Tecnolog¨ªa y antropolog¨ªa del desarrollo para la region subsahariana
Cuando se habla de lucha contra la desertizaci¨®n, de regeneraci¨®n de un medio agredido en sus ecosistemas b¨¢sicos y de m¨¦todos de recuperaci¨®n de recursos naturales, el pesimismo suele invadir los ¨¢nimos, y casi siempre se acaba diciendo que no existen modelos adecuados ni medios para ponerlos en pr¨¢ctica. El caso del Estado de Israel -sin considerar ahora sus implicaciones pol¨ªticas- es demostrativo de todo lo contrario. En los ¨²ltimos 40 a?os, el ¨¢rea que hoy ocupa el Estado de Israel ha crecido considerablemente en su poblaci¨®n, ha aumentado de manera muy importante su capacidad de producci¨®n de alimentos e incluso ha mejorado, regener¨¢ndolo en muchos aspectos, su medio ambiente. No s¨®lo se ha detenido el avance del desierto, sino que se han transformado grandes superficies antes des¨¦rticas en verdaderos vergeles.Es evidente que lo anterior no significa que bastar¨ªa seguir las mismas pautas para que todo se resolviese en la regi¨®n subsahariana, que ocupa una superficie mucho mayor. Puede arg¨¹irse que los israel¨ªes dispusieron de toda la ayuda econ¨®mica de Estados Unidos, de tecnolog¨ªas altamente sofisticadas y de una poblaci¨®n muy laboriosa. Sin embargo, con todas las limitaciones que implica la extensi¨®n del modelo a un espacio mucho m¨¢s amplio, cabe considerar que la ayuda econ¨®mica a la regi¨®n subsahariana podr¨ªa ser importante y de car¨¢cter multinacional, que las tecnolog¨ªas a transferir existen ya de manera comprobada y que la laboriosidad de las poblaciones y sobre todo su formaci¨®n son funci¨®n de coordenadas sociales, pol¨ªticas y econ¨®micas que en el caso de la regi¨®n subsahariana pueden mejorarse sustancialmente con una ayuda intemacional bien realizada.
Es necesario en este punto hacer una importante observaci¨®n -con vistas a un futuro de soluciones- que ha estado sobrevolando toda esta serie de art¨ªculos desde su comienzo. La observaci¨®n consiste simplemente en que la imagen de un ?frica con bajas densidades de poblaci¨®n y una fuente casi ilimitada de recursos es algo que definitivamente pertenece al pasado. Adem¨¢s, los sistemas conservacionistas de la sociedad tradicional se han visto profundamente alterados: las poblaciones locales ya no tienen respuestas frente a un medio natural que ha cambiado dram¨¢ticamente. Y los Gobiernos se encuentran entre dos culturas: una, aut¨®ctona, amenazada, y otra, exterior, traumatizante y an¨¢rquicamente impuesta. Las agencias de ayuda bilateral o multilateral corren el riesgo de confundir medios con fines, y las organizaciones no gubernamentales (ONG) de procedencia exterior se enfrentan a complicados problemas morales, como ha destacado el doctor J. B. Williams, al intentar elevar los sentimientos de caridad personal a una especie de macromoralidad.
La desertizaci¨®n es un caso t¨ªpico de falta de visi¨®n global. Porque casi siempre se olvida el papel que en el ciclo de la lluvia tienen las zonas h¨²medas m¨¢s pr¨®ximas del Sur, en donde la deforestaci¨®n avanza de manera implacable. Dif¨ªcilmente va a llover m¨¢s en la regi¨®n subsahariana -y va a haber, en definitiva, agua suficiente- si las lluvias en las regiones m¨¢s al Sur van decayendo de manera gradual como consecuencia de la acci¨®n del hombre en el cambio del medio. Por otro lado, los programas desarrollados hasta el presente para paliar los riesgos de desertizaci¨®n han contribuido a veces al deterioro de las tierras, ya que la extensi¨®n del regad¨ªo y la mecanizaci¨®n de la agricultura con t¨¦cnicas altamente agresivas -que no tuvieron en cuenta m¨²ltiples limitaciones para su introducci¨®n- han generado problemas a¨²n mayores de erosi¨®n del suelo o de salinizaci¨®n del mismo.
Ayudas y ego¨ªsmos
Por otra parte, los mecanismos que para cambiar el estado de cosas van configur¨¢ndose con mucho esfuerzo deben enfrentarse a toda clase de inconvenientes: el ego¨ªsmo de la elite gobernante e incluso de algunos sectores del ¨¢rea de la ayuda externa; la lejan¨ªa de quienes toman las decisiones sobre los problemas de la pobreza rural; la brecha cultural entre los cooperantes del desarrollo y sus supuestos beneficiarios; la falta de capacidad de organizaci¨®n en el funcionamiento de los proyectos de car¨¢cter agrario, y la pobreza del sistema de administraci¨®n p¨²blica. A estos inconvenientes, que ha destacado el profesor W. A. P. Reilly, habr¨ªa que agregar la p¨¦rdida de algunos valores tradicionales africanos en el ¨¢rea de la cooperaci¨®n, que no han tenido sustitutivos eficaces en el impacto del reciente cambio cultural. S¨®lo en algunos pa¨ªses africanos, como Tanzania con Nyerere, podr¨ªan encontrarse intentos de una pol¨ªtica que busca en lo end¨®geno la soluci¨®n de muchos problemas creados de forma ex¨®gena.
Tres profesores de la universidad de Jart¨²n (Sud¨¢n) -los doctores Al¨ª, Mogliraby y Tag el Seed- han destacado la necesidad de ir hacia una visi¨®n hol¨ªstica del problema: los programas de forestaci¨®n no resuelven por s¨ª solos la desertizaci¨®n, y cualquier proyecto dirigido a frenar el avance del desierto debe considerar al hombre como el tema fundamental, tanto para elevar su nivel personal y de preocupaci¨®n por el medio natural como para hacer posible una acci¨®n en la cual el esfuerzo comunitario se traduzca en acciones interrelacionadas que no acaben en una secuencia de desastres compartimentados.
Desde luego son muchas las organizaciones, institutos, universidades, etc¨¦tera, que actualmente est¨¢n preocup¨¢ndose ya seriamente por la regi¨®n subsahariana. Entre esas instituciones habr¨ªa que citar el Instituto de Ecolog¨ªa Terrestre del Consejo de Investigaci¨®n del Medio Natural brit¨¢nico, cuyo director, David Lindley, presidi¨® en mayo de 1986 un simposio sobre Tierras ¨¢ridas: problemas y perspectivas en la regi¨®n subsahariana. El profesor Lindley, en su documento de conclusiones, propon¨ªa ideas interesantes: hacer m¨¢s poderoso el lobby de quienes est¨¢n a favor de una pol¨ªtica de ayuda integral a la regi¨®n subsahariana; favorecer la dedicaci¨®n a la misma de cient¨ªficos generalistas, que sepan sintetizar los resultados de los especialistas; mejorar la transferencia de tecnolog¨ªa incrementando su aceptabilidad a nivel local y con desarrollos tambi¨¦n locales; aumentar la cooperaci¨®n con las comunidades rurales y la participaci¨®n de los destinatarios en todos los niveles de los proyectos de desarrollo.
Ahora es el Club de Roma el que tiene en curso de preparaci¨®n una conferencia, a celebrar en la capital de uno de los pa¨ªses de la regi¨®n subsahariana y en la que participar¨¢n representantes de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA), de la Comunidad Europea, de los Estados de la regi¨®n subsahariana, de las Naciones Unidas y de diversidad de organizaciones no gubernamentales. Esa conferencia pretende recapitular lo conseguido hasta ahora y analizar lo mucho que queda por hacer. Se pondr¨¢ el ¨¦nfasis en los aspectos de una acci¨®n integrada y participativa, en la necesidad de convocar a los pueblos europeos, y especialmente a sus juventudes, a una labor sostenida, tenaz, de solidaridad con ?frica. La creaci¨®n de una especie de fuerza de paz, integrada por voluntarios de todos los pa¨ªses que quieran trabajar sobre el terreno y durante un tiempo duradero, es otra de las iniciativas que se contemplan.
La propia preparaci¨®n de la conferencia del Club de Rorna sobre la regi¨®n subsahariana exige medios humanos, econ¨®micos, un ambiente favorable en los pa¨ªses del Norte y una buena receptividad en la propia regi¨®n subsahariana. A todo ello convocamos a los lectores que sientan en toda su magnitud la llamada de ?frica. Su respuesta es dif¨ªcil, pero esperanzada. Luchar contra la ignorancia, la pobreza m¨¢s extrema, es el mejor camino de liberaci¨®n propia. Porque es contribuir a la justicia, la libertad y el progreso de la humanidad.
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