Maduros ante los fuertes, inconstantes contra los d¨¦biles
Espa?a ha dado contra Francia todos los motivos para la esperanza; contra Rumania, alguna causa para la ansiedad, por la inconstancia del equipo, aunque dado el rival haya que tomarlo todo con un grano de sal.Contra Francia, cuando las cosas no iban de cara, cuando quiz¨¢ se abus¨® con algo de alegr¨ªa del tiro triple y los espa?oles no consegu¨ªan despegarse de Francia es cuando se pudo apreciar lo que los propios franceses llaman el fondo de juego, la solidez de esta selecci¨®n de Antonio D¨ªaz-Miguel, versi¨®n 1987. No se disminuy¨® el ritmo ni se dej¨® de ayudar en una defensa individual que, a fuerza de rotaciones de sus hombres en pos del bal¨®n, acababa pareci¨¦ndose a un torbellino. As¨ª se quit¨® a los franceses las oportunidades de tiros c¨®modos y se construy¨® el ¨¦xito.
En definitiva: resuelto por el inesperado d¨²o Romay-Soloz¨¢bal el problema de los rebotes, Espa?a pudo desplegar toda su madurez de juego hasta la machaconer¨ªa, rompiendo los dos estirones -segundo tercio del primer tiempo y reanudaci¨®n del partido tras el descanso- que una Francia muy voluntariosa intent¨®. Fue tan demoledora esa acci¨®n que los franceses acabaron tan entregados e indisciplinados como en sus peores tiempos, los de Los ?ngeles-84 echando por la borda tres a?os de trabajo y de aparente seriedad.
La segunda defensa espa?ola -en zona con constantes traps, es decir, dos defensores sobre el portador del bal¨®n- tambi¨¦n caus¨® buena impresi¨®n, pero por entonces estaba tan rota Francia que habr¨¢ que revisar esa impresi¨®n. En ataque, Espa?a tuvo una virtud primordial: ocho de cada diez veces resolvi¨® en transici¨®n, es decir, sin que la defensa adversa estuviese colocada, con lo que los tiros f¨¢ciles abundaron y el porcentaje de acierto se fue a las nubes. En ataque est¨¢tico, el seleccionador Jean Galle cometi¨® un pecado capital: no disponer ninguna ayuda sobre Romay cuando ¨¦ste recib¨ªa el bal¨®n. Y el gallego se convirti¨® en una especie de Abdul-Jabbar en uno contra uno. Un desprecio que probablemente le cost¨® a Francia su ¨²nica posibilidad de frenar la maquinaria ib¨¦rica.
D¨ªaz-Miguel, en una direcci¨®n tan madura como el juego del equipo, lo fundament¨® todo en ocho hombres: los titulares y un suplente por puesto. Como las faltas personales no acuciaron, no hubo que abandonar esta rotaci¨®n, que es la ideal. Ahora se puede esperar bastante m¨¢s que hace dos d¨ªas... si se siguen pescando los rebotes. En ese sentido, el partido contra Ruman¨ªa ha aportado algunas razones para la preocupaci¨®n, aun si se tiene en cuenta la dificultad que hay para motivarse contra un equipo de inexistente defensa. Con peores reboteadores que los franceses, los rumanos han controlado en demas¨ªa los tableros.
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