Los nuevos p¨ªcaros
Qien no se ha llevado alguna vez un bol¨ªgrafo del trabajo para usarlo en casa o d¨¢rselo a sus hijos? ?Cu¨¢ntas veces las enfermedades son s¨®lo la excusa de una mala salud ficticia para evadir as¨ª un trabajo desagradable o unas malas relaciones con el jefe o alg¨²n compa?ero? ?Qu¨¦ decir del jarr¨®n chino que un laboratorio farmac¨¦utico regala a un m¨¦dico para inducirle a recetar determinados medicamentos o de la cesta de Navidad al oficial del juzgado para la agilizaci¨®n de un proceso? ?Se trata, en todos estos casos, de un fraude, un cohecho, una sisa, una actividad picaresca?Estos comportamientos, pese a su consideraci¨®n de desviados, son m¨¢s la regla que su excepci¨®n. Sus variedades dependen del tipo de trabajo desempe?ado. No todos los traba os ofrecen la misma posibilidad de acceder a unos beneficios que podr¨ªan denominarse como extraordinarios y calificables, seg¨²n la ¨®ptica utilizada, de ganancias extraoficiales, sobresueldo, soborno, compensaci¨®n o sisa, que es el t¨¦rmino que utilizan los autores anglosajones.
Es obvio que algunas de estas pr¨¢cticas son harto antiguas y hunden sus ra¨ªces en la historia, raz¨®n por la que pretendemos entroncarlas con la picaresca, aun a sabiendas de las diferencias que separan tales actuaciones. Algunos estudiosos del terna se?alan que las tensiones internas de la cultura barroca tienen un cierto parecido con las tensiones a las que est¨¢ sometida en la actualidad la sociedad occidental. Adem¨¢s, tanto el sisador, pese a la frecuencia de su pr¨¢ctica, como el p¨ªcaro se mueven en un terreno fronterizo entre la legalidad y la ilegalidad. Ambos caracteres subrayan la oposici¨®n o el resentimiento, ante, determinados usos o normas sociales. Se ha dicho de los p¨ªcaros que expresaban el resentimiento social de la gente m¨ªsera contra las clases privilegiadas. El sisador moderno, igualmente, pondr¨ªa de manifiesto el resquemor contra el jefe, la empresa, el Estado o una organizaci¨®n del trabajo que cada vez m¨¢s merma sus posibilidades de autonom¨ªa. La sisa ser¨ªa, pues, una revancha contra ciertas formas de explotaci¨®n en un intento no consciente de recuperar parte de la plusval¨ªa arrancada, aunque de un modo espurio, directamente emparentado con las pr¨¢cticas que la sociedad capitalista estimula.
La novela picaresca relata diferentes situaciones y tipos que daban lugar a diferentes variedades de escamoteo, valoradas de manera desigual: no era lo mismo sisar a un hidalgo muerto de hambre que a un cardenal o a un caballero hacendado. En la actualidad ocurre algo parecido. Cada trabajo muestra diversas posibilidades de beneficios paralegales; en algunas ocupaciones se alienta incluso este tipo de pr¨¢cticas, consider¨¢ndolas parte del salario, y no se juzga de igual modo la sisa al ama de casa o al peque?o comerciante que la cometida en una gran empresa o a la Hacienda p¨²blica.
Una ¨²ltima caracter¨ªstica a destacar ser¨ªa la existencia de reglas en el arte de la sisa. Mateo Alem¨¢n, en su Guzm¨¢n de Afarache, aporta un amplio repertorio de las "ordenanzas mendicativas" que reg¨ªan entre los mendigos de Roma. Las reglas actuales no llegan a tener una codificaci¨®n tan minuciosa: la mayor¨ªa de las veces son impl¨ªcitas, pero tan imperiosas que se?alan las cantidades, los momentos id¨®neos, los objetos susceptibles de tales pr¨¢cticas y las diferenciaciones que introduce la posici¨®n jer¨¢rquica.
Con el fin de clasificar las distintas pr¨¢cticas utilizaremos dos dimensiones b¨¢sicas: el modo de realizaci¨®n del trabajo -es decir, si se realiza individualmente o en grupo- y la manera como se ejerce el control sobre el trabajo: las situaciones de alto control son aquellas en las que el trabajador tiene pautados sus movimientos y predeterminadas sus actuaciones, mientras que las situaciones de bajo control permiten al trabajador una cierta autonom¨ªa en la realizaci¨®n de su quehacer laboral. El entrecruzamiento de estas dos dimensiones permite establecer cuatro tipos de sisa, seg¨²n las distintas ocupaciones. Para denominar a cada uno de estos tres tipos hemos elegido cuatro figuras de la picaresca espa?ola, aun a sabiendas de que la correspondencia existente es m¨¢s expresiva que descriptiva del tema en cuesti¨®n. Ve¨¢moslo.
LOS ALFARACHES
Son unas figuras que nos resultan familiares, pues algunos de sus espec¨ªmenes m¨¢s conspicuos cundieron como flor de mayo durante la dictadura. Una posici¨®n clave en ciertas instituciones oficiales dota a sus ocupantes de informaciones e influencias valiosas en temas como la especulaci¨®n inmobiliaria, origen de grandes y r¨¢pidas fortunas. Otros alfaraches han gozado de influencias para acelerar o conseguir permisos de importaci¨®n de determinados materiales, o favorecer la adjudicaci¨®n de contratas para las administraciones p¨²blicas, general mente recompensadas de manera extra oficial. Estas actividades tambi¨¦n abundaron en muchos pa¨ªses europeos durante la posguerra.
Los alfaraches trabajan solos y en situaciones de bajo control, lo que les dota de la capacidad de negociar individualmente sus recompensas, aun cuando son asalariados. As¨ª sucede con los altos ejecutivos, y en especial los del ¨¢rea comercial, quienes poseen diversos tipos de remuneraciones, salariales y en especie, para evitar los controles fiscales y su repercusi¨®n en la declaraci¨®n de la renta: el coche ostentoso, la vivienda, la afiliaci¨®n al club deportivo o social, la tolerancia en los llamados gastos de representaci¨®n, prebendas todas ellas que, seg¨²n se afirma, tratan de compensar la iniciativa, el riesgo en tareas dif¨ªciles, complicadas o reservadas y los logros obtenidos.
La utilizaci¨®n del tiempo adquiere matices peculiares en este tipo de ocupaciones. La m¨¢xima del alfarache ser¨ªa "el tiempo es oro", con la particularidad de que es un oro l¨ªquido que se derrama impidiendo su exacta contabilidad, con la excusa de que lo importante es la calidad y no la cantidad. As¨ª, no s¨®lo los horarios son flexibles, sino que caben m¨²ltiples actividades; es el caso de los m¨¦dicos que atienden enfermos privados en su puesto de trabajo p¨²blico o los profesores de prestigio que atienden consultas profesionales, asesoran editoriales, colaboran en los medios de comunicaci¨®n, etc¨¦tera, dentro de su dedicaci¨®n acad¨¦mica, pues ello acrecienta el prestigio de la instituci¨®n que los emplea y esconde el pago de unos haberes inferiores al estatuto social de su profesi¨®n.
La diversificaci¨®n de actividades fragmenta la lealtad del alfarache a una sola instituci¨®n, reduciendo as¨ª el grado de control al que est¨¢ sometido; adem¨¢s, el entrecruzamiento de lealtades hace que las ocasiones de escamoteo sean mayores; ejemplos se?eros son los esp¨ªas, o los corredores independientes o brokers.
Los alfaraches proliferan en las ocupaciones donde el llamado capital humano es lo m¨¢s importante. Son las personas que oscilan m¨¢s acordemente con la ley de la oferta y la demanda; su posici¨®n les acerca a las zonas privilegiadas del sistema. Son aspirantes a capitalistas, y, en cierta forma, incorporan n¨ªtida y expresivamente los valores dominantes. Algunas de sus actividades se acercan o entran de lleno en los delitos de cuello blanco. Los alfaraches reflejan una imagen pr¨ªstina de los valores esenciales del sistema capitalista.
LOS LAZARILLOS
Los lazarillos representan la otra cara de la moneda, el polo opuesto de los alfaraches. Realizan su trabajo en un relativo aislamiento, en una situaci¨®n de alto control que les deja poca libertad de movimientos. Su sisa podr¨ªamos tildarla de reactiva, pues su objetivo primordial consiste en recuperar cierto grado de control sobre las tareas que realiza. Cuando el trabajo es excesivamente constrictivo, pueden recurrir al sabotaje, o a actos deliberados de mutilaci¨®n o de destrucci¨®n que reducen la tensi¨®n y la frustraci¨®n a las que est¨¢n sometidos.
Las posibilidades de sisa de este grupo de tareas (entre las que podemos incluir a las cajeras de supermercados, las taquilleras del metro, los conductores de autob¨²s, las telefonistas o algunos pues tos de la cadena de montaje) son escasas, por lo que el escamoteo m¨¢s frecuente es el del tiempo de trabajo, que toma una variada gama de formas, des de el absentismo m¨¢s patente (con baja m¨¦dica incluida) hasta las variedades m¨¢s larvadas donde se aceleran los ritmos de trabajo en determinadas fases de la jornada para poder disfrutar de peque?os descansos y fumarse un cigarrillo, leer el peri¨®dico, charlar con los compa?eros o tomarse un refresco.
Las tareas del lazarillo son mon¨®tonas y repetitivas, pues, aunque una taquillera atiende a una gran cantidad de p¨²blico diverso, ve muchas caras siempre desde la misma ¨®ptica. La telefonista pone en comunicaci¨®n a centenares de usuarios, pero no podr¨¢ salirse del recitado de frases estereotipadas y rituales que le impiden un mayor acercamiento a esa voz que la solicita, tal vez a muchos kil¨®metros de distancia. As¨ª pues, en la mayor¨ªa de los casos, s¨®lo resta ganar algo de tiempo para m¨ªnimos desahogos personales, evitando sentirse invadido hasta sus ¨²ltimos resquicios por un trabajo cuyo control es ajeno al lazarillo hasta en sus m¨¢s m¨ªnimos detalles.
En algunos casos, la sisa es de un orden diferente, como aquella cajera de un supermercado que en cada operaci¨®n sustra¨ªa peque?as cantidades de dinero, que no quedaban registradas en la caja. La sisa era frecuente y repetitiva como la propia tarea, pero proporcionaba nuevos motivos e intereses en el trabajo e incluso en el oculto deseo de enga?ar a la m¨¢quina.
LOS MONIPODIOS
Los monipodios son puestos caracterizados por un trabajo realizado en grupo y sometido a un estrecho control por la organizaci¨®n que los emplea. Aqu¨ª pueden encuadrarse muchas de las ocupaciones desempe?adas por la clase obrera tradicional: mineros, estibadores, pescadores, basureros, alba?iles y trabajos realizados en las instituciones cerradas, manicomios, c¨¢rceles, barcos, etc¨¦tera.
La sisa de los monipodios es creativa, afecta a todos los miembros del grupo de trabajo, de modo que la actividad picaresca resulta muy estructurada. En primer lugar, existen unos procesos de admisi¨®n al grupo que suponen un per¨ªodo de prueba para el ne¨®fito antes de poder acceder a la sisa. De ah¨ª que en ¨¦pocas pasadas se reclutara a los candidatos de entre sus familias. Una vez superada la prueba, el nuevo miembro pasa a ocupar un lugar en la estructura informal del grupo, estructura jerarquizada de manera que nadie tenga un acceso exclusivo a la sisa y donde las posibilidades de escamoteo son mayores a medida que se ocupa un lugar superior en la jerarqu¨ªa. El acceso a estos puestos superiores suele regularse mediante los criterios de edad y antig¨¹edad, ya que la experiencia en la sisa es esencial. Por ello, los monipodios suelen ser conservadores: la continuidad y la estabilidad protegen al grupo de la competencia y la rivalidad entre sus miembros. Los cambios organizativos o tecnol¨®gicos entorpecen los m¨¦todos tradicionales de sisa, motivo por el que son rechazados, como ocurri¨® entre los estibadores ante la introducci¨®n de contenedores para el transporte mar¨ªtimo de mercanc¨ªas o entre los basureros al generalizarse el liso de bolsas de basura selladas.
Los bienes m¨¢s vulnerables a la sisa de los monipodios son, entre otros, la comida en algunas instituciones cerradas, los ladrillos que se dejan apilados al pie de obra, el pescado antes de ser alotado, la carga mar¨ªtima aparentemente an¨®nima que se almacena en los muelles del puerto, algunos objetos reutilizables arrojados a la basura, etc¨¦tera.
Una ¨²ltima caracter¨ªstica de estos trabajos es la celebraci¨®n colectiva, una vez concluida la sisa, celebraci¨®n que permite estrechar los lazos y aumentar la camarader¨ªa entre el grupo, a la vez que se apuntala la jerarquizaci¨®n internal pues, entre copa y copa, los m¨¢s veteranos narran relatos y acontecimientos de escamoteos anteriores que facilitan la integraci¨®n de los m¨¢s j¨®venes al incorporarlos a la historia del grupo.
LOS BUSCONES
El perfil del puesto de busc¨®n es el menos definido de los cuatro que estamos describiendo, ya que, pese a realizarse en grupo y estar sometido a un control no excesivamente riguroso, incluye operaciones eventuales, sometidas a frecuentes cambios que pueden llevar a que el busc¨®n pase a alguno de los otros tipos.
La picaresca del busc¨®n es adaptativa y dependiente de las oportunidades variables que le ofrece su trabajo, bien sea por una aceleraci¨®n del ritmo, un aumento de escala o una alteraci¨®n de los precios.
Ejemplos de este grupo los encontramos entre camareros, representantes de comercio, repartidores, taxistas por cuenta ajena, vendedores ambulantes, etc¨¦tera.
La sisa del busc¨®n se realiza individualmente, pero dentro de un marco colectivo que obliga a una sincronizaci¨®n con los que trabajan en la misma empresa o gremio.
Otra caracter¨ªstica de este grupo es la desigualdad para las posibilidades de sisa; unas calles son mejores que otras para los repartidores, y dentro de un restaurante o cafeter¨ªa, unas mesas resultan m¨¢s propicias que otras para los camareros. Ello genera una gran rivalidad y competitividad entre los buscones para conseguir las mejores posiciones; las alianzas surgidas entre ellos son muy inestables, y cuando la tensi¨®n aumenta en su seno, se recurre a la b¨²squeda de chivos expiatorios, cuyo castigo restablece el equilibrio previo.
Las variaciones en el trabajo permiten diferenciar puestos de trabajo centrales y perif¨¦ricos (la hosteler¨ªa es un ejemplo de gran variabilidad, seg¨²n la estaci¨®n, e incluso dentro de la semana, la demanda es diferente en los fines de semana, o cuando se producen acontecimiens singulares, como bodas, banquetes, etc¨¦tera). Los buscones centrales mantienen una cierta estabilidad en el puesto; los buscones perif¨¦ricos, por el contrario, son eventuales y acceden a los lugares peores para la sisa. Este ¨²ltimo grupo est¨¢ integrado por sectores marginales o estigmatizados; su trabajo es tan espor¨¢dico que no necesitan aportar, documentaci¨®n o aprobar ex¨¢menes de selecci¨®n.
EL PORQU? DE LA SISA
La sisa en el trabajo prueba la existencia de la naturaleza multidimensional de los tratos humanos que complementan m¨¢s que desaf¨ªan al sistema dominante, aunque pueden llegar a minarlo. Los bienes sisados desmaterializan la transacci¨®n y la personalizan; no es accidental que los bares sean lugares tradicionales para los negocios informales.
La sisa, adem¨¢s, fomenta las relaciones interpersonales y grupales, as¨ª como la adopci¨®n de roles sociales y el desempe?o de papeles no asignados o impuestos por otros; la picaresca, en definitiva, permite sustentar una identidad que: utiliza unas pr¨¢cticas espec¨ªficas e incluso un lenguaje propio. Por otra parte, las instituciones informales o encubiertas que crea la picaresca en el trabajo son preciosas para sus practicantes, pues les ofrecen un marco de referencia para realzar toda una gama de acciones no oficiales. Cuando el cambio organizativo o tecnol¨®gico pone en peligro a estas instituciones, el individuo se torna m¨¢s vulnerable. La resistencia al cambio es un medio de conservar la iniciativa, mantener la flexibilidad, asegurar la continuidad de un trabajo valorado, as¨ª como la libertad del intercambio. Las instituciones informales son contrainstituciones que pretenden restaurar la autonom¨ªa del trabajador, de la que le ha despojado la organizaci¨®n del trabajo.
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