Gorbachov, el Kennedy de la Europa del Este
El l¨ªder sovi¨¦tico ha despertado grandes esperanzas en las poblaciones de los pa¨ªses aliados de la URSS
Miles de j¨®venes se manifestaron el pasado 8 de junio en la c¨¦lebre avenida Bajo los Tilos de Berl¨ªn Este pidiendo a gritos "que caiga el muro". El motivo de la protesta, que se repiti¨® durante d¨ªas, era en principio nimio. Los j¨®venes se hab¨ªan concentrado para escuchar un concierto de rock que se celebraba al otro lado del muro. Al impedirles la polic¨ªa acercarse a la franja de seguridad junto al muro, se produjeron duros enfrentamientos, los m¨¢s graves habidos en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) desde hace m¨¢s de 10 a?os. Uno de los lemas m¨¢s coreados fue "Gorbachov, Gorbachov".
Dos meses antes, el 9 de abril, la poblaci¨®n de Praga recib¨ªa al m¨¢ximo dirigente sovi¨¦tico, Mijail Gorbachov, con un entusiasmo ins¨®lito en Checoslovaquia desde el aplastamiento de la primavera de Praga, en 1968. J¨®venes estudiantes, trabajadores y amas de casas corearon el nombre del l¨ªder sovi¨¦tico. Centenares de miles de personas que flanquearon el recorrido de Gorbachov por la ciudad intentaron estrechar su mano ignorando por completo al anciano jefe del Estado checoslovaco, Gustav Husak, que, visiblemente azorado, pase¨® por primera vez en muchos a?os por las calles de su capital.En Bucarest, durante la visita oficial de Gorbachov a Ruman¨ªa del 25 al 27 de mayo, la omnipresente polic¨ªa secreta rumana y el temor general a la represi¨®n evit¨® manifestaciones de tan exultante entusiasmo. Pese al absoluto bloqueo informativo a que el r¨¦gimen del presidente Nicolae Ceaucescu tiene sometida a la poblaci¨®n, que no conoce a¨²n los objetivos de la pol¨ªtica de renovaci¨®n y apertura del Kremlin, los aplausos a Gorbachov en las calles de la capital fueron posiblemente los primeros que muchos rumanos otorgan sinceramente a un pol¨ªtico en las ¨²ltimas d¨¦cadas. "Aunque me dij¨¦rais que no ten¨¦is problemas, no os lo creer¨ªa". As¨ª se dirigi¨® Gorbachov a un grupo de rumanos temerosos de admitir la dram¨¢tica situaci¨®n de escasez y represi¨®n en que se hallan.
Tres d¨ªas m¨¢s tarde, en Berl¨ªn Este, el l¨ªder sovi¨¦tico era recibido con una estruendosa ovaci¨®n cuando lleg¨® al teatro de la plaza de la Gendarmer¨ªa para asistir a un concierto. El caluroso recibimiento que le fue otorgado era todo un agravio comparativo para los dem¨¢s jefes de Estado y de partido de los pa¨ªses miembros del Pacto de Varsovia, tambi¨¦n presentes con motivo de la cumbre de la alianza que se celebraba en la capital de la RDA.
Deseos y sue?os
Gorbachov se ha convertido en una especie de John Kennedy del Este de Europa. En poco m¨¢s de dos a?os ha logrado despertar grandes esperanzas entre la poblaci¨®n de los pa¨ªses aliados de la URSS. Muchas de estas expectativas son quiz¨¢ ilusorias, basadas m¨¢s en los deseos y sue?os y en la suposici¨®n de que un proyecto reformista procedente del coraz¨®n del bloque sovi¨¦tico tiene la posibilidad de no correr la misma suerte que los intentos similares abortados violentamente en la periferia. Como dijo hace unos meses el anciano Jiri Hayek, ministro de Asuntos Exteriores con Alexander Dubeek durante la primavera de Praga, "Gorbachov no tiene que temer que tanques extranjeros le impidan su reforma pol¨ªtica".
Los recelos de la c¨²pula de los reg¨ªmenes de los aliados hacia la pol¨ªtica de Gorbachov son tan patentes como el entusiasmo de aquellos que creen a¨²n en la capacidad del sistema socialista de autorreformarse. Gorbachov reconoce el derecho de cada pa¨ªs socialista a adoptar su propia v¨ªa de desarrollo del sistema y, sin embargo, no oculta su deseo de ver a los aliados aplicar sus propias perestroikas (reestructuraciones) e imponer la glasnost (transparencia). Es uno de sus muchos dilemas.
Para dirigentes como los jefes de Estado de la RDA y Checoslovaquia, Erich Honecker y Gustav Husak, respectivamente, las reservas contra un viraje radical en la pol¨ªtica interna se basan tanto en la certeza de que muchos de los objetivos econ¨®micos de Gorbachov para la URSS est¨¢n superados en estas dos sociedades socialistas modernas como en la propia dignidad personal. Obligados en su momento a aplicar pol¨ªticas impopulares por dictado de Mosc¨², responde a una l¨®gica autoestima el que hoy no cambien toda su estrategia al primer golpe de tim¨®n de la URSS.
En las direcciones pol¨ªticas de los pa¨ªses aliados de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, muchos no creen en el ¨¦xito de la pol¨ªtica de Gorbachov. Otros, no pocos, no la desean. Ven en esta pol¨ªtica riesgos de desestabilizaci¨®n y el cuestionamiento de su legitimidad. La desestalinizaci¨®n encauzada con Nikita Jruschov en el Kremlin despert¨® tambi¨¦n esperanzas exageradas en los pa¨ªses aliados. La consecuencia fueron las crisis de Polonia y Hungr¨ªa en 1956 y el retorno a una pol¨ªtica en la que primaba la represi¨®n. Los incidentes en Berl¨ªn Este, las manifestaciones en Hungr¨ªa, y otros hechos demuestran que la nueva pol¨ªtica sovi¨¦tica ha puesto en ebullici¨®n los sentimientos en la periferia socialista.
El eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil
En la RDA est¨¢ el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la legitimidad de los reg¨ªmenes implantados en Centroeuropa por el Ej¨¦rcito Rojo. El reconocimiento por parte de la poblaci¨®n del derecho de los gobernantes a ejercer el poder s¨®lo lo pueden conseguir los reg¨ªmenes del Este, faltos de legitimidad en su origen, a trav¨¦s de una continua mejora del nivel de vida o su simulaci¨®n o exageraci¨®n con una propaganda autocomplaciente.
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