Estado de ruido
ESTENTOR, EL h¨¦roe hom¨¦rico que particip¨® en el sitio de Troya, debe su celebridad a que su sonora voz se impon¨ªa al clamor de 50 hombres. Hoy sus gritos resultar¨ªan casi un rumor de hierba creciendo comparados con lo que cualquier ciudadano debe soportar cada d¨ªa.Hace un cuarto de siglo, entre los j¨®venes que ten¨ªan una motocicleta se consideraba un signo de prestigio, de estar a la moda, contar con la m¨¢quina m¨¢s silenciosa. Ir por la calle con un transistor se consideraba prueba de paletismo. M¨¢s paleto cuanto mayor y m¨¢s ruidosa fuera la radio. Ahora la competici¨®n se establece a la hora de contar con la moto m¨¢s estruendosa, la radio m¨¢s grande y el cerebro m¨¢s peque?o. "La inteligencia", escribi¨® Schopenhauer, "es una facultad humana inversamente proporcional a la capacidad para soportar el ruido". Si el diagn¨®stico resulta certero, no debe ser muy alto el nivel de inteligencia de los espa?oles. En un congreso celebrado hace tres meses en Zaragoza, los especialistas constataron que Espa?a era el pa¨ªs m¨¢s ruidoso del continente. El 80% de los ciudadanos espa?oles est¨¢ sometido a agresiones s¨®nicas superiores al umbral considerado tolerable.
El que habla a gritos, en el bar o en la oficina, es ante todo una persona ego¨ªsta, desconsiderada. Su actitud revela, por otra parte, un car¨¢cter autoritario, pues es el silencio de los dem¨¢s lo que consciente o inconscientemente trata de imponer con su actitud. La agresi¨®n que nos vemos obligados a soportar pr¨¢cticamente en todas partes se hace, si no m¨¢s intensa s¨ª m¨¢s insoportable, en per¨ªodo estival. Adolescentes que atruenan la noche con sus motos hasta altas horas de la madrugada, discotecas al aire libre, chiringuitos donde se berrea sin tregua, fiestas patronales cuyo espect¨¢culo central consiste en despertar -y espantar- a la poblaci¨®n, ni?os incluidos, con salvas de p¨®lvora o estallido de cohetes. Dir¨ªase que una bula especial ampara durante las vacaciones la impudicia de estos invasores del silencio penosamente ganado a lo largo del a?o laboral. Dormir en vacaciones es una aspiraci¨®n al alcance ¨²nicamente de una minor¨ªa privilegiada. Pretender hacerlo con un horizonte de grillos es vana utop¨ªa. En Francia, el silencio se considera ya un factor de lujo, el componente m¨¢s costoso en la valoraci¨®n de la vivienda.
El ruido desmesurado aumenta la tensi¨®n arterial, incrementa el aporte de colesterol a la sangre, produce ¨²lcera de duodeno, cefaleas que pueden hacerse cr¨®nicas-, sordera, impotencia sexual. Envejece. Pero adem¨¢s crispa los nervios, impide dormir, es causa de estr¨¦s. El estruendo tiene un claro efecto entontecedor. Las pel¨ªculas americanas nos han acostumbrado a escenas en las que la polic¨ªa paraliza a los g¨¢nsteres que se dispone a detener mediante el recurso sencillo de hacer sonar simult¨¢neamente las sirenas de todos los veh¨ªculos que participan en la operaci¨®n. En casos de terrorismo o atracos con rehenes, las fuerzas especiales comienzan su asalto haciendo explosionar ruidosas cargas destinadas a atontar a los criminales e inhibir cualquier posibilidad de reacci¨®n.
Este es un pa¨ªs en el que un se?or cuyo m¨¦rito consiste en hacer sonar un odioso bombo en los encuentros en que interviene la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol ha estado a punto de ser considerado paradigina de los valores patrios. La nostalgia por la simetr¨ªa militar est¨¢ seguramente detr¨¢s de esa obsesi¨®n por la redundancia sonora. ?C¨®mo recurrir, en esas condiciones, a los poderes p¨²blicos cuando, adem¨¢s, el ayuntamiento, encargado de velar por el respeto de las normas municipales en materia de ruidos, saca cada noche a las calles una bater¨ªa de camiones de la basura entre cuyas funciones destaca la de sobresaltar a la poblaci¨®n sin piedad? No podemos hacernos ilusiones sobre una soluci¨®n radical del problema. Pero tal vez no sea descabellado aspirar a que se apliquen algunas medidas reformistas, como la de obligar a los j¨®venes motoristas a usar silenciador en los tubos de escape, la de limitar el lanzamiento de cohetes a las horas centrales del d¨ªa, reducir el uso de las sirenas de ambulancias y veh¨ªculos policiales a lo estrictamente necesario, obligar a las discotecas a dotarse de amortiguadores ac¨²sticos, y otras por el estilo. Porque el ruido no hace bien. Y adem¨¢s, el bien no hace ruido.
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