"Libre y a la izquierda"
Si Willy Brandt tuviera que escribir un libro sobre su historia lo titular¨ªa Libre y a la izquierda. Eso dijo en el discurso con el que el pasado domingo acab¨® una larga historia al frente de los socialdem¨®cratas alemanes. Hoy publicamos un amplio extracto de ese discurso. Brandt luch¨® contra Hitler, estuvo en la guerra de Espa?a, fue alcalde de Berl¨ªn Oeste, lleg¨® a ser el primer canciller socialdem¨®crata de la RFA, fue Nobel de la Paz por su pol¨ªtica de reconciliaci¨®n entre los bloques e impuls¨® a los socialistas espa?oles, quienes, por cierto, no estuvieron en su despedida.
Era conocido desde el pasado verano que yo no me iba a presentar como candidato a la reelecci¨®n en el pr¨®ximo congreso ordinario. No puedo recomendar que se imiten tales cosas. Tambi¨¦n en la pol¨ªtica hay algunas de las cuales s¨®lo se debe hablar cuando est¨¢n maduras. Incluso entre los socialdem¨®cratas, que no somos precisamente enemigos jurados de una previsora planificaci¨®n.Por lo dem¨¢s, en un texto de Traven podemos espigar la conducta de una tribu mexicana al cambiar de jefe. Le bajan al reci¨¦n elegido los pantalones y le ponen con el trasero desnudo unos momentos sobre el fuego. La imagen parece significar que no se debe quedar sentado largo tiempo en el asiento de jefe.Yo estuve sentado en ¨¦l un turno bastante largo. Y, naturalmente, no siempre he hecho lo que era justo. Pido vuestra indulgencia.Tampoco quiero silenciar en este discurso de despedida que estoy contento con este paso a una nueva etapa de mi vida. Hemos ayudado -de manera insuficiente, en verdad- a introducir importantes principios de reforma pol¨ªtica, cuando los asuntos de nuestra comunidad, en una ocasi¨®n anterior, amenazaban con hacerse excesivamente r¨ªgidos en los a?os sesenta. Y pusimos en marcha -contra una gran resistencia- una nueva pol¨ªtica de reconciliaci¨®n cuando se hab¨ªa hecho necesaria. Uno, que no luch¨® por Hitler, sino que pudo trabajar por la otra Alemania, pudo saber con gran satisfacci¨®n que de nuevo en nuestro pa¨ªs, y para muchos otros en Europa, la paz hab¨ªa conseguido un com¨²n denominador, lo que estaba de acuerdo con la buena tradici¨®n de la socialdemocracia alemana.Pese a los ¨¦xitos, tampoco los socialdem¨®cratas tuvieron siempre raz¨®n. No soy tan necio para afirmar lo contrario. Pero podemos decir sin sobreestimarnos que nuestro partido no estuvo nunca al lado de aquellos que empezaron la guerra y esclavizaron a nuestro pueblo. Nosotros trabajamos, por el contrario, en hacer de los despreciados proletarios y de las incapaces mujeres ciudadanos conscientes del Estado.El tiempo del ciudadano emancipado no es el pasado. Vuelve siempre. Pese a la pereza mental reaccionaria y a los aires de estrellas de aquellos para los que trabajar seriamente es poco divertido o requiere un esfuerzo excesivo; pese a los que trabajan menos por los seres humanos que por su poder o su gloria.Nuestras misiones son claras. El SPD no debe dejar que se le impida perseguir a¨²n con mayor energ¨ªa su lucha contra el abandono de los intereses alemanes en el mundo, la lucha contra el paro y contra la injusticia que se extiende como mancha de aceite. Nuestras consignas han de ser: raz¨®n ilustrada, humanismo ecol¨®gico y social y cultura democr¨¢tica. Nuestro deber, seguir siendo lo que hemos sido desde hace m¨¢s de 100 a?os: una uni¨®n de patriotas alemanes con responsabilidades europeas, en un infatigable servicio a la paz y al progreso social, tanto en este pa¨ªs como en el exterior.LIBERTAD
Si debiera decir lo que es, junto a la paz, lo m¨¢s importante para todos nosotros, mi respuesta clara y sin duda ser¨ªa: la libertad. La libertad para muchos y no para unos pocos. Libertad de conciencia y de opini¨®n, y tambi¨¦n libertad de la miseria y del miedo. As¨ª se afirmaba a principios de la II Guerra Mundial en la Carta del Atl¨¢ntico, la que yo no comprend¨ª entonces m¨¢s que como un instrumento de la guerra psicol¨®gica.La libertad era un lujo para el canciller de hierro, algo que no se le pod¨ªa ofrecer a todo el mundo. La libertad para el pueblo, para la mayor¨ªa no tiene nada que ver con las promesas que s¨®lo se pueden cumplir con una minor¨ªa. Esto era suficiente para los capitalistas liberales. Los ide¨®logos neoconservadores han admitido este enga?o. Aun as¨ª, no tenemos nada que perdonarnos cuando admitimos que nuestras propias debilidades nos han impedido decir lo suficientemente claro que no estamos por la felicidad reglamentada, sino que queremos la liberaci¨®n de las capacidades creativas que tienen los hombres y la libertad de movimientos de los individuos dentro de la responsabilidad social.Pretender ostentar el monopolio de la libertad ser¨ªa una pretensi¨®n desconocida por la historia e impropia de una democracia. A diferencia del Estado de Weimar, se consigui¨®, despu¨¦s de 1945, un entendimiento entre las fuerzas pol¨ªticas importantes de la Republica Federal; en todo caso, un aucerdo sobre c¨®mo se deb¨ªa organizar el Estado y c¨®mo deb¨ªan ajustarse en ¨¦l las diferentes opiniones e intereses. Atenerse a ello, conjuntamente con otros muchos, significa cerrar el paso a una separaci¨®n ideol¨®gica y a una irresponsable debilidad nacional. En otras palabras: cuando se trata de la libertad no faltar¨¢ nuestra posici¨®n por la que asumiremos responsabilidades totales, nacionales y europeas.El que tuvi¨¦ramos que dedicar tantos esfuerzos a los derechos humanos y a la igualdad ha debilitado nuestra fuerza nacional y a Europa. No, no fue un capricho cuando exhort¨¦ en 1969 a atrevemos a progresar en la democracia. El camino que entonces recorrimos -desde la pol¨ªtica educativa y jur¨ªdica hasta la organizaci¨®n de las industrias- no fue tan lejos como muchos esperaban, pero han cambiado cosas y se han creado nuevas realidades. Y cuando llegue su momento, volveremos a colocar otra vez mucho m¨¢s adelante los jalones de la reforma social y democr¨¢tica. Nuestra br¨²jula sigue marcando el rumbo que yo califico de idea b¨¢sica de nuestro movimiento, a saber, hacer que un n¨²mero creciente de hombres pueda sentir la libertad, cuidando que los grandes sectores de la vida social est¨¦n penetrados por los valores fundamentales de la democracia y la justicia. Y que, sobre todo, la solidaridad significa proporcionar m¨¢s libertad a los d¨¦biles. Y que lo moderno, por lo que hemos luchado y seguiremos luchando, tiene que afirmarse frente al retr¨®grado conservadurismo -incluyendo a su variante liberal- e igualmente contra el fundamentalismo anarquizante.Me parece indudable que se abren nuevas perspectivas para el Estado social por razones econ¨®micas y coherencia ecol¨®gica. Necesita, adem¨¢s, de sus energ¨ªas para que no disminuyan la generosidad y la participaci¨®n cultural, sino que se hagan propiedad de todos.
Un partido popular moderno tiene que dar un nuevo enfoque al progreso: no tenemos que desprendernos de este concepto, sino redefinirlo. Ah¨ª cabe -como ya hemos aprendido- una concepci¨®n moderna del desarrollo: de la ciencia como conocimiento orientador y de la t¨¦cnica, que sigue siendo importante, pero a la que, en inter¨¦s de los hombres, hay que poner barreras.Es importante que no nos dejemos confundir por posiciones enemigas de la sociedad, bien sean de fundamento alternativo o convencional. Es esencial para un partido moderno y popular reconocer que en muchos sectores el progreso es la conservaci¨®n y que las cosas antiguas y buenas deben ser recogidas en un nuevo orden. Los verdaderos valores no tienen por qu¨¦ ser sacrificados.Y esto tambi¨¦n es v¨¢lido para la clase trabajadora, para el movimiento obrero y para el valor y la dignidad del trabajo. Todos los que acabo de mencionar est¨¢n tambi¨¦n sujetos a la ley del cambio.?ste es, en todo caso, el momento en que hay que defender la idea del Estado socialista de las libertades. M¨¢s a¨²n, tenemos que seguir desarroll¨¢ndola, desburocratizarla cuando sea necesario, concretarla y adecuarla de modo realista a las necesidades de los interesados. El que la falta de una acci¨®n sin planificar no produce sino el caos es algo que vemos mucho m¨¢s all¨¢ de las fronteras de lo social. Ciertamente, no nos faltaron cat¨¢strofes en los pasados a?os.No necesitamos relativizar nuestra afirmaci¨®n de la competencia y de la econom¨ªa de mercado. M¨¢s bien ser¨ªa aconsejable destacar a¨²n m¨¢s la importancia de lo empresarial, de la responsabilidad propia y del compromiso cooperativo. El Estado no puede ni debe hacer ni regular todo.No apoyo la amplificaci¨®n de la idea del Estado, pero contin¨²o creyendo que no se puede hacer una pol¨ªtica socialdem¨®crata cuando se tiene mala conciencia sobre la naturaleza del mismo. Es cierto que tan s¨®lo los verdaderamente ricos pueden permitirse tener un Estado pobre.Lo aconsejable que es la vigilancia de todas aquellas tendencias que coartan innecesariamente la libertad del individuo y el tener cuidado de no dejarse conducir por malos caminos, por supuestas necesidades de la seguridad del Estado, lo experiment¨¦ yo mismo con el llamado decreto contra los radicales. Tambi¨¦n hay que estar vigilantes contra la excesiva centralizaci¨®n que est¨¢ aumentado en varios terrenos.Apoyo que el pensamiento libre permanezca y se refuerce en el socialismo democr¨¢tico. Esto quiere decir, entre otras cosas, que tenemos que detener la inclinaci¨®n no exclusiva, pero s¨ª ciertamente muy alemana, a la acumulaci¨®n de poder. Tampoco tenemos que ceder en la superstici¨®n del efecto positivo de las medidas de la autoridad.Si no queremos vaciar el concepto de libertad -para completar la democracia parlamentaria-, ¨¦ste debe concretarse no s¨®lo en las instituciones del Estado, sino igualmente en las poblaciones y en las empresas; en la democratizaci¨®n de la vida econ¨®mica; en el control social y humano del progreso material; en la autonom¨ªa comunal, que no debe dejarse decaer; en el ulterior desarrollo cr¨ªtico de la democracia social y de sus instituciones. El futuro no puede estar en excrecencias burocr¨¢ticas y en la perfecci¨®n del poder del aparato administrativo, sino en la cogesti¨®n de los trabajadores, de los consumidores, y sobre todo de los ciudadanos en su administraci¨®n.Nuestros veteranos lucharon contra el Estado autoritario. Ni ellos ni nosotros capitulamos ante los nazis y sus poderosos colaboradores. Ni ellos ni nosotros nos dejamos avasallar por el brutal desarlo del Este. Y as¨ª debemos seguir: los socialdem¨®cratas alemanes no tolerar¨¢n nunca jam¨¢s ofensas a la libertad. En la duda, ?por la libertad!Y hacemos una llamada a la libertad -en primer y ¨²ltimo lugar- para nosotros, los europeos, y por nuestro propio pueblo; reclamamos libertad para los, perseguidos y d¨¦biles.
RESPONSABILIDAD
Acaba un semestre en el transcurso del cual nuestro partido tuvo que sufrir serios reveses electorales. Hamburgo y Renania-Palatinado dieron mejores resultados. Con esto me qued¨¦ satisfecho, como pueden pensar. Los que hablaron prernaturamente de una tendencia hab¨ªan errado.Como yo no esquivo la responsabilidad, se?alo tambi¨¦n, sin falsa modestia, aquellos comicios en los que dirig¨ª la lucha por el poder. Conseguimos en cuatro envites subir del 31% a casi el 46% del promedio federal, con una proporci¨®n en primeros votos superior incluso al 49%. En un cierto sentido, yo tambi¨¦n fui corresponsable de que el n¨²mero de nuestros afiliados subiera de 650.000 a casi un nifil¨®n. En algunos puntos retrocedemos. Bueno, creo que tenemos que esforzarnos otra vez, esto ante todo.He cometido mis faltas. No he prestado atenci¨®n a aquellos que deb¨ªa haberlo hecho. Lo siento.Promet¨ª mantener la unidad del partido como la ni?a de mis ojos, seg¨²n la f¨®rmula ordinaria. Mantener esta unidad fue lo que me motiv¨® en muchas situaciones en las que unos u otros, e incluso todos juntos, deseaban que el presidente obrara o por lo menos hablara con m¨¢s autoridad. Ni aun ahora les puedo dar la razon, sino que tan s¨®lo puedo corroborar cu¨¢nto ha avanzado mi convicci¨®n sobre la libertad de la discusi¨®n, la unidad de la acci¨®n y la defensa conJunta contra los ataques. Estimo en poco la pseudoautoridad teut¨®nica, que se demuestra con pu?etazos sobre la mesa. Parece que el golpe la impresiona poco. Y entonces, ?a qui¨¦n?Hemos de quedarnos juntos en cubierta. Y tenemos que estar m¨¢s alerta, pues si no, se estrellar¨¢ este Titanic que los conservadores dirigen contra los icebergs, mientras que la orquesta del barco, con librea verde, se ocupa de la m¨²sica hasta que el agua les llegue hasta los labios. Aqu¨ª se trata, en verdad, de agarrarse: al tim¨®n y corregir un rumbo funesto.Necesitamos la cr¨ªtica simpat¨ªa de los secesionistas. Tambi¨¦n la de los inc¨®modos. Incluso la de los p¨¢jaros variopintos que a veces se r¨ªen de nosotros. Un partido del tipo de la socialdemocracia alemana no puede caer nunca en la tentaci¨®n de la modestia espiritual. Y la falta de humor no es una clave para el ¨¦xito.El partido est¨¢ sustancialmente sano.
Y digo esto en ¨²ltimo t¨¦rmino por parte de las experiencias que tuve en marzo cuando propuse a una joven -hija de padres no alemanes y todav¨ªa no organizada en nuestro pa¨ªs- para llevar a cabo los trabajos de prensa de la direcci¨®n. Mucho de lo que en aquella ocasi¨®n tuve que leer y o¨ªr era tan espantoso que todo en m¨ª se levanta contra una posible repetici¨®n de lo sucedido; ciertamente, aquello no parec¨ªa venir de nuestro campo.
Y tambi¨¦n quiero recordar, no solamente de manera abstracta, sino bien concreta para los que lo necesiten, que el SPD es europeo y que empez¨® a actuar bajo la reconciliaci¨®n entre los pueblos. Los sentimientos de hostilidad nunca deben ser dejados sin respuesta, de tal manera que hasta la gente superficial se de cuenta de cu¨¢l es nuestra posici¨®n.
Por lo dem¨¢s, puede ser que haya sido lan error el que yo considerara posible que una persona inteligente y sin resabios podr¨ªa haber desarrollado la capacidad para explicar a un p¨²blico m¨¢s amplio nuestra l¨ªnea pol¨ªtica. Me he excusado con aquellos que hubieron de sufrir por mi error. Tambi¨¦n tengo que pedir comprensi¨®n a los que asust¨¦ con mi poco convencional propuesta. Pese a todo, mantengo lo que formul¨¦ en la memorable sesi¨®n de marzo de la direcci¨®n del partido con la palabra seguiremos.
En las cextas encontr¨¦, debo a?adir, un eco positivo como ocasi¨®n para el cambio adelantado en la presidencia, m¨¢s de lo que muchos hab¨ªan imaginado. He hablado de la ocasi¨®n, y ahora debo mencionar la raz¨®n. ?sta es sencilla: cuando no se aguanta ya lo que se ha aguantado mucho tiempo -cuando de una cuesti¨®n personal se hace algo importante y un asunto de estado y se separa una influyente minor¨ªa de mandatoxios-, entonces, a mis a?os de servicio, ha llegado el momento de pasar la p¨¢gina. El libro, sin embargo, no se ha acabado, sino que empieza un nuevo cap¨ªtulo todav¨ªa, o tal vez por primera vez, justamente, que lleve el t¨ªtulo Libre y a la izquierda.
Por eso quiero a?adir aqu¨ª con toda franqueza que hubiera preferido otra salida. Hab¨ªa y hay muchas cosas por hacer. La renovaci¨®n tras el fracaso de la coalici¨®n socialista-liberal no hab¨ªa a¨²n avanzado suficientemente ni se hab¨ªa formado la alianza trabajo-cultura-ciencia. Todav¨ªa no se hab¨ªa superado la inestabilidad de las decisiones de los electores. Nuestros puntos de vista no eran, aceptados por el suficiente n¨²mero de electores, lo que no demuestra, como hemos dicho, que fueran falsos.
Es evidente: un partido de reformas debe ser siempre capaz de hacer la suya. Como organizaci¨®n, el SPD necesita cuidados constantes y una notable modernizaci¨®n. Los viejos y experimentad.os secretarios del partido lo saben y lo dicen: una organizaci¨®n d¨¦bil puede inipedir que se realice una buena pol¨ªtica, pero una deficiente pol¨ªtica no puede ser coirtpensada por una organizaci¨®n fuerte. Ser¨ªa iniprudente descuidar el fortalecimiento del partido, no impulsarlo con celo e inteligencia; pero la fuerza la sacamos de la esencia de nuestras ideas pol¨ªticas.
Lo que se ha decidido debe ser v¨¢lido, hasta que sea corregido democr¨¢ticamente, tambi¨¦n para aquellos que se tienen por mucho m¨¢s importantes que los otros. No es muy convincente cuando unos conjuran un d¨ªa la solidaridad y al d¨ªa siguiente ayudan -por decirlo gr¨¢ficamente- a los que est¨¢n al otro lado de las barricadas. Me desagrada habilar de estas cosas, pero soy de aquellos que a lo largo de los a?os no siempre perteneci¨® a la mayor¨ªa y a quien no le ha importado cambiar de opini¨®n cuanido cambiaron sus puntos de vista.
Tampoco podemos olvidar que las cosas grandes no se realizan tan s¨®lo por la inteligencia. La pol¨ªtica socialdeni¨®crata tiene que tener coraz¨®n y comprensi¨®n, alma y cuerpo. Esto se relaciona tambi¨¦n con la manera como nos ocupamos con nuestra gran herencia hist¨®rica. De c¨®mo conservamos y seguimos realizando lo que fue pensado, disputado y sufrido antes de nosotros. Ah¨ª tenemos una gloriosa tradici¨®n. En 1988 tendr¨¢ el partido, a contar desde la fundaci¨®n de la Uni¨®n General ele Trabajadores Alemanes (AlIgemeinen Deutschen Arbeiter Verein), 125 a?os en sus espaldas. Y habr¨¢n pasado 75 a?os desde que fuera enterrado en Z¨²rich el tornero de Leipzig, jefe del partido durante la d¨¦cada de la ruptura.
Nadie me tiene que ense?ar que las mayor¨ªas no se ganan tan s¨®lo con programas ni con libros de historia. Ahora bien, se apaga el fuego del entusiasmo y se seca la fuente de la fuerza, cuando los fundamentos de la acci¨®n pol¨ªtica no son elaborados en la lucha de opiniones, sino que son como algo comprado en cualquier parte y entregado en otra. Y al menos en este lugar debo a?adir el como tambi¨¦n que se me ha colgado con frecuencia: el que cree que se ha hecho pol¨ªtica escribiendo papeles no ha entendido de qu¨¦ va la cosa.
Ya s¨¦ que en pol¨ªtica es m¨¢s importante conseguir el derecho que retenerlo bien. Pero la conciencia democr¨¢tica nos da tambi¨¦n el ¨¢nimo para lo inc¨®modo y ocasionalmente impopular, para las declaraciones famosas y a veces sospechosas. Esto es propio de la lucha por el mando y por las nuevas minor¨ªas. Esto pertenece a las responsabilidades del partido de la libertad.
Tiene mucha historia nuestro partido. Si sabemos emplear debidamente las energ¨ªas de la historia, afirmamos que entonces tiene mucho porvenir. El destino de la socialdemocracia alemana es poner nuestro sello en Europa para hacerla mejor.
Me lo pregunto con frecuencia. ?Qu¨¦ decenio recordar¨¢n aquellos contempor¨¢neos que cre¨ªan que hab¨ªa pasado el siglo de la socialdemocracia? ?Los han cegado las dos guerras mundiales, las grandes crisis econ¨®micas y las nuevas amenazas existenciales? No, la ¨¦poca de la democracia social est¨¢ todav¨ªa por llegar en el caso y para que pueda haber una superviviencia de la sociedad.
No, los viejos desa?os no nos han debilitado. La causa de la socialdemocracia tiene un futuro, y la paz necesita siempre de nosotros. Pero la socialdemocracia tiene que renovarse permanentemente como partido del pueblo. Solamente as¨ª puede conservar su fuerza en movimiento.
PAZ
Se me pregunta sobre lo que hemos realizado en los ¨²ltimos a?os, la pol¨ªtica de paz no estar¨ªa en el ¨²ltimo lugar. La socialdemocracia tiene una buena calificaci¨®n por la estructuraci¨®n de los contenidos y orientaciones en la lucha por la distensi¨®n en el desarme y en la cooperaci¨®n; en la afirmaci¨®n de Europa, en la defensa de los derechos humanos y de cualquier posible y realista reconciliaci¨®n Este-Oeste y una mayor justicia y raz¨®n en las relaciones Norte-Sur y en el cambio de una pol¨ªtica interalemana puramente declamatoria a una concreta.
?Cu¨¢l ser¨ªa hoy la reputaci¨®n de Alemania sin la valerosa resistencia de miles de sus mejores hijos e hijas? Los cr¨ªticos extranjeros a veces omiten que los dem¨®cratas y antifascistas llevaban ya siete veces m¨¢s a?os en los campos de concentraci¨®n cuando empezaron a llegar sus camaradas de la Europa ocupada. Yo respeto las v¨ªctimas de la protesta del 20 de julio de 1944, pero ¨¦sta no fue ciertamente el principio de la resistencia. Y que me perdone el papa polaco: la Iglesia no fue en nuestro pa¨ªs tan valerosa como algunos quisieran creerse.
Si tengo que se?alar alguna omisi¨®n en los ¨²ltimos a?os es la de no haberme empleado m¨¢s a fondo -sin miedo a las p¨¦rdidas- contra los insultos de incorregibles e inconscientes nazis. Me da tan s¨®lo una cierta satisfacci¨®n que no pocos que llamaron traici¨®n a nuestro tratado hoy afirman su continuidad, buscan cr¨¦ditos y toda clase de facilidades cuando hay negocios a la vista en Mosc¨² o en cualquier otro sitio. Es tan s¨®lo, como dije, una peque?a satistacci¨®n.
Ya el canciller sueco Oxestierna se quejaba hace 300 a?os de la necedad con la que era gobernado el mundo. Yo quisiera aconsejar con todo inter¨¦s a nuestros sucesores para que est¨¦n en guardia contra la estultificaci¨®n organizada y la bajeza alambicada como medio de la pol¨ªtica. Entre ellas figura el brusco rechazo de las tentativas de algunos contempor¨¢neos, algunos historiadores, pese a reinterpretar las maquinaciones de aquellos delincuentes como si hubieran sido en inter¨¦s de la naci¨®n o querer subdividir la responsabilidad de atropellos indescriptibles y as¨ª, si no compensamos pieza a pieza la culpa y la responsabilidad, las cargaremos tambi¨¦n a las nuevas generaciones. Y eso es todo lo contrario de responsabilidad ante la historia.
No sobreestimo la importancia de lo que se est¨¢ tratando en las conversaciones entre las dos potencias mundiales. Pero no se puede hablar de una paz mundial asegurada cuando se retiran y destruyen cohetes at¨®micos de ciertas categor¨ªas. Pero tal vez se est¨¦ fijando una nueva fecha para la historia de las relaciones Este-Oeste, y posiblemente la posibilidad de nuevos progresos. La pol¨ªtica ha triunfado en un importante terreno al c¨¢lculo militar. En caso de que esto se confirmara, ser¨ªa una victoria de la raz¨®n sobre la espantosa din¨¢mica propia del armamentismo.
Aun as¨ª, hay que reconocer que ni la retirada de los cohetes de alcance medio de Europa ni la reducci¨®n a la mitad de las m¨¢quinas de destrucci¨®n nuclear intercontinentales son la respuesta a una serie de preguntas preocupantes: ?c¨®mo se llegar¨¢ a la estabilidad convencional? ?Qu¨¦ hacer con las armas at¨®micas de corto alcance? ?Qu¨¦ se hace con las armas qu¨ªmicas?
La evoluci¨®n de los ¨²ltimos a?os ha mostrado cu¨¢nto sufren incluso las naciones de mayor poder¨ªo econ¨®mico bajo la presi¨®n de los gastos en armamento. Son ruinosos. Esta competici¨®n no debe seguir su carrera. Es una locura desarrollar nuevos sistemas de armas cada vez m¨¢s perfeccionados, que nunca han de ser utilizados si se quiere evitar la autodestrucci¨®n. Hay, adem¨¢s, que contar con el hecho de que la riqueza social no se puede emplear dos veces.
ESPERANZA
Sin esperanza no hay ni grandes movimientos ni fuerza pol¨ªtica. Y no se puede esperar sin saber que hay un futuro. Y ¨¦ste no se puede alcanzar ni negando la realidad ni por cualesquiera otras formas de subocupaci¨®n mental. Si podemos realizar nuestra cooperaci¨®n para que el mundo sea m¨¢s pac¨ªfico, para que nuestros nietos puedan respirar el aire y beber agua, para que el trabajo y el rendimiento inteligente hayan de tener su oportunidad, y el ser humano con ellas; todo esto depender¨¢ mucho de cu¨¢nto progreso ilustrado pueda realizar la socialdemocracia en colaboraci¨®n con muchos hombres que miren igualmente hacia el futuro.
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