Carta abierta a Barrionuevo
Hace tiempo, se?or ministro del Interior, que le vengo observando. Es posible que ello no tenga nada de particular y que lo mismo les ocurra a varios millones de espa?olitos: ocupa usted un sill¨®n demasiado visible y llamativo. El hecho es que le observo. Y los resultados de esa observaci¨®n me vienen produciendo una creciente alarma. No quiero decir que sea su parcela gubernamental la ¨²nica que suscita en m¨ª esa alarma. Si en alg¨²n momento puse mis esperanzas en los socialistas, si alguna vez cre¨ª que ellos iban a tratar de cambiar la sociedad espa?ola, pronto me incorpor¨¦ al carro de los desencantados.Hoy ese carro necesita muchas ruedas, as¨ª de amplio es el desencanto. ??reas gubernamentales insatisfactorias? M¨¢s bien habr¨ªa que preguntar si existe alguna que no lo sea.
Pero la suya ha alcanzado unas cotas de descr¨¦dito que, ella sola, bastar¨ªa para justificar el rechazo en bloque de la gesti¨®n socialista, aunque todos los otros campos hubiesen ofrecido resultados satisfactorios, lo que no es el caso. La lista de sus desaciertos es tan extensa como pintoresca, y est¨¢ salpicada de an¨¦cdotas incre¨ªbles que est¨¢n en la memoria de todos.
Si hoy escribo esta carta abierta es porque sus ¨²ltimas declaraciones no es que bordeen el terreno de lo antidemocr¨¢tico o de lo inconstitucional, que eso ya hab¨ªa ocurrido con muchos actos anteriores de su gesti¨®n ministerial, sino que se adentran plenamente en ese peligroso campo. Porque lo que usted viene propugnando es algo as¨ª como que se le d¨¦ carta blanca para luchar contra el terrorismo. Y eso no vale, se?or ministro.
Contra el terrorismo hay que luchar con todos los medios. Pero, dicho esto, inmediatamente hay que a?adir una salvedad: con todos los medios democr¨¢ticos, con todos los medios que autorice la Constituci¨®n. Con todos esos medios, pero s¨®lo con ¨¦sos.
En otro caso, nos habremos salido del Estado de derecho, nos habremos convertido tambi¨¦n en unos terroristas. Y el terrorismo del Estado es el m¨¢s grave de todos, porque, a diferencia del otro, que es algo que viene de fuera, algo que se puede reprimir pero no controlar, ¨¦ste viene de dentro y priva al Estado de toda su justificaci¨®n, de toda su legitimaci¨®n.
Algo m¨¢s que bofetadas
Ataca usted a la justicia. Yo no la voy a defender. Dice usted que tiene hoy m¨¢s medios que nunca, pero que funciona peor que nunca. No voy a analizar esas afirmaciones, ni para aceptarlas ni para rechazarlas, pues ¨¦sta no es una carta de sentido corporativista, en defensa de la justicia, entre otras cosas porque el corporativismo -el judicial o cualquier otro- me parece una lacra. Acabo de recibir una circular de la Asociaci¨®n Profesional de la Magistratura, a la que, naturalmente, no pertenezco, que dice algo tan peregrino como que, ante la crisis radical en que la carrera judicial se encuentra, es funci¨®n de las asociaciones judiciales apoyar a cualquier juez que se vea de alguna manera inquietado en su actuaci¨®n jurisdiccional, sea cual sea el contenido de sus resoluciones.
Se trata de la t¨ªpica postura de pretender lavar los trapos sucios en casa, que es la forma m¨¢s segura de no lavarlos en ninguna parte. No he enviado ese escrito al juzgado de guardia porque he pensado que lo m¨¢s probable es que el juez de guardia pertenezca tambi¨¦n a la asociaci¨®n, que ya se sabe que es mayoritaria.
Ser 'progre'
Pero usted no ataca a la justicia en general. Lo hace a los que, seg¨²n usted, presumen de progresistas, aunque, tambi¨¦n seg¨²n usted, no lo sean en realidad. Es decir, ataca a los que piensa que pueden ponerle alg¨²n tipo de cortapisas en su pretensi¨®n de combatir el terrorismo por todos los medios. Dice que ser progre no consiste en meterse con la Guardia Civil y la polic¨ªa cuando da una bofetada a un terrorista. Se equivoca, se?or ministro: la Guardia Civil y la polic¨ªa no pueden dar bofetadas, ni siquiera a los terroristas. Aparte de que es f¨¢cil recordar demasiados casos en que a terroristas, y tambi¨¦n a quienes no lo eran, se les han dado algo m¨¢s que bofetadas.
Pretende tambi¨¦n que la televisi¨®n, la radio y la Prensa no sean, as¨ª lo dice usted, neutrales frente al terrorismo. Pero, con esa expresi¨®n lo que en realidad pretende de los medios de comunicaci¨®n es que no aireen los desaciertos policiales, que se autocensuren y, m¨¢s adelante, si es preciso, que se les censure, regresando as¨ª a los buenos tiempos en que la libertad de expresi¨®n brillaba por su ausencia.
?Se sumar¨¢ usted tambi¨¦n, se?or ministro, a los que ya claman por el restablecimiento de la pena de muerte? ?Aplaudir¨¢ reacciones tan inquietantes como las de Fomento del Trabajo de Barcelona? Nadie duda, se?or Barrionuevo, de que el de Hipercor fue un acto monstruoso y repugnante, un acto que cuesta trabajo comprender. Como antes el de Enpetrol, como despu¨¦s el de las instalaciones de Campsa. Yo estuve en la manifestaci¨®n de Barcelona, en la que la ciudad expres¨® su repulsa ante una barbaridad tan incalificable.
Pero esto no cambia nada de cuanto le digo sobre los medios v¨¢lidos y admisibles para luchar contra el terrorismo. Puede ser que las dictaduras autoritarias consigan resultados m¨¢s espectaculares. Seguramente era as¨ª en los tiempos franquistas. Pero usted sabe perfectamente, y si no lo sabe la cosa es m¨¢s grave, que esos resultados s¨®lo pueden lograrse a un precio que, sencillamente, no se puede pagar.
No recuerdo qui¨¦n dijo, y con esto termino, que con estado de sitio gobierna cualquiera. Lo dif¨ªcil es gobernar con libertades.
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