RonaId Reagan, ganador y perdedor
La investigaci¨®n del 'Irangate' trastoca el panorama pol¨ªtico de EE UU
NYT, Las audiencias p¨²blicas sobre el Irangate terminaron el lunes dejando una estela de implicados en el mayor esc¨¢ndalo de la presidencia de Ronald Reagan. Se trata de pol¨ªticos y funcionarios que se han situado a lo largo de estas semanas, tan pr¨®ximas a las elecciones presidenciales de 1988, como ganadores o perdedores, clasificaciones ambas que pueden aplicarse al propio m¨¢ximo dirigente de EE UU.
La campa?a para las elecciones presidenciales de 1988 comienza oficialmente dentro de seis meses. Sin embargo, los observadores consideran que ya se ha vivido, tras las comparecencias televisadas de los funcionarios implicados en el esc¨¢ndalo Irangate, la primera prueba de fuerza de los pol¨ªticos.El paisaje ha cambiado considerablemente desde la pasada primavera. La investigaci¨®n ha puesto al descubierto una Casa Blanca dominada por la confusi¨®n y la p¨¦rdida del control sobre las decisiones m¨¢s importantes de la pol¨ªtica exterior. Todo esto ha extendido entre los pol¨ªticos la convicci¨®n de que la competencia y la experiencia constituir¨¢n las claves para la selecci¨®n de los candidatos presidenciales.
?Y c¨®mo ha quedado el presidente, Ronald Reagan? En un principio, cuando se hizo p¨²blica la venta de armas a Ir¨¢n, y, sobre todo, cuando la opini¨®n p¨²blica conoci¨® el desv¨ªo a la contra de fondos procedentes de este tr¨¢fico, la sombra del Watergate y de la ca¨ªda estrepitosa de Richard Nixon se cern¨ªa sobre el presidente. Un l¨ªder que, aunque anciano, disfrutaba de altas cotas de popularidad entre los estadounidenses.
La atenci¨®n creci¨® con la publicidad de la investigaci¨®n de los comit¨¦s del Congreso. Ante los televisores de los norteamericanos han ido desfilando Oliver North, que se ha ganado el fervor de los llamados olliomanos; John Poindexter, ex consejero de Seguridad Nacional; George Shultz, secretario de Estado; Edwin Meese, ministro de Justicia; Donald Regan, ex jefe del gabinete presidencial, y, por ¨²ltimo, Caspar Weinberger, secretario de Defensa.
Tras el fin de estas comparecencias p¨²blicas, se puede decir que Reagan es, en parte, ganador. Los testimonios de sus subordinados le han dejado exento de culpabilidad, por desconocimiento de la segunda parte de la operaci¨®n Irangate.
Pero el presidente es, por otro lado, perdedor. Ante la justicia ha adoptado la imagen de un jefe de Estado falto de informaci¨®n y sin control de la pol¨ªtica exterior. Y ante la opini¨®n p¨²blica ha perdido la credibilidad de que disfrutaba. Seg¨²n un sondeo publicado tras la comparecencia de Poindexter, el 69% de los norteamericanos cree que Reagan miente al negar su conocimiento de la segunda parte de la operaci¨®n.
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