Europa y la reforma de Gorbachov
La reforma de Mijail Gorbachov se ha producido en el per¨ªodo en que sal¨ªa a la superficie la crisis de las estructuras de seguridad establecidas en Europa desde la II Guerra Mundial, seg¨²n el autor de este trabajo, redactor de temas internacionales de la secci¨®n de Opini¨®n de EL PA?S y cuyo ¨²ltimo libro, La izquierda europea, fue publicado recienternente por Ediciones El Pa¨ªs. En este trabajo intenta analizar la relaci¨®n entre los aspectos externos e internos, econ¨®micos y pol¨ªticos, de la reforma en la URSS y sus posibles consecuencias en una perspectiva de creciente afirmaci¨®n de la personalidad europea.
Una de las conclusiones que se desprende de la cumbre celebrada esta semana en Venecia por los siete grandes es la importancia que tiene el fen¨®meno Gorbachov para el desarrollo de los asuntos internacionales en la etapa actual. Dentro de ese marco, y desde un ¨¢ngulo m¨¢s espec¨ªficamente europeo, creo que conviene examinar en qu¨¦ momento se inicia la nueva etapa de la pol¨ªtica sovi¨¦tica. Durante los cortos interregnos de Andropov y Chernenko, y cuando, en 1985, Gorbachov es elegido como secretario general del partido, se est¨¢ empezando a manifestar en Europa occidental cierta erosi¨®n de las estructuras establecidas en el per¨ªodo que sigui¨® a la II Guerra Mundial; se empieza a usar la palabra crisis para hablar de las relaciones entre EEUU y Europa occidental. C¨ªrculos cada vez m¨¢s amplios de la opini¨®n p¨²blica se plantean la conveniencia de estudiar f¨®rmulas distintas para el futuro de Europa, para su seguridad, del sistema basado en el paraguas nuclear norteamericano y en la estrategia de la OTAN de respuesta flexible. Lo que se pone en cuesti¨®n no es la existencia en s¨ª de los bloques militares, sino el papel que Europa debe desempe?ar dentro de la OTAN, el equilibrio interno de ¨¦sta, su estrategia misma.SE?ALES INEQU¨ªVOCAS
De Estados Unidos llegan adem¨¢s se?ales inequ¨ªvocas en ese sentido. El art¨ªculo de Henry Kissinger en Time de marzo de 1985 dejaba muy claro que Europa no pod¨ªa contar con la decisi¨®n de Estados Unidos de comprometer sus fuerzas nucleares estrat¨¦gicas para defenderla. Se acentuaba la tendencia de la pol¨ªtica exterior norteamericana hacia el Pac¨ªfico. Recientemente, el interesant¨ªsimo libro de Zbigniew Brzezinski Game Plan explica las ra¨ªces objetivas de una actitud norteamericana favorable a una Europa m¨¢s independiente y responsable de su seguridad.
En Europa misma, la toma de conciencia de la emergencia de nuevas realidades se ha plasmado en diferentes planos. Por un lado, se refuerza la tendencia a articular una Europa pol¨ªtica. Aunque el Acta ¨²nica se queda muy por debajo del plan Spinelli -aprobado en su d¨ªa por el Parlamento de Estrasburgo-, representa un paso importante que consolida el ¨¢mbito de la supranacionalidad. La pol¨ªtica exterior europea coordinada est¨¢ lejos de plasmarse en realidades, pero la marcha hacia la Europa pol¨ªtica parece irreversible.
Al mismo timpo, ha sido notable la evoluci¨®n de algunos de los principales partidos socialistas del continente hacia concepciones nuevas en materia de seguridad y defensa. En particular la socialdemocracia alemana y el laborismo brit¨¢nico han definido -cada uno a su modo- nuevas pol¨ªticas de seguridad que, en el marco de la OTAN, refuerzan el papel de Europa y los factores pol¨ªticos. Es cierto que la tesis del SPD fue aprobada en su congreso de Nuremberg, en julio de 1986, pero ya en 1983, en la reuni¨®n de Colonia, se elaboraron las nuevas concepciones sobre seguridad.
Gorbachov llega al Krenilin y empieza a realizar cambios en la pol¨ªtica exterior de la URSS en un momento en que el pensamiento pol¨ªtico europeo estaba particularmente preocupado por la necesidad de buscar nuevas v¨ªas en los temas de seguridad. Ello ha contribuido a despertar inter¨¦s y curiosidad sobre el significado de la reforma de Gorbachov, incluso sobre sus aspectos internos. Hoy es un tema central en el debate pol¨ªtico europeo.
Hay un engarce entre los cambios de la pol¨ªtica exterior y las reformas en el interior que no se dio, por ejemplo, en el caso de Jruschov. Entonces, los cambios sustanciales en pol¨ªtica exterior, como el acuerdo sobre Austria, la nueva pol¨ªtica alemana y el Pacto de Varsovia, la reconciliaci¨®n con Tito, tuvieron lugar en 1955, antes del XX Congreso del PCUS, que en 1956 fue la plataforma de lanzamiento de la dese staliniz aci¨®n.
Hoy Gorbachov mismo proclama la complementariedad entre la nueva pol¨ªtica exterior y las refornias interiores. Para realizar unas reformas econ¨®micas que considera decisivas para salir de su estancamiento, la URSS necesita una pol¨ªtica exterior enfocadaa lograr condiciones que permitan una, disminuci¨®n del peso sobre la econom¨ªa de los gastos militares. Tal orientaci¨®n supone -a diferencia de lo ocurrido en el per¨ªodo de Breznev- una p¨¦rdida de peso de los sectores militares en la determinaci¨®n de la pol¨ªtica sovi¨¦tica.
MEDIDAS 'CL?SICAS'
Por otra parte, el engarce entre los aspectos econ¨®micos y pol¨ªticos de la reforma ha pasado por diversas etapas. Hasta el congreso del PCIUS de febrero de 1986, Gorbachov preconizaba medidas bastante cl¨¢sicas, ya pedidas por otros dirigentes, como m¨¢s disciplina, m¨¢s eficacia, mejor planificaci¨®n. Fueron novedad la lucha contra el alcoholismo y el aumento de la responsabilidad de los jefes de empresa. En el verano y el oto?o de 1986 aparece ya un cambio de car¨¢cter estructural, como la ley que legaliza, dentro de ciertos marcos, empresas privadas y cooperativas. A la vez, la apertura en el terreno cultural toma pronto una dimensi¨®n netamente pol¨ªtica que no tuvo en la etapa de Jruschov. Con la puesta en libertad de presos pol¨ªticos, el retorno de Sajarov a Mosc¨², la mayor transparencia en la informaci¨®n, empiezan a existir zonas de debate y de cr¨ªtica, no s¨®lo con respecto al pasado sino en relaci¨®n con defectos presentes.
Un momento esencial fue sin duda el Pleno del Comit¨¦ Central de enero 1987, en el que Gorbachov hizo propuestas sobre la elecci¨®n secreta de cargos, del partido y del Estado, con pluralidad de candidaturas. No se sabe qu¨¦ plasmaci¨®n real tendr¨¢n estas propuestas, porque se levant¨® una r¨¢pida y poderosa oposici¨®n a las mismas. Pero el objetivo m¨¢s evidente de la reforma -dinamizar- la econom¨ªa- requiere ineludibles pasos de flexibilizaci¨®n del sistema pol¨ªtico, un tipo de mediaci¨®n entre los que gobiernan y los que son gobernados que no sea simplemente la coacci¨®n, la disciplina, que no congele la capacidad creadora de la sociedad civil.
Por eso mismo, llama la atenci¨®n el reconocimiento expl¨ªcito de que existe un enfrentamiento entre los conservadores que frenan la reforma, o incluso la sabotean, y los reformadores que quieren llevarla adelante. Es cierto que, antes de hacer este planteamiento p¨²blico, Gorbachov hab¨ªa realizado cambios sin precedente en la composici¨®n del Bur¨® Pol¨ªtico, del Secretariado y del Comit¨¦ Central y en cargos ministeriales decisivos, y, en menor medida, en otros escalones del aparato, dot¨¢ndose as¨ª de apoyos dentro del partido que Jruschov no tuvo nunca. Pero, a todas luces, el problema de la reforma desborda el aparato. Las zonas de la sociedad sovi¨¦tica estructuralmente conservadoras, que ven en la reforma una amenazada para sus intereses, son extensas y no est¨¢n s¨®lo en la cumbre del partido o del Estado. Tampoco se trata de una lucha ideol¨®gica. Hay una inercia, una resistencia a lo nuevo incrustada en todo el engranaje sovi¨¦tico. Por eso Gorbachov necesita la glasnost, necesita dar publicidad al enfrentamiento entre reformadores y conservadores, que es una forma de sacar la lucha por la reforma fuera de las filas estrictas del partido. Es decisivo para ¨¦l el apoyo de los sectores profesionales e intelectuales, quiz¨¢ los que m¨¢s han sufrido la situaci¨®n anterior. La evoluci¨®n n estos medios es visible. Aqu¨ª reside quiz¨¢ la novedad de la reforma de Gorbachov, una reforma econ¨®mica que necesita ser a la vez pol¨ªtica.
El problema no es si Gorbachov es sincero o no. Lo que se necesita, sobre todo desde Europa occidental, es encon
ar bar¨®metros que nos permitan medir el car¨¢cter y las posibles consecuencias de esa reforma. Un tema central es el de la democracia. Gorbachov habla mucho de democracia como uno de los objetivos esenciales de su reforma. Pero esa palabra tiene para ¨¦l un significado muy distinto del que nosotros le damos en Occidente.Ser¨ªa absurdo, por ejemplo, pensar que se trata de pluralidad de partidos, libertad de Prensa para peri¨®dicos de supuestas orientaciones, confrontaci¨®n de diversas ideolog¨ªas en condiciones de relativa igualdad. Cuando Gorbachov hablaba de democracia se refiere a otras cosas. Sin duda busca -porque sin ello la salida del estancamiento econ¨®mico ser¨ªa imposible- una mediaci¨®n m¨¢s eficaz, m¨¢s operativa entre dirigentes y dirigidos, una flexibilidad que abra espacios mayores a la iniciativa, a la participaci¨®n -e incluso a la cr¨ªtica- de los ciudadanos, en determinados ¨¢mbitos e decisi¨®n. Un sistema de acceso a los puestos dirigentes que tenga m¨¢s en cuenta la competencia, las dotes ejecutivas, la creatividad, y no la sumisi¨®n a lo que le viene de arriba. En el fondo, son exigencias metapol¨ªticas en los umbrales de revoluci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica. Por eso, interpretar la reforma de Gorbachov como un proceso de acercamiento a una democracia de tipo occidental no ayudar¨ªa a comprenderla, aunque esa reforma introduzca zonas de econom¨ªa de mercado.
La reforma Gorbachov, por sus implicaciones hist¨®ricas, por los problemas mismos que tiene que afrontar, confirma que la experiencia de la URSS, a los 70 a?os de su inicio, no ha logrado crear ese modelo ideal de sociedad mejor, socialista, en la que muchos so?aron en los a?os veinte y mucho despu¨¦s. La tesis formulada con audacia por Enrico Berlinguer de que la ola revolucionaria de 1917 se hab¨ªa agotado sigue siendo plenamente v¨¢lida.
Por eso, la pregunta esencial es si Gorbachov va a poder satisfacer los deseos de una vida mejor de los sovi¨¦ticos, dinamizar su sistema productivo, inform¨¢tico y cultural, dot¨¢ndole de una capacidad competitiva moderna, sobre todo en unas condiciones de mayor permeabilidad de las relaciones internacionales. Y si, suponiendo una respuesta positiva a lo anterior, el sistema pol¨ªtico obtendr¨¢ una legitimaci¨®n nueva, que no se base en el mito hoy absurdo de la URSS como primer paso y primera trinchera de una hipot¨¦tica revoluci¨®n mundial, concepto que ha servido de base y se ha mezclado con las tendencias militaristas y hegem¨®nicas de gran potencia.
Personas que conocen particularmente bien el proceso sovi¨¦tico, como el checoslovaco Zdenek Mlynar y el polaco Wadin-lir Brus, han subrayado, en el extenso debate publicado en la revista comunista italiana Rinascista, que, incluso dejando de lado el problema espec¨ªfico del pluripartidismo, un m¨ªnimo de pluralidad pol¨ªtica es indispensable para que la reforma econ¨®mica de Gorbachov pueda avanzar. Pluralidad que podr¨ªa traducirse en la actividad de otras asociaciones de diverso tipo, culturales, sociales, civiles, juveniles, si tienen capacidad real de cr¨ªtica e iniciativa y de expresi¨®n p¨²blica en Prensa y otros medios de comunicaci¨®n. Otro aspecto importante es de la mayor permeabilidad de las relaciones con el extranjero, no ya en marcos estatales, sino de personas y de diversas esferas de la sociedad civil. La realidad sovi¨¦tica de hoy est¨¢ lejos de perspectivas semejantes, y es inevitable, incluso con optimismo, conservar reservas sobre posibles torceduras del camino. Pero parece l¨®gico que el proceso iniciado por Gorbachov le lleve a buscar formas de reconocimiento de la pluralidad inherente a la sociedad sovi¨¦tica. Hablar de estas cosas, no hace tanto tiempo, hubiese sido jugar con fantas¨ªas. Hoy el horizonte parece algo distinto.
A partir de algunos rasgos de la reforma de Gorbachov se puede calibrar mejor el marco dentro del cual se sit¨²a el debate actual, en Europa occidental, sobre el desarme. Y concretamente sobre el posible acuerdo entre la URSS y EEUU para suprimir los euromisiles. No hace falta destacar la importancia que tendr¨ªa ese acuerdo: ser¨ªa la primera destrucci¨®n de armas nucleares mutuamente consensuada por las dos superpotencias. Pero adem¨¢s exigir¨ªa poner en marcha, por primera vez, un sistema de control y de inspecci¨®n en los lugares mismos donde est¨¢n las armas o donde pueden ser producidas. El efecto psicol¨®gico y pol¨ªtico de estos hechos, radicalmente nuevos, ayudar¨ªa a una distensi¨®n m¨¢s profunda. Aparte de los aspectos militares, tendr¨ªa repercusiones directamente favorables para que Europa pueda elaborar una pol¨ªtica de seguridad propia y avanzar en su edificaci¨®n como entidad pol¨ªtica. En una din¨¢mica de rearme a Europa le resulta sumamente dif¨ªcil elaborar su propia pol¨ªtica de seguridad. Posibilidades realistas aparecen, en cambio, si se abre una din¨¢mica de desarme.
Una coyuntura internacional en la que se consolidase la reforma de Gorbachov y se materializase el acuerdo sobre euromisiles crear¨ªa condiciones para que Europa pueda superar una especie de enfermedad que ha frenado su voluntad de constituirse como entidad pol¨ªtica, con personalidad propia en la escena mundial: la militarizaci¨®n de la pol¨ªtica y del pensamiento en las cuestiones internacionales. Las bases objetivas de esta militarizaci¨®n hoy pierden vigencia.
RETICENCIAS
Europa podr¨ªa, sin poner en cuesti¨®n la Alianza Atl¨¢ntica como tal, preparar las nuevas pol¨ªticas que ser¨¢n necesarias ante los cambios que se apuntan en el horizonte internacional. Sin embargo, tal posibilidad puede perderse. Las reticencias que han retrasado la aceptaci¨®n de la opci¨®n cero dan una indicaci¨®n negativa. La presi¨®n de EEUU ha sido necesaria para que Europa apruebe algo que, l¨®gicamente, deber¨ªa haber sido una demanda europea. No suscita excesivas esperanzas el espect¨¢culo de muchos Gobiernos incapaces de dotar a Europa de un potencial de iniciativa ante mutaciones que ponen en cuesti¨®n el escenario tradicional en que se ha movido nuestro continente.
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