Postmovida
Grupos de vagabundos invaden las aceras de San Antonio de la Florida, en Madrid, haciendo campamento de la calle o reserva (a la manera de las reservas indias) de madrile?os que mueven la movida.Siempre hab¨ªamos buscado el coraz¨®n de la movida, el n¨²cleo interior a toda exterior? dad, la c¨¦lula esencial y verda dera en el tejido de la mentira Ya la hemos encontrado. En la goyesca glorieta de San Anto nio de la Florida hay tribus de alcohol, taifas de marginados, toda la flora y la fauna humana que vive hist¨®ricamente junto a los r¨ªos, que en este caso es el Manzanares. Han venido con las calores. Extienden sus col chones en la acera municipal y recocida, benefici¨¢ndose de los arreglos que ha hecho el Ayun tamiento. Si la ruptura/democracia/cambio/movida significa algo, significa esto. Ellos son algo as¨ª como la Comuna de la Revoluci¨®n que no hemos he cho. En lugar de guillotina tic nen una columna del Telef¨¦rico para reunirse a cortar cabezas dial¨¦cticamente. Son el dem¨®crata/l¨ªmite, que hace sus urgencias al anochecer, en corro, como algunas tribus animales y no animales. Hablan muy alto, hacen la pintada verbal en el aire parado de la noche y son como el ¨²ltimo cuadro que Goya no pint¨® (los goyas est¨¢n dentro, en la ermita cerrada). Cerca de la zona est¨¢ el albergue del Paseo del Rey, donde estos transicionales/l¨ªmite comen y cenan, pero no duermen, ya que prefieren las estrellas gordas del verano a las herma nas de la caridad.
Aprovechan que hace buen tiempo para dormir al raso. La noche abriga m¨¢s que una monja, entre julio y agosto. Por otra parte, en los albergues de vagabundos tienen la man¨ªa de la higiene, y estos ciudadanos entienden la movida como libertad del cuerpo y la higiene como represi¨®n del alma. Los nuevos vecinos de la intemperie, orillas del Manzanares, son los ¨²ltimos y primeros y verdaderos beneficiarios de la libertad y la democracia, esas dos fuerzas que dice Octavio Paz que ganaron la guerra civil (fue una victoria aplazada 40 a?os). La derecha, la izquierda y el Ayuntamiento se plantean, naturalmente, acabar con esta reserva de cherokees madrile?os metiendo a cada uno en su camita de albergue para pobres. Pero uno se pasea por dentro de la hipot¨¦tica empalizada como por el reino revuelto, oliente y ruidoso de la libertad. Desde las tribus primitivas, los hombres del r¨ªo eran siempre los marginales. Los hombres o los primates. Observa Edgar Morin que tambi¨¦n entre los primates hay siempre un peque?o n¨²cleo ¨¢crata y disidente Tambi¨¦n entre los primates hay una movida. Enrique Tierno ya habr¨ªa venido a cenar con esta gente.
Toda ciudad, grande o peque?a, segrega un excipiente de miseria humana, bajo cualquier sistema. Sabemos que en Copenhague, proporcionalmente, hay la quinta parte de mendigos que en Nueva York. Ahora que la movida se desvanece entre televisiones y galas oficiales, es cuando aparece la verdadera movida, la de quienes han llevado o tra¨ªdo el individualismo a sus ¨²ltimas consecuencias de grito e intemperie. Son ¨¢cratas sin saberlo. Esta movida huele peor que la otra, pero nos lleva a elegir entre la nada y el emple¨ªllo. Son la pen¨²ltima flor del mal que perfuma de vino el aire libre del cambio.
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