Corpus pana
Entre las tres o cuatro festividades tradicionales que hay en la temporada taurina espa?ola, una de ellas es el Corpus Christi, no importa aqu¨ª que la afici¨®n sea devota o descre¨ªda. M¨¢s a¨²n en Madrid, primera plaza del mundo, cuya categor¨ªa defienden con orgullo los aficionados madrile?os. Pero una cosa es la afici¨®n madrile?a real y otra los intereses del empresario de la plaza, que ampara la Comunidad de Madrid, propietaria del coso y cogestora interesada del mismo. Pues una y otra parecen ser insensibles a la tradici¨®n, la categor¨ªa de la plaza, su p¨²blico, y apagan la brillantez taurina del d¨ªa con un Corpus de pana; lidia sin su tercio fundamental, becerros, fiesta pueblerina.Mientras tanto hab¨ªa Corpus tradicional en Toledo; corrida de toros en la que ten¨ªa intereses el propio empresario de Las Ventas. Sin la competencia de Madrid con su becerrada; natural. Tranquilo en esto, el empresario, pues le cobija el manto protector de la Comunidad, que ya le prepar¨®, el d¨ªa de autos, un pliego de condiciones a su conveniencia. Otro d¨ªa, venidero, quiz¨¢ no lejano, los responsables de la Comunidad tendr¨¢n que rendir cuentas de tal pliego y de sus resultados.
Cifuentes / M
Rodr¨ªguez, Gallego, ChicoteErales de Mariano Cifuentes, escurridos, gachos, encastados. Miguel Rodr¨ªguez: oreja; petici¨®n y vuelta. Francisco Jos¨¦ Gallego: aviso y ovaci¨®n con salida al tercio; oreja. Pedro P¨¦rez Chicote: aplausos con salida al tercio; oreja. Plaza de Las Ventas, 18 de junio.
Alumnos a prueba
Sin remedio hubo Corpus pana en la primera plaza del mundo, donde salieron erales encastados, para poner a prueba a tres ilusionados, responsables y valientes alumnos de escuelas de tauromaquia. Result¨® de la prueba que los tres est¨¢n verderones en t¨¦cnica, aunque apuntan posibilidades de abrirse camino en la dif¨ªcil profesi¨®n de torero.
Un tal Rodr¨ªguez pas¨® a ser Miguel Rodr¨ªguez, firme aspirante a novillero, cuando ligaba con entusiasmo naturales y redondos, si bien los adulteraba descargando la suerte y abusando del pico de la muleta; graves vicios que se supone no ense?an en las escuelas.
Gallego a¨²n los ligaba mejor, previos cites a distancia, dej¨¢ndose ver, e imprimiendo hondura a los muletazos. Y Chicote daba una de cal y otra de arena: unas veces hac¨ªa de guardabarrera, doblado en ¨¢ngulo recto, la muleta cogida por la punta del estoquillador, el brazo extendido cuanto daba de s¨ª, y toda esa gimnasia para que el eralete le pasara lejos; otras, templaba y ligaba los pases, fundiendo las tandas al de pecho impecable, con deslumbrante gracia andalalus¨ª y enjundia ronde?a.
Cada uno tuvo oreja, que exhibi¨® con orgullo; menos Rodr¨ªguez, pues la cambi¨® por ramos de flores y hierba. Las orejas eran certificados del ¨¦xito de la prueba y los extend¨ªa Madrid -nada menos-, en funciones de plaza de talanqueras, que es donde deben hacerse los ensayos con erales y principiantes.
Babelia
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