El ej¨¦rcito de Flandes
El homenaje m¨¢s destacado a los profundos lazos que vincularon a Espa?a con los Pa¨ªses Bajos durante el per¨ªodo de los Habsburgos es, sin duda alguna, la pel¨ªcula de Jacques Feyder La kermesse h¨¦roique, ganadora de dos oscars en Hollywood, el Gran Premio del Cine Franc¨¦s y el Gran Premio del Festival de Cine de Venecia en 1935. Aparte del argumento principal, que pon¨ªa en contraste aquellas esposas flamencas, coquetas y risue?as, con los lujuriosos soldados espa?oles, alojados entre ellas, la pel¨ªcula revelaba maravillosos y poco conocidos detalles de la vida interna de las fuerzas de ocupaci¨®n espa?olas en los Pa¨ªses Bajos. ?Qui¨¦n puede olvidar al enano del regimiento con su mono, al alf¨¦rez fastidioso que prefer¨ªa encajes y bordados a los abrazos amorosos o al desgraciado soldado ahorcado por ladr¨®n?Qu¨¦ extra?o, pues, que esta pel¨ªcula, ¨²nica producida sobre el ej¨¦rcito de Flandes, no fuese filmada en Boon, en Brabante, donde la acci¨®n tuvo lugar, sino en Epinay-sur-Seine. Qu¨¦ raro que el director de la misma, aunque nacido y enterrado en Bruselas, viviera toda la vida profesional en el extranjero, principalmente en Francia. ?Y qu¨¦ curioso, tambi¨¦n, que esta pel¨ªcula, que proclamaba con generosidad los encantos del Flandes del siglo XVII, fuera recibida en los Pa¨ªses Bajos con oprobio y descontento! Los pases de la pel¨ªcula fueron repetidamente interrumpidos por el canto de esl¨®ganes hostiles, la pantalla fue bombardeada con frutas podridas, y los asientos, destrozados. Incluso hubo manifestaciones en las calles (en Amberes se produjeron 38 detenciones, y en Amsterdam, 27), convocadas principalmente por el, Movimiento Nacional Socialista (NSB). El estallido de la guerra civil en 1936 parece haber sido la causa de que la pel¨ªcula no se proyectara entonces en Espa?a.
La mala suerte de La kermesse h¨¦roique es parecida a la que sufri¨® el ej¨¦rcito que se refleja en la pel¨ªcula. Salvo en contadas ocasiones, los historiadores de los dos pa¨ªses m¨¢s entra?ablemente vinculados a aquellas tropas de Flandes, Espa?a y B¨¦lgica, han esquivado el estudio de aquel defectuoso instrumento del imperialismo. Pero aqu¨ª el ej¨¦rcito no puede caer en el olvido, y menos a¨²n, en los Pa¨ªses Bajos, puesto que en ¨¦l sirvieron unos 250.000 espa?oles entre 1543, cuando Carlos V recurri¨® a los Tercios para conquistar el ducado de Geloerland, y 1706, cuando las ¨²ltimas tropas espa?olas fueron vencidas por las fuerzas holandesas en la batalla de Ramillies. Durante un siglo y medio, unos 5.000 espa?oles pasaron, m¨¢s o menos, cada a?o por Flandes . Los tercios desempe?aron un papel muy especial como base de las relaciones entre Espa?a y los Pa¨ªses Bajos, tan importante como pueda ser el papel que las fuerzas de la OTAN juegan hoy d¨ªa en las relaciones entre Europa y Estados Unidos.
Esta circunstancia, no cabe duda, tuvo su reflejo en la cultura. Las haza?as del ej¨¦rcito de Flandes (como lo llamaron en aquella ¨¦poca) fueron conmemoradas en poemas tales como el Romancero, de Padilla; en cr¨®nicas como Los comentarios, de Mendoza, y en obras teatrales de Lope, Calder¨®n, V¨¦lez de Guevara y muchos otros, as¨ª como en grabados y pinturas en Espa?a y los Pa¨ªses Bajos del Norte y del Sur. No debe extra?ar, por tanto, que la obra espa?ola que m¨¢s ¨¦xito alcanz¨® en los Pa¨ªses Bajos fuese La vida y hechos de Estebanillo Gonz¨¢lez, hombre de buen humor, una autobiograf¨ªa escrita por un buf¨®n del ej¨¦rcito, publicada por primera vez en Amberes en 1646.
Un acontecimiento singular, la toma de Breda, en 1625, por Sp¨ªnola dio origen a numerosas pinturas (tres de Pleter Snaeyers y una de Vel¨¢zquez), a un enorme grabado de Callot y a una comedia de Calder¨®n, as¨ª como a otros memorables tributos en forma de panfletos, art¨ªculos e impresos. S¨®lo la descripci¨®n de tal propaganda llev¨® al hispanista holand¨¦s Sim¨®n Anselmus Vosters, no menos de 227 p¨¢ginas . El mismo ej¨¦rcito publicaba sus actividades. Aunque no parece que hubiera un artista oficial de la guerra, los pintores de Amberes Sebasti¨¢n Vrancx y Pieter Snaeyers se aseguraron de que cada jornada b¨¦lica quedara reflejada en lienzos y, hacia 1630, el secretario militar Jean-Antolne Vincart comenz¨® a publicar una relaci¨®n de las campa?as de cada a?o.
El ej¨¦rcito de Flandes no fue, por tanto, una fuerza ordinaria. Ninguna otra milicia en Europa estuvo en permanente movilizaci¨®n durante 150 a?os, con una media de 60.000 hombres en armas, de los que normalmente entre 5.000 y 10.000 eran espa?oles, desde 1572 hasta 1654. Esta permanencia, sin embargo, no fue enteramente un signo de poder. El papel del ej¨¦rcito de Flandes fue parecido al del ej¨¦rcito de Francia en Argelia durante los a?os cincuenta de este siglo, y al de los americanos en Vietnam durante los a?os sesenta y setenta. El ej¨¦rcito estaba comprometido en una guerra que, desde el punto de vista militar, podr¨ªa ganar, pero que siempre perder¨ªa en el plano pol¨ªtico y diplom¨¢tico. Realmente, a partir de 1570 cada victoria militar era casi siempre contrarrestada por una derrota pol¨ªtica: el asedio de Amberes en 1585 origin¨® el tratado de Nonsuch, que aport¨® ayuda militar inglesa para la Rep¨²blica de las Provincias Unidas, y se podr¨ªan citar m¨¢s ejemplos como ¨¦ste. Esta combinaci¨®n de invisible derrota con victoria aparente, que fue una de las caracter¨ªsticas de casi todas las guerras coloniales desde 1945, dio al conflicto de los Pa¨ªses Bajos el sabor m¨¢s distintivo de su larga permanencia .
Nada parec¨ªa capaz de parar a los espa?oles. En los Pa¨ªses Bajos otros ej¨¦rcitos hubieran seguido presionando al enemigo despu¨¦s de la rendici¨®n de Harlem, en 1573, o de la victoria ole Mook, en 1574, para someterlo completamente. Los espa?oles, en cambio, se amotinaron. Otros ej¨¦rcitos no hubieran conseguido rehacerse despu¨¦s de las derrotas de Nieuwpoort o de Rocroi; sin embargo, los espa?oles se rehicieron para luchar al d¨ªa siguiente. Pero nunca firmaron la paz. Estas proezas no fueron las ¨²nicas. El ej¨¦rcito de la Rep¨²blica de Holanda tambi¨¦n mantuvo una existencia casi permanente desde 1570. Compuesto por distintas unidades aut¨®nomas, la Brigada Escocesa fue, sin duda, la m¨¢s famosa. Desde 1572 hasta 1790, mucho despu¨¦s de que los espa?oles se hubieran marchado, unos 2.000 mercenarios escoceses lucharon lealmente por la Rep¨²blica, y cientos de ellos se casaron con holandesas, manteniendo al tiempo una estrecha relaci¨®n con sus compatriotas, los comerciantes escoceses que les suministraban productos de su tierra y los estudiantes escoceses que acud¨ªan en bandadas a la universidad de Leiden . He aqu¨ª, pues, una relaci¨®n militar, cultural y econ¨®mica de considerable importancia, pero que, sin embargo, no ha dejado huella alguna en los Pa¨ªses Bajos. ?Por qu¨¦? Seguramente porque los escoceses, al contrario de los espa?oles, nunca tuvieron
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El ej¨¦rcito de Flandes
Viene de la p¨¢gina anteriorinfluencia alguna sobre el Gobierno al cual sirvieron. En cambio, el comandante del ej¨¦rcito de Flandes, a excepci¨®n de unos cuantos meses en 1577 y en 1581, y bajo los archiduques, controlaba ampliamente el sistema del Gobierno civil de los Pa¨ªses Bajos espa?oles. En 1567, Margarita de Parma, cabeza del Gobierno civil, sobreviv¨ªa unos meses tan s¨®lo a la llegada del duque de Alba y de sus tercios a Bruselas. Estaba claro que el hombre que controlaba el Ej¨¦rcito ten¨ªa tambi¨¦n que controlar los medios para pagarlo, acantonarlo y trasladarlo.
En 1580 fracas¨® un intento de restaurar una cabeza de Estado independiente, y la divisi¨®n de la autoridad bajo los archiduques Alberto e Isabel funcion¨® solamente gracias al sorpre6dente tacto y destreza financiera del general¨ªsimo Ambrosio Sp¨ªnola. Otras veces, el jefe supremo del ej¨¦rcito, aconsejado principalmente por soldados y oficiales espa?oles e italianos, dirigi¨® las pol¨ªticas financiera, judicial, econ¨®mica y social del pa¨ªs entero. Esta evidente presencia del ej¨¦rcito de Flandes en todos los ¨®rdenes de la vida en los Pa¨ªses Bajos trajo consigo muchos otros cambios. Comparar el Atlas de Jacques van Deventer terminado en 1572, con el de Johan Blaen, editado en 1649, es contemplar el cambio de la geograf¨ªa urbana de un pa¨ªs. Los dibujos de Van Deventer, correspondientes al per¨ªodo 1550-1560, muestran pocas ciudades equipadas con fortificaciones al estilo italiano, el ¨²nico que ofrec¨ªa protecci¨®n contra los bombardeos de la artiller¨ªa pesada. De las 107 ciudades se?aladas en el mapa de Blaen, de 1649, solamente 25 de ellas carec¨ªan de la traza italiana. No era barato edificar fortificaciones as¨ª. El ejemplo de la ciudadela de Amberes, edificada entre 1568 y 1571 es t¨ªpico: durante los cuatro a?os que dur¨® su construcci¨®n, fueron colocados 30 millones de ladrillos en forma de estrella, con un palacio en el centro. El coste total de la excavaci¨®n, edificaci¨®n y decoraci¨®n ascendi¨® a unos 800.000 florines, que fueron repartidos entre las varias empresas que llevaron a cabo el proyecto. Todas ellas parecen haber ganado buen dinero con sus respectivos contratos. Pero, adem¨¢s, la edificaci¨®n de la ciudadela dio trabajo durante cuatro a?os a cientos de otros trabajadores. Despu¨¦s de que los constructores completaran su labor, el aprovisionamiento de alimentos, tejidos y equipos a la guarnici¨®n de la ciudadela, compuesta de 1.500 espa?oles, fue una fuente de ingresos para muchos de los habitantes de Amberes, mientras que la artiller¨ªa y las municiones requeridas para su defensa proporcionaron trabajo en cantidad a los arma dores de Mechelen, Lieja y otras ciudades. Generalmente, las facturas de los constructores fueron pagadas en su totalidad y puntualmente. Los archivos est¨¢n repletos de autorizaciones de pagos, recibos y facturas de los proveedores de alimentos, uniformes y alojamiento re queridos cada a?o por los 70.000 hombres y dem¨¢s apoyo log¨ªstico. La guerra contra los holandeses tambi¨¦n produjo beneficios en muchos otros sectores. Estaban las ganancias de los banqueros, que transfer¨ªan los fondos enviados por Espa?a a la pagadur¨ªa del ej¨¦rcito. Estaban los corsarios de Dunkerke, que apresaron m¨¢s de 3.000 barcos de la Rep¨²blica entre 1621 y 1646, lo que costaba a este Gobierno un mill¨®n de florines por a?o en mercanc¨ªas y a¨²n m¨¢s en los rescates pagados por los presos de guerra . Pero, ?qui¨¦n puede hacer un fiel balance de las p¨¦rdidas y ganancias ocasionadas en una guerra como ¨¦sta?
Los historiadores deben sentirse agradecidos al c¨¢lculo recientemente estimado por el profesor Brulez de Gante, quien sugiere que el gasto militar absorbi¨® sobre el 16% del producto nacional bruto de los Pa¨ªses Bajos espa?oles, durante los ¨²ltimos a?os del siglo XVI, un severo lastre para una econom¨ªa subdesarrollada . Pero Brulez ha considerado s¨®lo los gastos fijos. Naturalmente, excluye el pillaje y el saqueo, la salvaje destrucci¨®n de la propiedad, las matanzas de agricultores y sus ganados, los rescates y confiscaciones, etc¨¦tera. ?Qui¨¦n puede asentar las p¨¦rdidas de los miles cuyas vidas fueron quebrantadas por la pol¨ªtica espa?ola y que prefirieron el exilio a la obediencia? Entre 1540 y 1630, quiz¨¢s unos 175.000 habitantes del territorio que hoy llamamos B¨¦lgica abandonaron sus casas y, de ellos, 150.000 encontraron refugio en la Rep¨²blica, al Norte. Muchos de estos exiliados eran verdaderas autoridades en sus respectivos campos: 300 sacerdotes calvinistas, as¨ª como muchos di¨¢conos y oficiales, se establecieron en parroquias del Norte. Desde Flandes y Brabante, 375 pintores, incluyendo Hals, Cuyp, Van Ostade y Van der Velde, llegaron tambi¨¦n procedentes del Sur, as¨ª como los dramaturgos Vondel y Berlaeus, el arquitecto Lieven de Key y m¨¢s de 400 profesores de escuelas y universidades. Finalmente, dos tercios de los editores y libreros activos en la Rep¨²blica antes de 1630 eran exiliados del Sur. Ser¨ªa imposible estimar su influencia en el desarrollo de la lengua, la cultura y la religi¨®n de la Rep¨²blica, as¨ª como las consecuencias de su p¨¦rdida para el Sur. Aunque algunos cat¨®licos del Norte se refugiaron en las provincias obedientes, su n¨²mero y su influencia fueron mucho menores .
Pero muchos pensar¨ªan que he olvidado el elemento m¨¢s importante en la relaci¨®n Espa?a-Pa¨ªses Bajos: el odio, dado que,. sin duda, la caracter¨ªstica m¨¢s palpable y permanente de esta larga relaci¨®n conflictiva no fue la del mutuo reconocimiento' y cooperaci¨®n; sino la de la mutua sospecha y hostilidad. Para los espa?oles, todos los flamencos eran gordos, sucios y borrachos, infectados todos por la herej¨ªa. Frente a esta imagen, los del Norte respondieron con una sofisticada leyenda negra. El Spieghel der Jeught, publicado por primera vez en 1615 y ampliamente usado en las escuelas de la Rep¨²blica, presentaba a los j¨®venes una gran selecci¨®n de atrocidades cometidas por los espa?oles, mientras que las varias ediciones holandesas de la brev¨ªsima relaci¨®n de fray Bartolom¨¦ de las Casas, la Brev¨ªsima relaci¨®n de la destrucci¨®n de las Indias, ilustradas minuciosamente con dibujos casi pornogr¨¢ficos de Theodore de Bry, registraban la suerte de aquellos que no hab¨ªan conseguido echar a los espa?oles .
De nuevo, parece extra?o que no se haya escrito todav¨ªa ning¨²n tratado sobre el tema de la leyenda negra de Holanda para ponerlo al lado de los interesantes estudios de S. A. Arnoldson sobre las versiones italianas, y alemanas y el de W. S. Maltby sobre la leyenda negra en Inglaterra. S¨®lo tengo conocimiento del rico, pero desgraciadamente breve, art¨ªculo de Koenraad Swart, en la excelente serie Britain and the Netherlands .
Las relaciones entre la Gran Breta?a y los Pa¨ªses Bajos constituyen un tema que atrae mucho la atenci¨®n y que crea grandes reputaciones: C. N. Clark, Charles Wilson, Pieter Geyk. Las relaciones entre Francia y los Pa¨ªses Bajos se sit¨²an en segundo lugar. Ambos temas son objeto de congresos y simposios frecuentes, que re¨²nen a historiadores de ambas partes. Yo, desde aqu¨ª, les deseo una fecunda continuidad. Pero, ?no es curioso que nada similar haya sido organizado sobre el tema Espa?a y los Pa¨ªses Bajos? Porque, entre 1540 y 1640, Espa?a jug¨® un papel econ¨®mico, intelectual y pol¨ªtico en los Pa¨ªses Bajos m¨¢s importante que el de cualquier otro pa¨ªs. Escribir sobre los Pa¨ªses Bajos en la ¨¦poca moderna sin referirse a la relaci¨®n especial que mantuvieron con Espa?a es como escribir sobre la Argelia actual sin referirse a Francia, o sobre Irlanda sin mencionar su relaci¨®n melanc¨®lica e ¨ªntima con el Reino Unido.
Los contactos con otros pa¨ªses pueden ser m¨¢s interesantes y menos sensitivos, pero siempre ser¨¢n, por comparaci¨®n, secundarios. Puede haber muchos planetas, pero no hay m¨¢s que un solo Sol. En la historia moderna de los Pa¨ªses Bajos, por mucho que ellos se resistan a admitirlo, el Sol se levantaba y se pon¨ªa en Espa?a.
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