreja. pues tampoco era para tanto. Los orej¨®filos debieran considerar que esa oreja de m¨¢s podr¨ªa compensar la otra oreja de menos.
La novillada transcurri¨® emocionante por que los novillos no paraban de correr y embestir y los novilleros de arrimarse, cada cual a su estilo. Hay cantera; en Albacete ya se ha visto cu¨¢n evidente en Rafael de la Vi?a. Y tambi¨¦n en Valladolid, de donde es David Luguillanio.
Hay otra concepci¨®n del toreo en Luguillano, m¨¢s propensa al arte y ¨¦l mismo parec¨ªa revivir de un cuadro,de Solana. Muchacho espigado, negro como un tiz¨®n el rostro, pelo azabache largo rizado fulgiendo brillantina, ven¨ªa ac¨¢ en el pase¨ªllo y recordaba a Cagancho. Bordado en negro el terno, oro de vivos destellos el chaleco, era una pintura. Toreando, apunt¨® c¨¢lidos sentires en la media ver¨®nica, en alg¨²n que otro natural, en el trincherazo, en los desplantes; no mucho m¨¢s. Los novillos opon¨ªan demasiado genio a sus intentos estil¨ªsticos. Le grit¨® un viejo aficionado: "?A ver si torea usted como viste!".
Tampoco fue afortunado con su lote Ni?o de la Taurina y sin embargo estuvo valent¨ªsimo, banderille¨® con decisi¨®n, instrument¨® un toreo bien aprendido, ci?¨® las embestidas hasta donde permit¨ªa la raz¨®n, aguant¨® tarascadas, lig¨® los pases. Dio la sensaci¨®n de que hay en ¨¦l s¨®lida torer¨ªa, ansias incontenibles de triunfo, valor aut¨¦ntico, y esas son tres de las cuatro condiciones esenciales para que se haga un torero. La cuarta es suerte. No la tuvo ayer con sus novillos; no le fueron concedidas orejas ni el p¨²blico se quiso pelear con el presidente por eso, pero la afici¨®n pura, la que siempre est¨¢ en Las Ventas, alerta, tom¨® buena nota.
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