Las diferencias son m¨ªnimas entre los favoritos ante las ¨²ltimas etapas alpinas
Las diferencias entre los favoritos son tan escasas para la entidad de las cumbres alpinas que han de escalarse, que cualquier juicio puede resultar precipitado. Dos finales de etapa en cimas de categor¨ªa especial (el Alpe d'Huez y La Plagne) y otra en descenso tras un puerto de la misma importancia (Joux-Plane) son arsenal suficiente para permitir vuelcos, remontadas, hundimientos o, simplemente, dar la raz¨®n a un l¨ªder. S¨®lo una leyenda reciente dice que el que sale de amarillo en el Alpe d'Huez llega a Par¨ªs como l¨ªder.
Delgado lo sabe, como tambi¨¦n Roche. Ambos lo dijeron ayer, con una media sonrisa, ante la televisi¨®n francesa. El minuto que Herrera perdi¨® ayer produjo un efecto ¨®ptico final opuesto. Hace 24 horas que estaba a 8.18 del l¨ªder. Hoy, a 6.47.En el trueque entre Bernard y Roche sali¨® ganando, pero quienes rodean al colombiano saben que se mueve por estados de euforia. Perder en el Mont Ventoux y quedarse detr¨¢s de Roche y Delgado ayer han minado su moral, pero Herrera conoce la victoria en el L'Alpe; d'Huez y sabe que es monta?a donde se pueden establecer sensibles diferencias.
Quien puede cambiar de t¨¢ctica es Roche. Sabe la leyenda de esa monta?a, pero tambi¨¦n le han comentado que dicha cumbre nunca la ha ganado el l¨ªder. Pero ahora va de amarillo, en el terreno que menos domina y con los contrarrelojistas Mottet y Bernard, a 41 segundos y 1.39 minutos, respectivamente. A Roche le queda la reserva de la contra reloj de Dijon, as¨ª que sus peores enemigos son Delgado, sobre todo, y Herrera. Principalmente, si alguno de los dos ataca.
El d¨²o franc¨¦s, Mottet-Bernard, parece m¨¢s castigado que el resto. Han atacado ya, han sido l¨ªderes, han tenido malos d¨ªas, han vivido de todo. Entre Bernard y Mottet hay un ligero debate en la Prensa francesa porque ninguno de los dos ha mostrado la consistencia suficiente. Para el orgullo de Bernard, el varapalo de ayer ha tenido que ser duro, pero ha demostrado ser un corredor que sabe sobreponerse. No est¨¢n tan derrotados como parece, porque est¨¢n ah¨ª, a menos de dos minutos y con los Alpes de por medio.
Delgado y los Alpes
Y queda Delgado. Para Delgado, los Alpes son ya un viejo demonio familiar. Delgado siempre ha ca¨ªdo en los Alpes. Entre esas monta?as cuyas faldas est¨¢n repletas de veraneantes, conoci¨® sus d¨ªas malos, se rompi¨® la clav¨ªcula y se enter¨® del fallecimiento de su madre, ayer hace justo un a?o. Delgado sabe mejor que nadie, sin necesidad de que se lo recuerden los entrevistadores a diario, que su destino siempre se ha torcido en esas cumbres. Recuerda que pudo haber sido una gran estrella en 1983 cuando en su deb¨² en el Tour ara?aba el liderato y recib¨ªa la visita de Anquetil y Merckx, mientras descansaba en su hotel. Pero en los Alpes se le indigest¨® la comida y lleg¨® a perder cerca de 25 minutos al d¨ªa siguiente. Cuando Delgado. se incrust¨® contra una valla de cemento en 1984, la subida al L'Alpe d'Huez' ya le hab¨ªa resultado tortuosa, con seis minutos por detr¨¢s del primero. En 1985, termin¨®, s¨ª, y fue sexto en la general, pero no sin vivir otro mal d¨ªa. En 1986, en pleno romance Hinault-Lemond, Delgado se trasladaba en coche a Grenoble para intentar asistir al entierro de su madre.
Mejor situado
As¨ª que nadie tiene que decirle nada. ?l sabe que a¨²n no ha atacado, que esta vez ha dejado pasar los Pirineos, que quiere afrontar su destino y ver otra vez a los demonios de cerca. S¨®lo que con m¨¢s fuerzas, mejor situado que nunca, m¨¢s experto, y con algunas respuestas a su pregunta de siempre: ?Cu¨¢l es la causa de mi mal d¨ªa? Delgado quiere ver de cerca L'Alpe d'Huez de nuevo, mirarle a la cara, saber si lo que ha hecho hasta ahora ha valido para algo, si tantos an¨¢lisis m¨¦dicos, si tanta consulta, si tanta preparaci¨®n espec¨ªfica...
Pero el Tour es el Tour, como dir¨ªa Bahamontes, y la edici¨®n de 1987 resulta la m¨¢s interesante, agresiva, emocionante, de la presente d¨¦cada. Tal es el beneficio de un Tour abierto, o de un Tour sin un l¨ªder autoritario. Aqu¨ª ya nadie pide permiso a nadie y Roche viajar¨¢ hoy de amarillo, pero con la cara descubierta, sin lugartenientes, casi sin equipo. S¨®lo en 1983, con Delgado tras los pasos de Fignon, el Tour lleg¨® a los Alpes sin favorito. En 1984, Fignon impresionaba. En 1985, Hinault celebraba su equiparaci¨®n con Anquetil y Merckx mientras Lemond cortaba cabezas y Herrera le pon¨ªa una silla de mano para: subirle por las cumbres. En 1986, s¨®lo Lemond e Hinault corr¨ªan el Tour y se daban la mano, firmaban la paz y sellaban una particular ley sucesoria, precisamente subiendo L'Alpe d'Huez. En esos a?os, los t¨ªmidos aspirantes navegaban entre los seis y los 12 minutos del l¨ªder y esperaban el milagro de un severo desfallecimiento. En 1987, nada es igual. Todos est¨¢n cerca. Basta con saber elegir rueda o con atacar en el momento preciso. Los Alpes dir¨¢n. Hablan hoy, ma?ana y pasado.
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