La crisis
DESHOJAN LOS comentaristas la margarita sobre si hay crisis o no hay crisis de Gobierno. Deshoje in¨²til. Crisis claro que hay, lo que no implica la necesidad de que se acometan cambios. ?stos han sido solicitados, despu¨¦s de las elecciones locales -y aun antes- por prominentes figuras del partido socialista: Nicol¨¢s Redondo, Joaqu¨ªn Leguina, Pasqual Maragall, Pablo Castellano. Salvo Redondo, que encuentra las ra¨ªces de su representaci¨®n fuera del poder del Gobierno, ninguno de estos suaves disidentes de la pol¨ªtica oficial ha anunciado, empero, su disposici¨®n a abandonar el cargo o a plantear una disidencia profunda -desde dentro del propio partido- a las l¨ªneas maestras de la pol¨ªtica de Felipe Gonz¨¢lez.Los comentarios han subido de tono, sin embargo, despu¨¦s de las declaraciones del ministro Barrionuevo en las que se ha pronunciado reiteradamente por medidas de talante antidemocr¨¢tico, so pretexto o con motivo de la lucha antiterrorista. Ante la pregunta de si es posible defender la democracia por m¨¦todos democr¨¢ticos o hay que recurrir a v¨ªas m¨¢s expeditivas, el ministro del Interior se ha pronunciado casi sin ambages por la censura de prensa, los l¨ªmites a la acci¨®n parlamentaria, el control del poder judicial y un fuero de impunidad para los errores policiales. El ministro. de Justicia ha sido, dentro del Gobierno, quien m¨¢s claramente ha amagado una contestaci¨®n a semejantes propuestas. Pero hasta el momento, tambi¨¦n ¨¦l, dem¨®crata de toda la vida seg¨²n ha recordado en p¨²blico, se muestra dispuesto a convivir con la filosof¨ªa pol¨ªtica de Barrionuevo.
Muchos se preguntan si el ministro del Interior est¨¢ en una fuga hacia adelante, tratando de evitar su cese o de provocarlo, seg¨²n las interpretaciones, o sus repetidas declaraciones -ayer, sin ir m¨¢s lejos, al diario romano Il Messaggero- son fruto de una estrategia pol¨ªtica de altura. Es evidente que las declaraciones de Barrionuevo no buscan aumentar el sustento de izquierdas, o el simplemente democr¨¢tico, o matizadamente liberal, al Gobierno. Es obvio que no pueden ser no ya populares, sino apenas comprendidas entre los militantes socialistas, y que, con la excepci¨®n del propio presidente -y aun ¨¦ste midiendo sus palabras-, no ha recibido apoyo ostensible alguno por parte de sus compa?eros de Gobierno. Pero cabe preguntarse si Barrionuevo es tan torpe que no sabe estas cosas que conoce todo el mundo o tan h¨¢bil que se encuentra embarcado en la tarea de hablar a un auditorio diferente, importante no por su influencia electoral, sino por su poder f¨¢ctico (las fuerzas de seguridad).
Es dif¨ªcil establecer una distinci¨®n meridiana entre lo que de crisis pol¨ªtica exista en todo este debate -una crisis puesta de relieve por la bajada electoral en las municipales y auton¨®micas y por los enfrenta mientos con los sindicatos- y lo que obedezca a motivaciones concretas de la lucha antiterrorista y a reacciones crispadas de los institutos armados. El fragor de las palabras y lo doloroso de los hechos no per mit e quiz¨¢ detectar los perfiles de la preocupaci¨®n que por la escalada de violencia comienza a vivirse en el Gobierno. El atentado contra Enpetrol primero, el de Hipercor despu¨¦s y el ataque contra las instalaciones de Campsa m¨¢s tarde, han marcado un salto cualitativo de extrema importancia en la estrategia de ETA: el paso de un terrorismo orientado principal mente al asesinato alevoso de militares y polic¨ªas -ayer cuatro guardias fueron v¨ªctimas de un nuevo y repugnante atentado- y a la extorsi¨®n, mediante la amenaza o el secuestro, a otro mucho m¨¢s indiscriminado, que no duda en provocar decenas o aun centenares de muertos si es preciso. Independientemente de las escisiones y las contradicciones que esto pueda estar produciendo en Herri Batasuna, es absurdo su poner que, ni aun en su loquinaria actitud, los bandoleros etarras consideren un error la colocaci¨®n de bombas en supermercados o refiner¨ªas, con su secuela previsible de horrendas matanzas. No se trata de un error, sino de un nuevo estadio de la amenaza. Y es l¨®gico pensar, que las reacciones del Gobierno vienen marcadas por este an¨¢lisis.
Coincidiendo con las declaraciones del ministro Barrionuevo, hemos asistido al traslado del n¨²mero dos hist¨®rico de ETA, Ant¨®n Etxebeste, de Ecuador a Argelia, en un intento de retomar un di¨¢logo con la direcci¨®n de los terroristas, y a un esfuerzo por demostrar que la informaci¨®n policial sobre ¨¦stos no es tan baja como de los hechos podr¨ªa deducirse. El ¨¦xito de la detenci¨®n de una parte del comando Madrid en Zaragoza fue oscurecido por el ataque con granadas al Gobierno Militar de San Sebasti¨¢n. Y el atentado de ayer indicar¨ªa que ETA pretende demostrar que su paso al terrorismo indiscriminado no le hace abandonar la pr¨¢ctica habitual de las bombas contra convoyes policiales. Estamos ante una escalada terrorista que ha generado reacciones tan preocupantes como las de Fomento del Trabajo de Barcelona y respuestas p¨²blicas tan desafortunadas como las del propio ministro del Interior. Pero otros sectores se est¨¢n moviendo tambi¨¦n.
No dudamos de las dificultades que la situaci¨®n comporta y de lo delicado de la misma, pero la insistencia de Barrionuevo en hacerse notar, sobre la improcedencia de lo que dice, suscita las dudas sobre su verdadera motivaci¨®n. Por lo dem¨¢s, defender la democracia a base de terminar con ella ser¨ªa otorgar un triunfo a los terroristas sin precedente. Y si esta pol¨ªtica de declaraciones tiende a apaciguar ¨¢nimos castrenses o policiales soliviantados, amenaza con soliviantar, por su parte, unos cuantos millones de conciencias democr¨¢ticas. El poder necesita solidaridad en la lucha contra el terrorismo, pero ha de basarla en la solidaridad del propio poder con los ciudadanos. Las dudas que en el seno del Gobierno y de su partido se perciben, la ambig¨¹edad de tantos ministros que no quieren estar a favor ni en contra de su colega de Interior, la indefinici¨®n, en fin, de lo que sucede, es lo que enmarca los caracteres de la crisis a la que nos refer¨ªamos.
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