Alternativas a la cárcel
Se habla en el editorial titulado Alarma en las cárceles, publicado el 4 de julio, de una "política fluctuante, así como las resistencias que oponen a la misma la práctica generalidad de los funcionarios", sin que se aclare ni se desprenda siquiera del contexto, en qué consiste esa política y desde dónde y hasta dónde fluctúa, no encontrándose, por consiguiente, razón de ser a esa supuesta resistencia hacia algo que, al dársenos como fluctuante, en algún momento habrá de presentarse como no contradictorio.Pero, dejando a un lado argumentaciones retóricas y asumiendo de antemano cualquier tacha corporativista, pongo en duda la reduccionista afirmación de que los funcionarios -en general- hayan valorado como un ataque a sus intereses la política de respeto a la dignidad humana de los reclusos, así como la reeducación y reinserción social de los mismos, pues, entre otras muchas razones, en poco o en nada nos va el empe?o.
Por otra parte, los esenciales problemas del sistema penitenciario, a mi entender, más que en actitudes filosóficas o políticas de oposición al espíritu de la ley penitenciaria, hay que buscarlos en aspectos más concretos del cotidiano actuar, que aquí, por cuestión de espacio, sería imposible analizar. No obstante, algunos pueden quedar apuntados: vetustos edificios todavía al uso, y los nuevos con serias deficienclas de construcción; descompensación entre dotación de efectivos de personal y el galopante incremento de la población reclusa en los últimos tiempos; preocupante superpoblación en algunos centros, coincidiendo con que otros se encuentran en obras de reforma y remodelación; no siempre adecuada clasificación interior y por grados de tratamiento de los internos; relación entre los juzgados de vigilancia y la administración penitenciaria; drogas y su incidencia en la convivencia de los intentos; SIDA y sus repercusiones entre los internos y funcionarios; escasa eficacia, en estas condiciones, del tratamiento, etcétera.- Director del Centro Penitenciario de Jóvenes de Cáceres 11. .
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