La demolici¨®n final de Ria?o recrudece la tensi¨®n
Una poblaci¨®n desmoralizada que no ha podido hacer frente a la destrucci¨®n de sus viviendas
El martes pasado se reanudaron las tareas de demolici¨®n de edificios en la localidad leonesa de Ria?o, en medio de una enorme tensi¨®n y una fort¨ªsima protecci¨®n de la Guardia Civil. La primera fase de estos trabajos se hab¨ªa iniciado en diciembre del pasado a?o, con el objetivo inmediato de construir el viaducto que atravesar¨¢ el embalse una vez que se proceda a su llenado. En aquella ocasi¨®n, el impresionante despliegue de fuerzas antidisturbios no impidi¨® una considerable resistencia popular, pese a que los derribos se iniciaron contando con el factor sorpresa. Por el contrario, esta segunda fase de derribos ha encontrado un pueblo desmoralizado e incapaz de hacer frente a su destino de desaparici¨®n.
Fue el padre Antonio, cura p¨¢rroco de Ria?o, quien primero se dio cuenta de que lo del desalojo y las demoliciones de los inmuebles de la localidad iba en serio. El martes, a los pocos minutos de la llegada de la Guardia Civil, el sacerdote sac¨® los santos ¨®leos de su vivienda y los transport¨¦, en un peque?o malet¨ªn de madera, a la iglesia, distante muy pocos metros, quiz¨¢ confiando en que all¨ª estar¨ªan m¨¢s seguros.Los vecinos ria?eses opusieron un poco de resistencia ese d¨ªa, el primero de esta segunda fase de demoliciones, pero ya el mi¨¦rcoles y el jueves, cuando vieron que lo que estaban viviendo no era una nueva amenaza de las que estaban acostumbrados a sufrir a lo largo de los ¨²ltimos a?os, que iba muy en serio, que las palas arrasaban sus viviendas sin ning¨²n reparo gracias a la ampl¨ªsima protecci¨®n de la Guardia Civil, la desolaci¨®n se adue?¨® del pueblo. Voluntariamente sacaban los enseres de sus inmuebles, no sin lloros y sin rabia, pero voluntariamente.
S¨®lo unos pocos ecologistas de fuera de Ria?o continuaban los ¨²ltimos d¨ªas encaramados a los tejados de las viviendas, e incluso ellos abandonaban su actitud pac¨ªficamente en cuanto la Guardia Civil sub¨ªa a conminarles a deponer su actitud.
La fuerza de las palas
Mientras, los miembros del Ayuntamiento, con el alcalde a la cabeza, Huberto Alonso, de 32 a?os, trataban por todos los medios de impedir, con los escasos medios legales que ten¨ªan ya a su alcance, la continuaci¨®n de los trabajos. Querellas, interdictos, prohibiciones, apercibimientos. Todo era in¨²til. La fuerza de las palas era incontenible. Cada d¨ªa que pasaba eran m¨¢s los inmuebles derruidos y mayor la celeridad de la obra. El primer d¨ªa fueron apenas ocho edificios; el segundo, una docena, y en los dos d¨ªas posteriores se alcanz¨® ya la cifra de 40.Pr¨¢cticamente, todos los servicios b¨¢sicos -del pueblo -el edificio de Correos y tel¨¦fonos, los pocos hostales de la localidad (que estos d¨ªas se encontraban al completo), las casas de comida, el panadero y el carnicero- recibieron la orden de desalojo. Tambi¨¦n la farmacia y las tiendas de comestibles se aprestaban a cerrar para su traslado. El jueves fue el ¨²ltimo d¨ªa en que los periodistas llegados de fuera pudieron comer un cocido en un restaurante del pueblo. Los due?os advirtieron que esa misma tarde comenzaban a desalojar y que, por tanto, no podr¨ªan ya dar nuevas comidas.
Desolaci¨®n
La desolaci¨®n era total. Las calles, destrozadas por el paso de la monstruosa maquinaria y la acci¨®n de las barricadas incendiadas, eran un continuo trasiego de carromatos y tractores cargados hasta los topes de muebles, bicicletas desvencijadas, camas, pacas de heno. Todo ello ante la mirada un tanto incr¨¦dula de los ni?os y de miembros y miembros de la Guardia Civil -unos 300- que, portando escudos, cascos y armamento antidisturbio, ocupaban muy temprano las calles y no las abandonaban hasta muy echada la noche.Esteban Alonso, nacido hace 76 a?os en Ria?o, dec¨ªa resignado: "Esto es un avasallamiento tremendo. A m¨ª s¨ª me pagaron, pero toda esta juventud que est¨¢ en la calle no ha recibido indemnizaci¨®n ni nada. ?Ad¨®nde mandan a esta gente?".
En la defensa del valle de Ria?o est¨¢n participando diferentes colectivos ecologistas con intereses contrapuestos a los de los nacidos all¨ª, quienes fundamentalmente basan sus reclamaciones en motivos econ¨®micos. Estos ¨²ltimos, en su mayor¨ªa gente de edad y verdaderos propietarios de los inmuebles, forman el grupo de los indemnizados en los a?os sesenta. Por eso quiz¨¢, por estar ya pagados, no se atreven a ponerse en primera l¨ªnea de lucha, a pesar de que se quejan de que lo recibido por la Administraci¨®n fue "una miseria", y se limitan a apoyar a los m¨¢s j¨®venes, a los que ten¨ªan ocho y 10 a?os en aquel entonces, y que ahora se van a encontrar en la calle, despu¨¦s de haber montado negocios, haberse casado, formado familias, sin llegarse a creer nunca de verdad lo del embalse.
Sin viviendas
Estos j¨®venes, agrupados en su mayor¨ªa en la Coordinadora de Afectados de la Comarca de Ria?o (Cacor), no tienen viviendas en otras localidades, como tienen la mayor¨ªa de los que recibieron el dinero, y que, a pesar de ello, han seguido habitando los edificios de Ria?o propiedad del Estado o utiliz¨¢ndolos en ¨¦pocas de vacaciones. Pero no todo son m¨®viles econ¨®micos por parte de los ria?eses.Jos¨¦ Mar¨ªa, Alonso, hermano del alcalde y profesor de instituto en Madrid, tiene 30 a?os y se hace verdaderos quebraderos de cabeza para tratar de explicar que "no lo defendemos s¨®lo por cuestiones econ¨®micas. ?Por qu¨¦ hay gente incapaz de comprender que existe un m¨®vil que no sea el econ¨®mico, de que somos un pueblo y de que hay que salvar al pueblo como colectividad?. Quiz¨¢ la siguiente generaci¨®n no se acuerde ya de Ria?o, pero no hay que pensar en ella, sino en la de ahora".
La lucha de los vecinos de Ria?o se ha visto aderezada desde el principio por distintos colectivos ecologistas, cuyo ¨²nico m¨®vil ha sido el de salvar el valle de Ria?o, incluido el oso. Un oso al que muy pocos han visto, aunque muchos aseguran que baja al pueblo a aparearse.
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