?Cortesanos o disidentes?
El Congreso de Intelectuales de Valencia, celebrado durante la pasada semana en conmemoraci¨®n del 50? aniversario del Congreso de Intelectuales Antifascistas, ha dejado abiertas numerosas interrogantes sobre el compromiso del intelectual contempor¨¢neo. Una de ellas es la que se plantea el articulista.
En uno de sus ¨²ltimos ensayos, Alejo Carpentier defin¨ªa al intelectual latinoamericano como un hombre que suele salir de la Universidad para ir a dar a la prisi¨®n.En su conferencia La novela latinoamericana en v¨ªsperas de un nuevo siglo, Carpentier afirmaba: "...Existe para ciertos cr¨ªticos literarios el concepto de que, el compromiso pol¨ªtico pone en peligro la calidad de la obra literaria o art¨ªstica. Lo cual es absolutamente falso. El juicio es v¨¢lido si la novela comprometida... es novela de arenga, p¨²lpito, tribuna y moraleja... Algunas de las obras maestras que m¨¢s nos enorgullecen han sido inspiradas por la pasi¨®n pol¨ªtica...". Y citaba enseguida m¨²ltiples ejemplos que iban de Dante a Beaumarchais, de Victor Hugo a Zola, Balzac, Dickens y Gald¨¦s.
En el reciente congreso de intelectuales, efectuado en Valencia, reflexionamos colectivamente sobre la funci¨®n del intelectual en la sociedad contempor¨¢nea.
Habr¨ªa que comenzar por ponemos de acuerdo sobre lo que es un intelectual. Hay quienes lo definen a partir de su papel pol¨ªtico-social, en tanto otros le atribuyen la creaci¨®n de un objeto imaginativo que nada tiene que ver con la realidad. Para unos, el intelectual es quien nombra las cosas, realiza inventarios de los pensamientos y las acciones; para otros, es una conciencia universal animada por el acontecer hist¨®rico.
Los tiempos presentes asisten a una irrupci¨®n de la ideolog¨ªa en todos los estratos de la vida ciudadana. El intelectual siempre ha desempe?ado lo que Montaigne llamaba el oficio ciudadano. Desde los shamanes y los sofistas hasta los mandarines y los enciclopedistas, los intelectuales han tenido una funci¨®n social. Algunos, incluso, han desempe?ado funciones gubernamentales. Baste recordar a Tom¨¢s Moro como Lord Canciller de Inglaterra, a Maquiavelo como secretario del Consejo de los Diez, a Milton de secretario del Consejo de Estado de Cromwell, a Rubens de embajador de los Pa¨ªses Bajos o a Francisco de Quevedo como ministro del Tesoro del Reino de N¨¢poles. Courbet fue presidente de la Federaci¨®n de Artistas cuando la Comuna de Par¨ªs y Andr¨¦ Malraux fue ministro de Informaci¨®n y, m¨¢s tarde, de Cultura del Gobierno franc¨¦s.
Conciencia cr¨ªtica
En nuestra ¨¦poca, algunos entienden que el intelectual debe ejercer un papel de conciencia cr¨ªtica: poder disentir sin ser encarcelado, neutral sin tornarse en un r¨¦probo, independiente sin sufrir represalias. Con todo ello concordamos, pero al redondear este razonamiento se cae en un contrasentido: los intelectuales que asienten a las transformaciones sociales profundas se convierten en cortesanos. Nada m¨¢s err¨®neo.
El escritor de nuestra ¨¦poca ha tomado en la sociedad burguesa un camino que Sartre defin¨ªa bien: "Inseguro de su posici¨®n social, demasiado temeroso para alzarse contra la burgues¨ªa que le paga, demasiado l¨²cido para aceptarla sin reservas, ha escogido ser juez de su ¨¦poca y se ha persuadido de que por este medio permanece ajeno a ella".
En realidad, el intelectual no es ajeno a su contexto social. El escritor crea una obra, en cierta medida, para encontrar en ella una libertad que le niega el mundo exterior. Ya que no puede modificar su circunstancia en la realidad, la reforma en su imaginaci¨®n. Es un t¨ªpico fen¨®meno de enajenaci¨®n. Aun los m¨¢s rebeldes se someten, sin advertirlo, a las formas de conciencia social de la burgues¨ªa.
Quienes creen que la funci¨®n intelectual s¨®lo tiene su papel pleno dentro de la insumisi¨®n est¨¢n justificados en un medio social injusto. No puede ser igual en una sociedad revolucionaria. Un escritor no puede estimarse como un inspector del fisco ni un cazador de herej¨ªas.
Lukacs ha visto con claridad los riesgos que corre el intelectual que reh¨²sa integrarse a su ¨¦poca. Al adoptar una posici¨®n negativa ante el. acontecer hist¨®rico puede perder su contacto con el mundo objetivo. Mucho m¨¢s si pierde su relaci¨®n con las acciones humanas. Su perspectiva se hace abstracta al cortar su vinculaci¨®n con el presente.
Evasi¨®n
La sociedad entrega hechos al escritor que ¨¦ste es incapaz de organizar por su evasi¨®n. A medida que la grieta se profundiza, su literatura abarca un universo m¨¢s reducido. Llega un instante en que esa enajenaci¨®n alcanza las ideas de las que estaba m¨¢s seguro. El resultado es la desintegraci¨®n de la personalidad y la anulaci¨®n de la obra literaria.
Ciertamente, la tarea del intelectual no es la del propagandista. Aunque todo el arte medieval haya sido una gran campa?a publicitaria -como le llamar¨ªamos en nuestros d¨ªas- de la Iglesia, ello no justifica la repetici¨®n en nuestros d¨ªas de un ejercicio semejante. En la sociedad revolucionaria el intelectual debe tratar de entender y de explicar. Al sumarse al proceso, estar¨¢ en plena capacidad de modificarlo e influir sobre ¨¦l. ?Qui¨¦n imagina a Mart¨ªn Luis Guzm¨¢n de conciencia cr¨ªtica en medio de la revoluci¨®n mexicana? ?O qui¨¦n supondr¨ªa a Maiakovski declar¨¢ndose independiente del poder en medio de la Revoluci¨®n de Octubre? ?Qui¨¦n pensar¨ªa a Garc¨ªa Lorca acusando a la Rep¨²blica espa?ola de haberle arrebatado el derecho a imaginar? Lo que hicieron fue sumarse a la historia y expresar su tiempo con una visi¨®n de futuro, que permiti¨® la vigencia actual de su legado. Ninguno fue acusado por ello de conformista ni de cortesano.
La opresi¨®n totalitaria no ha desaparecido; simplemente ha trasladado sus centros de poder. La Espa?a, de 1937 es la Nicaragua de hoy. Orwell nos previno del peligro de una cultura esclavizada, pero olvid¨® alertarnos contra lo que est¨¢ ocurriendo: la sociedad hipnotizada, que no sabe defenderse de la sujeci¨®n pol¨ªtica que est¨¢ con las im¨¢genes fr¨ªvolas a color; una sociedad que no ha advertido que el totalitarismo aprendi¨® su lecci¨®n y ha retornado con nuevos m¨¦todos.
es un novelista y periodista cubano. Temporada de ¨¢ngeles, General a caballo y Bolero son sus ¨²ltimas novelas. Vive en Cuba.
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