Cuando Espa?a quiso conquistar Camboya
El acad¨¦mico Juan Gil re¨²ne en un libro las expediciones militares del siglo XVI enfocadas a crear un segundo imperio en Asia tras el americano
¡°Aquellos espa?oles asombran hoy por su valor y arrojo, pero hay que reconocer que eran arrogantes, pendencieros y malos vecinos¡±. El acad¨¦mico de la RAE Juan Gil describe as¨ª c¨®mo se las gastaban ¡°los castillas¡±, como se llamaba a los soldados de Felipe II en el sudeste asi¨¢tico en la segunda mitad del siglo XVI, cuando intentaron, nada menos, que levantar un segundo imperio tras el americano. ¡°?Eran unos ingenuos o unos temerarios? Quiz¨¢s ambas cosas¡±, dice por tel¨¦fono Gil, catedr¨¢tico em¨¦rito de Filolog¨ªa Latina de la Universidad de Sevilla y responsable de la edici¨®n del libro Conquistas prohibidas: espa?oles en Borneo y Camboya durante el siglo XVI (Fundaci¨®n Jos¨¦ Antonio de Castro). Esta obra re¨²ne ¡°la m¨¢s amplia documentaci¨®n sobre la evoluci¨®n¡± de esos dos territorios en aquella etapa, porque no hubo ¡°cr¨®nicas coet¨¢neas de los hechos recogidos por los espa?oles¡±, l¨®gicamente, con su visi¨®n.
?Cu¨¢les fueron aquellas acciones? Y, a todo esto, ?qu¨¦ se les hab¨ªa perdido a los espa?oles en la lejan¨ªsima Camboya y en la a¨²n m¨¢s remota isla de Borneo? En 1565, el marino guipuzcoano Miguel L¨®pez de Legazpi hab¨ªa establecido el primer asentamiento espa?ol en las que llamaron Filipinas en honor a Felipe II, y en 1571 fund¨® la ciudad de Manila. Desde entonces, y gracias a que se hab¨ªa completado la llamada ruta de tornaviaje, la que a trav¨¦s del inmenso oc¨¦ano Pac¨ªfico un¨ªa Acapulco y Manila, los sucesivos gobernadores civiles de Filipinas vieron la puerta abierta para nuevas conquistas. Les apoyaron, adem¨¢s, miembros de las ¨®rdenes religiosas que quer¨ªan evangelizar a los ind¨ªgenas, una misi¨®n en apariencia filantr¨®pica que ¡°sirvi¨® de coartada para cometer un sinf¨ªn de desmanes¡±, apunta el autor.
Una de esas empresas fue la intervenci¨®n en el sultanato de Brun¨¦i, situado en la isla de Borneo. All¨ª hab¨ªan arribado en julio de 1521 los supervivientes de la vuelta al mundo iniciada por Magallanes y finalizada por Elcano. Medio siglo despu¨¦s, los castillas intentaron sojuzgar el sultanato, que supon¨ªa una amenaza para Manila. La expedici¨®n la acometi¨® el entonces gobernador de Filipinas, Francisco de Sande, justo cuando llegaba una c¨¦dula del rey en la que instaba a convivir en paz con Brun¨¦i. Sin embargo, el 3 de marzo de 1578 parti¨® una flota desde Cavite que cuando se encontr¨® con el enemigo lo derrot¨® en hora y media. El propio Sande describ¨ªa as¨ª a los habitantes de la isla: ¡°Los hombres andan descalzos, con vestiduras que pesan poco. [¡] Presumen mucho de valientes, y en este archipi¨¦lago tienen fama de obstinados.
Sin embargo, alertado Sande de que el aire en Borneo era insano durante varios meses, y viendo a algunos expedicionarios enfermar del morbo, decidi¨® en junio levar anclas, no sin antes quemar la mezquita, que para eso hab¨ªa exigido al sultanato que prohibiera la ense?anza del Cor¨¢n, y regres¨® a Filipinas. Tras la partida, Brun¨¦i volvi¨® a su estado anterior ¡°con lo que el esfuerzo fue bald¨ªo¡±, se?ala Gil, experto en la literatura de viajes en la Antig¨¹edad y el Medievo.
Por otro lado, la conquista de Camboya hab¨ªa recibido el benepl¨¢cito desde Madrid para mayor gloria del entonces gobernador, el joven e inexperto Luis P¨¦rez das Mari?as, que ejerci¨® entre 1593 y 1596, ¡°de triste y melanc¨®lica figura¡±, escribe Gil, al que los consejeros, sobre todo los religiosos, manejaban con facilidad. El territorio de Camboya estaba sumido en guerras entre diferentes reyezuelos. ¡°Conquistar Camboya significaba tomar tierra firme en Asia y, ya fuera como territorio conquistado o aliado, convertirse en el paso previo para dar el salto a China¡±, dice Gil.
As¨ª, el camboyano Apr¨¢n L¨¢ngara, amenazado sobre todo por su vecino, el reino de Siam (hoy Tailandia), pidi¨® ayuda a los espa?oles. El rey de Camboya huy¨®, no sin antes cargar ¡°ciento y m¨¢s elefantes y m¨¢s de doscientas carretas con sus tesoros¡±, escribi¨® P¨¦rez das Mari?as. Aunque, en mayo de 1596, entre espa?oles y portugueses lograron matar al usurpador y reponer en el trono al leg¨ªtimo heredero, fue un ¨¦xito ef¨ªmero. Habr¨ªa en 1598 una segunda campa?a de Camboya con el objetivo de cristianizarla, pero era continuamente un territorio ¡°hervidero de traiciones y levantamientos¡±, escribe Gil, que acab¨® con los espa?oles que se hab¨ªan quedado all¨ª, march¨¢ndose.
El libro ¡ªque pertenece a la colecci¨®n Biblioteca Castro, de autores cl¨¢sicos espa?oles¡ª recoge c¨®mo estas campa?as eran miradas con rechazo por los portugueses, que ten¨ªan sus intereses comerciales en la zona. Las dos mayores coronas conquistadoras del momento hab¨ªan firmado un siglo atr¨¢s, en 1494, el tratado de Tordesillas por el que, ni m¨¢s ni menos, se repart¨ªan el globo terr¨¢queo en dos mitades, fijando como frontera un meridiano. El acuerdo funcion¨® hasta que se vieron las caras en las islas del Maluco (hoy las Molucas), donde nac¨ªa el entonces apreciad¨ªsimo clavo, entre otras especias. No obstante, Gil apunta que entonces era imposible una medici¨®n geogr¨¢fica exacta de hasta d¨®nde pod¨ªan llegar unos y otros, saber por d¨®nde corr¨ªa en el hemisferio opuesto el meridiano fijado en Tordesillas. De ah¨ª el t¨ªtulo del libro: ¡°Las de los espa?oles eran conquistas prohibidas porque no pod¨ªan meterse en un territorio que por el tratado correspond¨ªa a los portugueses¡±.
Todas estas campa?as tuvieron como puente de mando Manila, ¡°un poblacho donde habitaba un pu?ado de espa?oles, mal prevenidos y peor avenidos¡±, seg¨²n P¨¦rez das Mari?as, junto a tagalos, malayos, chinos, japoneses¡ A ellos se unieron los religiosos: agustinos, franciscanos, jesuitas, dominicos¡ Una amalgama que acabar¨ªa por estallar.
Mientras, la potente m¨¢quina burocr¨¢tica espa?ola dejaba por escrito todo lo que se acomet¨ªa. ¡°Los protagonistas quer¨ªan dejar constancia de sus m¨¦ritos¡±. Por eso, han llegado hasta hoy numerosas cartas, memoriales, relaciones y relatos de lo que sucedi¨®, que Gil ha estudiado sobre todo en dos archivos, el de Indias, en Sevilla, y el de Simancas (Valladolid). Igualmente, ha sido muy valioso ¡°el archivo de la Casa de Alba¡±.
De toda esa documentaci¨®n que re¨²ne el libro destaca la Breve y verdadera relaci¨®n de los sucesos del reino de Camboya, escrita en 1604 por fray Gabriel de San Antonio, que Gil define como ¡°otro loco convencido de que se pod¨ªa conquistar Camboya¡±. Un pa¨ªs con ¡°mucho algod¨®n, mucha seda, mucho incienso; minas conocidas de plata y oro, plomo, cobre, esta?o¡±, escribi¨®. El periplo de este religioso es abrumador: parti¨® de Sevilla en julio de 1594, lleg¨® a M¨¦xico en diciembre. De Acapulco viaj¨® a Cavite. En febrero de 1598 parti¨® de la ciudad filipina, pas¨® a Ceil¨¢n (hoy Sri Lanka) y lleg¨® a Goa (India). Regres¨® en 1603 a Lisboa y de ah¨ª a Valladolid. Quiso volver a Filipinas, pero muri¨® tempranamente, en 1608.
El mencionado Francisco de Sande hab¨ªa so?ado tambi¨¦n con conquistar China, aunque a ese plan ¡°jam¨¢s se dio luz verde desde Espa?a¡±, apunta Gil. ¡°?l crey¨® que con unos 5.000 hombres y el apoyo de unos cuantos japoneses¡± pod¨ªa acometer tama?a empresa. ¡°Pensaba que el pueblo chino era cobarde y que como estaba descontento con su emperador, se sublevar¨ªa cuando llegasen los espa?oles¡±. Se jactaba de conocerlos porque hab¨ªa pasado una temporada en China, donde, por cierto, prob¨® el t¨¦ y no le gust¨® nada. ¡°Quien tiene esclava a China es el demonio, los mandarines y la codicia de plata, y quien la puede rescatar es solo Dios¡±, apunt¨® De Sande.
Sin embargo, fue la creciente presencia de chinos en Filipinas la que acab¨® provocando una sublevaci¨®n contra los espa?oles a finales de 1603, con unos 20.000 rebeldes, que acab¨® sofocada con un ba?o de sangre. P¨¦rez das Mari?as, que ya no era gobernador, logr¨® rechazarlos en la zona donde ¨¦l se encontraba y, envalentonado, quiso perseguir a los que hu¨ªan, desoyendo al capit¨¢n Juan de Alcega, quien quiso disuadirle. ¡°?Qu¨¦ gallina le ha hablado a la oreja?¡±, le respondi¨® P¨¦rez das Mari?as. Al final, ambos acabaron emboscados y muertos a palos por los chinos, que les cortaron las cabezas y las pusieron en picas como trofeo. Fue el horrible final de un hombre que hab¨ªa comenzado como paje de Felipe II y que, como dice Gil, parec¨ªa salido de una novela de caballer¨ªas.
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