Panam¨¢ y el 'destino manifiesto'
En 1885, dos decenios despu¨¦s de terminarse la guerra civil, el historiador norteamericano John Fiske publicaba en el Harper's Magazine un art¨ªculo que significar¨ªa una piedra angular en la expansi¨®n -en tanto que teor¨ªa de la justificaci¨®n- norteamericana. El art¨ªculo se titulaba Manifest destiny.En ese texto se afirmaba, desde una dimensi¨®n casi teol¨®gica, que las naciones anglosajonas eran una prueba de enriquecimiento y poder y, en consecuencia, que Estados Unidos deb¨ªa asumir, internacionalmente, un nuevo papel porque ¨¦se era el destino manifiesto de Estados Unidos. La repercusi¨®n del art¨ªculo condujo a Fiske a realizar una gira de conferencias por 30 ciudades norteamericanas. Se iniciaba as¨ª una etapa nueva en la Weltanschaung norteamericana. Conquistado el Oeste, con los territorios de la Nueva Espa?a, la expansi¨®n era ya el mundo. Dura lex.
Una serie de notables personalidades abund¨® en la misma hip¨®tesis. Entre ellas, la del reverendo Josiah Strong (dirigente de la American Home Missionery y de la American Evangelical Alliance), que lleg¨® a advertir que era llegada la hora de reemplazar a Inglaterra en las decisiones mundiales. Su libro Our country: its possible future and its present crisis (Nuestro pa¨ªs: su posible futuro y su crisis presente) tuvo entonces una tirada relevante: 170.000 ejemplares. Prueba sociol¨®gica. El consenso se establec¨ªa, dial¨¦cticamente, sobre bases universales.
Dos personas m¨¢s, entre muchas otras, elevaron a categor¨ªa el Manifest destiny: el profesor John W. Burges y el almirante Alfred Mahan. El primero, en un libro titulado Political science and comparative constitutional law, planteaba abiertamente que no existen derechos del hombre bajo la barbarie y que un pueblo civilizado pod¨ªa intervenir, sin m¨¢s, en otros pueblos no evolucionados. Era la definici¨®n filos¨®fica del imperialismo. El segundo, hijo de un profesor de West Point y profesor a su vez del Colegio Naval de Guerra, se?alar¨ªa en tres libros militares, publicados entre 1890 y 1905, la necesidad de los ca?ones y, sobre todo, de una flota para imponerse en la vida mundial. Personalidad relevante en la guerra de 1898 contra Espa?a, su influencia en el Congreso (terminar¨ªa de presidente del Naval War College) impulsar¨ªa a senadores y representantes a la creaci¨®n de una gran flota de guerra.
Se fue organizando as¨ª, por v¨ªas m¨²ltiples, un inmenso sistema de reacciones que hicieron posible, de un lado, la crisis con Espa?a en orden a Cuba y, por tanto, la guerra en el Caribe y el Pac¨ªfico, y, del otro, el salto din¨¢mico hacia la estructuraci¨®n hist¨®rica del destino manifiesto bajo el presidente Theodore Roosevelt. Las tenazas de hierro se expresaban en una teor¨ªa y una pr¨¢ctica.
Theodore Roosevelt, motor del proyecto de intervenci¨®n y figura culminante en la decisi¨®n naval ante Filipinas en 1898 (acci¨®n que el Congreso no hab¨ªa inicialmente autorizado), pas¨® a ser presidente de la rep¨²blica despu¨¦s del asesinato, el 6 de septiembre de 1901, de McKinley.
A partir de ese momento se consagra y culmina un proyecto global. En efecto, el 2 de abril de 1903, con el famoso discurso de Chicago, Theodore Roosevelt no s¨®lo anuncia que continuar¨¢ la doctrina Monroe (simplificada en la letan¨ªa "Am¨¦rica para los americanos"), sino que revela al pa¨ªs que las palabras deben ser sostenidas con un gran garrote. Era la entrada en juego de la doctrina del big stick.
En ese mismo a?o, el 2 de noviembre, los buques de guerra norteamericanos, despu¨¦s de haber sido rechazado, en agosto, por el Congreso colorribiano el acuerdo Hay-Herran (acuerdo que planteaba la cesi¨®n del canal de Panam¨¢ a Estados Unidos), se situaban ante las costas paname?as. El 3 estallaba la revoluci¨®n esperada que separaba a Panam¨¢ de Colombia; el 15 se reconoc¨ªa, en Washington, con urgencia absoluta, al nuevo pa¨ªs independiente.
La revoluci¨®n paname?a, inseparable en aquellos momentos delas decisiones norteamericanas, convirti¨® al franc¨¦s Phillipe Bunau-Varilla, representante de los intereses econ¨®micos del canal en construcci¨®n, en ministro de Panam¨¢ ante Washington. El 18 de noviembre, en una de las operaciones m¨¢s decisivas de la historia contempor¨¢nea, Phillipe Bunau-Varilla firmaba, en la Secretar¨ªa de Estado, el tratado que ced¨ªa a Estados Unidos el canal y la faja territorial quelo proteg¨ªa. La historia, pues, de un juego mundial que ruboriza, incluso, al propio Senado. (El nuevo itratado s¨®lo fue ratificado por el Senado, en efecto, el 23 de febrero de 1904.)
Esa acci¨®n convergente, que completaba la intervenci¨®n de 1898, abr¨ªa el Caribe a Estados Unidos y lo convert¨ªa en el American Lake. Theodore Roosevelt, en el mensaje del Congreso de 1904, conocido como el corolario Roosevelt a la doctrina Monroe (indescifrable sin el discurso de 1903 y los dem¨¢s antecedentes), anunciaba, claramente, el derecho a intervenir en Am¨¦rica Latina ante la debilidad de sus Instituciones. Su segundo secretario de Estado, Elibu Root, a?adir¨ªa, imp¨¢vido, la fuerza real de ese destino maniflesto. Advertir¨ªa, sin equ¨ªvocos, que "nadie deber¨¢ dudar de nuestra misi¨®n y de nuestra intenci¨®n de cumplirla o, lo que es lo mismo, de nuestro poder para realizarla".
Ese conjunto de textos y actos conforma, en la magnitud de la historia, el destino manifesto. Es relevante que la crisis actual de Colombia, 84 a?os despu¨¦s, consista, en el terreno internacional, en la negaci¨®n de aquel destino. El pueblo paname?o, cierto, vive dos crisis. Una es interna (no haber en contrado soluci¨®n real al papel que jugara Torrijos hasta su muerte) y otra externa: la tensi¨®n y el rechazo de las posiciones del Senado norteamericano que, en su fondo ¨²ltimo, transi tan sobre la vieja estructura del Manifest destiny.
Crisis, la de Panam¨¢, que en una de sus caras, la interior y secreta, es la que vive, longitudinalmente, Am¨¦rica Latina: subdesarrollo y dispersi¨®n conflictiva de sus clases dirigentes. La otra cara -la ostensible y expresamente popular- gravita sobre el rechazo, manifiesto, del poder estadounidense. Aunque Carter hubiera afirmado ya la soberan¨ªa paname?a sobre el canal y el traslado al pa¨ªs de las ¨²ltimas responsabilidades norteamericanas.
Bajo el fuego de esas convulsiones subyace, pues, la historia de este siglo. En 1900, cuando el Caribe se convert¨ªa en un American Lake, el PNB de Estados Unidos sobrepasaba, por vez primera, al de Inglaterra. En 1944, cuando un Keynes casi panfletario dec¨ªa, en la conferencia de Bretton Woods, que "Inglaterra ten¨ªa el cerebro y Estados Unidos el poder", la econom¨ªa estadounidense representaba, seg¨²n la dif¨²ridida noci¨®n de Samuelson, el 50% del PNB mundial. Hoy, Estados Unidos vive, con el Reino Un¨ªdo, el tr¨¢nsito del imperio a la naci¨®n y su PNB apenas supone ya el 25% del mundial.
La correlaci¨®n de fuerzas internacionales, el implacable ajuste de las nuevas sociedades, apenas si nos permiten comprender bien que las manifestaciones populares de Panam¨¢ -que no resuelven su dilema interno- expresan, a escala, la crisis del poder norteamericano y el s¨ªndrome, por la inercia de los hechos sociales, de ese poder progresivamente limitado por el cambio irreversible del mundo en los mundos nuevos.
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