Thatcher cree en Reagan
La primera ministra brit¨¢nica hace una profesi¨®n de fe en el presidente de EE UU
Margaret Thatcher hizo el viernes en la Casa Blanca una declaraci¨®n de fe en Ronald Reagan. "Se est¨¢n produciendo cambios hist¨®ricos en la URSS. Hoy, m¨¢s que nunca, la alianza occidental necesita el liderazgo de EE UU. Este presidente est¨¢ capacitado como nadie para ejercerlo y lo va a hacer", afirm¨® la primera ministra brit¨¢nica, llegada aqu¨ª en una escala de 24 horas de apuntalamiento de una presidencia maltrecha por el Irangate.
Poco despu¨¦s, Reagan, como todos los viernes, embarcaba en el helic¨®ptero Marine One con tres o cuatro pel¨ªculas de sus viejos amigos de Hollywood, Nancy y su perrito, para descansar en la residencia de fin de semana de Camp David, en las monta?as de Marryland, a cubierto del calor pegajoso de Washington y lejos del desastre Ir¨¢n-contra.Pero el esc¨¢ndalo no le abandona f¨¢cilmente, aunque la Casa Blanca explicara esta semana que Poindexter "ha absuelto" a Reagan de una implicaci¨®n directa, y la destrucci¨®n masiva de pistas llevada a cabo por sus fieles fontaneros se haya llevado por delante la esperada prueba concluyente.
Los sondeos, el verdadero term¨®metro por el que se gu¨ªa esta Administraci¨®n, insisten tercamente en que ni Reagan ni el ex consejero de Seguridad Nacional, John Poindexter, est¨¢n diciendo la verdad.
"Esto ha destruido la credibilidad de Reagan en la pol¨ªtica mundial. No hay un solo jefe de Estado informado capaz de fiarse ahora de una declaraci¨®n p¨²blica de este presidente", dice David Barber, profesor de Pol¨ªticas de la universidad Duke y autor de varios libros sobre la presidencia.
Plena confianza
La primera ministra brit¨¢nica, el l¨ªder m¨¢s fuerte de la OTAN y la aut¨¦ntica encarnaci¨®n del reaganismo de los mejores tiempos, quer¨ªa saber sobre todo si el da?o en pol¨ªtica interna causado a la Administraci¨®n por este esc¨¢ndalo es irreparable y hay que esperar a otra presidencia, o si, por el contrario, el gran comunicador ser¨¢ a¨²n capaz, aunque sea por su propia supervivencia hist¨®rica, de anudar un acuerdo de armamentos con Mijail Gorbachov antes de dejar la Casa Blanca. Margaret Thatcher, antes de volar a Jamaica, afirm¨® que "conf¨ªa plenamente" en su amigo Ron.
Al otro extremo de la avenida Pennsylvania, en el Congreso y ante los focos de la televisi¨®n, el almirante John Poindexter luchaba por hacer veros¨ªmil la historia de que Reagan no sab¨ªa nada del desv¨ªo de fondos a la contra, pero que daba igual, "s¨®lo era un detalle y el presidente lo hubiera aprobado".
Al final de otra larga semana de intensos interrogatorios, crece el escepticismo sobre la credibilidad de esta historia y aumenta el n¨²mero de los que creen que se trata de una gigantesca operaci¨®n de encubrimiento de una operaci¨®n con ribetes de criminalidad.
Lo que para el equipo de patriotas encabezado por el teniente coronel Oliver North -ya hay hamburguesas y helados Ollie, y las camisetas con su efigie desafiante del Congreso hacen furor a 10 d¨®lares (1.260 pesetas) la pieza- fue una operaci¨®n "legal, que la historia juzgar¨¢ favorablemente", constituye para Carl Bernstein, uno de los dos periodistas que revel¨® el Watergate, la demostraci¨®n de que la Administraci¨®n de Reagan ha vivido durante a?os en la ilegalidad.
Con independencia de la investigaci¨®n del Irangate, esta semana hicieron definitivamente agua dos casos de corrupci¨®n que afectan a ¨ªntimos colaboradores del presidente. Se abri¨® el juicio por perjurio y tr¨¢fico de influencias contra Michael Deaver, el creador de la imagen de Reagan desde la Casa Blanca hasta hace 16 meses. Y Lyn Nofziger, un ex asesor pol¨ªtico del presidente, fue procesado por presunta violaci¨®n de la ley de ¨¦tica en el Gobierno.
Tambi¨¦n abus¨® de su influencia en la Casa Blanca para conseguir contratos militares para una empresa privada, Wedtech. Un fiscal especial est¨¢ investigando, por la misma causa, al ministro de Justicia, Edwin Meese. ?ste declarar¨¢ esta semana ante el Congreso.
Pero la situaci¨®n de Reagan no es ni mucho menos desesperada. Ha desaparecido pr¨¢cticamente la remota posibilidad que pod¨ªa existir de que fuera procesado. Situ¨¢ndose en la estela de popularidad de North, el presidente se prepara para contraatacar con una nueva defensa, en un discurso al pa¨ªs en agosto, de la ayuda a la contra. Pedir¨¢ m¨¢s dinero y para 18 meses en vez de para un a?o.
"El testimonio del teniente coronel North ha sido muy beneficioso para los rebeldes", asegura el ex dirigente de la contra Arturo Cruz.
Mayor popularidad
Aunque todav¨ªa no es una pol¨ªtica popular en Estados Unidos, en dos semanas el apoyo a los antisandinistas ha ganado 14 puntos. Es ya del 43%, y en junio estaba en el 29%.
Estos datos provocan cierto optimismo en la Casa Blanca, que cree que puede ganar de nuevo la batalla de la ayuda en oto?o, demostrando que se equivocaban quienes cre¨ªan que el Irangate enterrar¨ªa la guerra sucia de Nicaragua.
Durante muchos meses, la pol¨ªtica exterior de EE UU, por negligencia del presidente, fue llevada por un ex comandante de destructores, graduado en f¨ªsica nuclear, sin ninguna experiencia internacional, y por un oficial de marines que "se sentar¨ªa cabeza abajo si se lo ordenara su comandante en jefe" y que cre¨ªa actuar con la autoridad del presidente.
Ronald Reagan no recuerda siquiera si aprob¨® el primer env¨ªo de armas al ayatol¨¢ Jomeini, en noviembre de 1985, una decisi¨®n que hac¨ªa a?icos la pol¨ªtica de la Administraci¨®n de no tratar con terroristas. Y en la importante decisi¨®n de financiar a los antisandinistas con los residuos de la operaci¨®n iran¨ª, Poindexter interpret¨® los deseos del presidente y dio la luz verde, sin consult¨¢rselo.
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