El error y el horror
SEG?N UN informe publicado por el diario Deia hace cuatro a?os, entre 1977 y 1983 se contabilizaron 33 personas muertas y 160 heridas por errores circunstanciales de ETA. O sea, una de cada 10 personas asesinadas por ETA lo hab¨ªa sido por error. La organizaci¨®n terrorista difundi¨®, 24 horas despu¨¦s de la matanza del hipermercado de Barcelona, un comunicado en el que reconoce, "de modo acorde con nuestra trayectoria de honestidad", que la "operaci¨®n" hab¨ªa constituido "un grave error". En el escrito, redactado con el peculiar estilo autolaudatorio de estos orates sanguinarios, se aprovecha el viaje para rechazar las condenas de los "partidos reformistas" y para lavarse las manos respecto a la "responsabilidad concreta" de los efectos de la operaci¨®n, achacables a "los poderes f¨¢cticos", que se habr¨ªan negado a desalojar el hipermercado a fin de propiciar "fr¨ªa y expresamente la muerte de inocentes para luego instrumentalizar la repulsa popular en el marco de sus planes contra ETA". En parecidos t¨¦rminos se ha expresado HB, que, tras manifestar "su m¨¢s en¨¦rgica cr¨ªtica a este tipo de atentados que conllevan un alto riesgo para la poblaci¨®n civil", acusa a la empresa y a la polic¨ªa de "haber provocado con su silencio una tragedia evitable".La distinci¨®n entre unos atentados que ser¨ªan asumibles y otros dudosos, seg¨²n que los muertos y heridos lleven uniforme o no, resulta moralmente inaceptable. Pero adem¨¢s hace tiempo que ETA franque¨® la barrera entre lo que los propios terroristas consideran atentados selectivos" y aquellos otros "indiscriminados" o que "conllevan un alto riesgo para la poblaci¨®n civil". La t¨¦c nica del coche bomba, mediante la que se consigue el m¨¢ximo efecto mort¨ªfero con el m¨ªnimo riesgo pa ra los activistas, supone aceptar el principio de que no existen v¨ªctimas inocentes, o m¨¢s bien que no por serlo dejan de ser v¨ªctimas necesarias. As¨ª lo demuestra la siniestra estad¨ªstica de los ¨²ltimos a?os, plagada de asesinatos de personas culpables de pasar por all¨ª, pero tambi¨¦n la Enea argumerital de los portavoces de ETA cuando, tras cada nuevo error, advierten a la poblaci¨®n civil de que debe abstenerse de circular por las inmediaciones, de lugrares definidos por esos dementes estrategas corho "objetivos militares de nuestra organizaci¨®n". Los errores f¨®rman parte sustancial de toda estrategia terrorista, cuyo fin espec¨ªfico de amedrentar a la poblaci¨®n se cumple s¨®lo en la medida en que sus acciones son indiscriminadas y arbitrarias. Cuando se coloca un explosivo en un supermercado se est¨¢ invocando al azar como ¨²nica garant¨ªa contra la existencia de "graves accidentes" como el de Barcelona.
Es obvio, por lo dem¨¢s, que la responsabilidad del atentado resulta exclusiva de los asesin os. Eso no quiere decir, empero, que puedan hurtarse cr¨ªticas a la impericia policial o a la rutina con que se comprueban a veces las amenazas. Preocupa que tras el antecedente de Tarragona no se adoptaran medidas preventivas mayores, incluyendo el desalojo inmediato del centro ante el aviso recibido. Pero, aldaba sobre aldaba, la torpeza es a¨²n, mayor si se considera la argumentaci¨®n de la polic¨ªa, seg¨²n la cual fue la oposici¨®n del director de la empresa el motivo de que no se llevase a efecto el previsto desalojo. Que nosotros sepamos, son el Gobierno y las fuerzas de orden p¨²blico los que dirigen la lucha antiterrorista, todav¨ªa no encomendada al gerente de alguna tienda. No hay duda, a la vista de la legislaci¨®n espa?ola, de, que, en caso de grave riesgo para las personas o bienes, las autoridades est¨¢n obligadas a asumir la responsabilidad en la adopci¨®n de las medidas necesarias, supedit¨¢ndose a esa obligaci¨®n derechos, como el de propiedad u otros que pudieran invocarse para tratar de impedir la acci¨®n gubernativa. Es cierto que la proliferaci¨®n de amenazas de colocaci¨®n de bombas en lugares muy concurridos hace dif¨ªcil delimitar la frontera entre la seguridad y la provocaci¨®n de una, alarma permanente que paralice la vida ciudadana. Pero las circunstancias del caso, la reiteraci¨®n de las Ramadas y el antecedente de Tarragona aconsejaban la adopci¨®n de medidas excepcionales, siendo irrelevante la opini¨®n personal del director del hipermercado, que, por lo dem¨¢s, y seg¨²n ¨¦ste, no fue solicitada. Que la responsabilidad pol¨ªtica se pretenda sacudir ahora a base de descargarla sobre los mismos ciudadanos v¨ªctimas de la acci¨®n terrorista es todo un sarcasmo. Y s¨®lo lleva al convencimiento, preocupantemente extendido ya en la sociedad espa?ola, de que la ¨²nica manera de proteger la propia seguridad es contratando agentes de seguridad privados.
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