Las pasiones del verano
EL AMOR, llegadas estas fechas en que todo parece abierto a la desnudez del paisaje, se convierte en algo m¨¢s que un est¨ªmulo, una reparaci¨®n de sinsabores o simplemente una meta. Es una exigencia. Todo, desde los carteles publicitarios a los prospectos de las agencias de viajes, recuerda que es el tiempo en que el cuerpo puede quedarse solo y que no basta con lacompa?¨ªa de la bebida burbujeante o de los parasoles caribe?os. Se necesita algo m¨¢s que ocupe con nosotros la esterilidad de las playas o la luz homog¨¦nea de los descampados. Se necesita al otro.Detr¨¢s han quedado los refugios invernales con la sombra protectora de los relojes y el fr¨ªo de las estanter¨ªas. No hay nada que respalde ya la soledad, desde la meteorolog¨ªa a la imaginaci¨®n. Quedarse solo ya no es producto de las circunstancias o de las obligaciones, tanto como del desairriparo y la falta de proyecto.El mundo, en verano, se traslada; los compa?eros y vecinos se mueven y desaparecen. Quien se queda en casa, quien no busca, se arriesga a un contraste frontal con la vida, de la que parece excluido.
Hacer algo y querer algo viene a ser lo mismo. El gran proyecto, la b¨²squeda intensiva., el aut¨¦ntico movimiento, se ofrece y se resume en el amor. El balance de unas vacaciones se ejecuta siempre con la aritm¨¦tica del deseo. Las postales y dem¨¢s trofeos son falsa moneda comparada con el verdadero triunfo que resulta de haber realizado un proyecto er¨®tico. Eso es lo que nos dice la publicidad, en cada uno de sus asedios, a lo largo y ancho de esta agotadora estaci¨®n reclamando un deseo que precede a los anuncios.
Es cierto que tras el gesto er¨®tico de una mujer bronceada paseando por un embarcadero tropical hay un gui?o a las pasiones del consumidor. Pero tambi¨¦n es cierto que para los ojos del espectador que espera con impaciencia el momento de la huida o de la b¨²squeda, eso funciona tambi¨¦n como una descripci¨®n de la realidad. Es m¨¢s que un simple anuncio. Hay sol, hombres y mujeres que esperan en alguna parte el contacto del que todav¨ªa les est¨¢ mirando. En un mundo en que la pasi¨®n, el cuerpo y los distintos modos de intimidad han pasado a formar parte del decorado p¨²blico, no es de extra?ar que la publicidad remonte el nivel del producto para convertirse en una fisonom¨ªa de la mirada.
La soledad no est¨¢ bien vista. El viaje, la libertad, el placer y todo lo que se hace coincidir con un per¨ªodo de vacaciones tiene el sello de la exposici¨®n a la compa?¨ªa y al azar amoroso. Son, a fin de cuentas, los otros los que hacen que disfrutemos de la libertad. El amor ofrece la s¨ªntesis perfecta de todo ello porque a?ade todos los componentes -el riesgo, el enigma y la promesa- de la aventura. Es un territorio en el que todo es posible, incluida la presunci¨®n de la gloria y de la desdicha gratuitas.
Quedarse solo, resguardado, es constituirse en una negaci¨®n de lo que el mercado estatutarlo y sentimental cotiza. Hay quien puede hacerlo, pero sabe que va contra la referencia del momento. El amor, el verano, la publicidad, son s¨®lo manuales abreviados de una visi¨®n del mundo y de la cual es dificil sustraerse sin tristeza. Con todo, no es menos verdad que la voluntad de cumplir con la proclama de la aventura veraniega, rom¨¢ntica o no, se acompa?a a menudo de tantas decepciones y fatigas como para desacreditar el prestigio de la estaci¨®n. Una estaci¨®n que, adem¨¢s, en Espa?a tiene, a diferencia de otros pa¨ªses donde no luce el sol, las caracter¨ªsticas de espacio hacinado y popular, tal como se aprende del sufrimiento directo y de las fotos. Seguramente en los est¨ªos septentrionales llegue a ser m¨¢s veros¨ªmil la idea de que el verano es una -ocasi¨®n singular para la aventura. Una aventura personalizada. Pero basta haber tenido la experiencia de una playa mediterr¨¢nea, por ejemplo, para caer en la cuenta de que as¨ª como el art¨ªculo que proclama la publicidad se produce necesariamente por miles de unidades id¨¦nticas, las historias amorosas de los consumidores son a menudo meras repeticiones de un modelo patrocinado por iguales necesidades. Lo que, siguiendo la correspondencia c¨®n el art¨ªculo, no constituye obst¨¢culo para recibir su beneficio.
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