La presencia de la corriente democr¨¢tica
Es indudable que durante muchos a?os en M¨¦xico un rasgo importante de la ideolog¨ªa que ha cohesionado a la burocracia gubernamental, a los dirigentes estatales y a la clase pol¨ªtica ha sido un cierto nacionalismo econ¨®mico, estatista y proteccionista. Al abrigo de este cobijo ideol¨®gico se ha industrializado y modernizado el pa¨ªs; gracias a ese andamiaje ideol¨®gico se ha construido el M¨¦xico de hoy.As¨ª ha sucedido porque muchos cre¨ªan en los puntos sobresalientes de esa ideolog¨ªa: la protecci¨®n a la industria nacional, las restricciones a la inversi¨®n extranjera, la existencia de un gran Estado asistencial, con una red infinita, subsidios y transferencias, una cadena de empresas estatales que concentraba las principales palancas de la econom¨ªa nacional. Al descartarse muchas de estas premisas, aunque no sus resultados, muchos creyentes quedaron inermes, despose¨ªdos y abandonados. Precisamente con motivo del tremendo arraigo de esa ideolog¨ªa -no en el pueblo de M¨¦xico, enti¨¦ndase: en la clase pol¨ªtica, en la burocracia y en la inmensa capa de funcionarios, intelectuales org¨¢nicos y compa?eros de camino que han contribuido a gobernar este pa¨ªs desde hace medio siglo-, la ruptura ten¨ªa que ser brutal. El gradualismo que intent¨® el Gobierno del presidente De la Madrid durante sus primeros a?os no prosper¨®; tuvo que pasar a medidas m¨¢s dr¨¢sticas
Si la corriente democr¨¢tica no existiera, alguien la habr¨ªa inventado. Aunque muchos de los m¨¢s feroces adversarios de la mutaci¨®n delamadridista sean a la vez enemigos ac¨¦rrimos de la corriente, ¨¦sta constituye un s¨ªntoma del descontento y del desacuerdo de un sector -minoritario a estas alturas, pero a¨²n considerable- de la clase pol¨ªtica mexicana desamparado ideol¨®gica y pol¨ªticamente por el "cambio estructural". Si se conjuga esto con la marginaci¨®n generacional y pol¨ªtica de la que ha sido objeto otro sector de la elite pol¨ªtica, comienza a surgir un principio de explicaci¨®n de lo que actualmente sucede.
Por razones que nunca ha explicado, el presidente De la Madrid decidi¨® gobernar con un equipo homog¨¦neo, de base estrecha tanto en lo generacional como en cuanto al origen institucional de sus integrantes. El sector financiero del Estado mexicano, que represent¨® una parte importante de todos los Gobiernos recientes, pas¨® a integrar el Gobierno entero. Por definici¨®n, quedaron fuera todos los dem¨¢s.
Pol¨ªticos marginados
Este sector amargado y apartado de la clase pol¨ªtica no se identifica con el anterior, el cual se ha mostrado recalcitrante ante la llamada modernizaci¨®n. Pero en algunos casos s¨ª hay coincidencia tanto en lo individual como en lo pol¨ªtico. De nuevo la corriente, sin ser para nada la representante o la expresi¨®n de los tradicionales pol¨ªticos marginados, s¨ª puede ser considerada con el s¨ªntoma de su descontento. Baste como prueba de ello el silencio a su respecto de muchos de los miembros de la vieja guardia de la pol¨ªtica mexicana.
Sorprende que est¨¢n ausentes de la ensordecedora cacofon¨ªa reprobatoria muchas de las figuras pol¨ªticas m¨¢s importantes de los ¨²ltimos a?os. Su silencio es elocuente, aunque, sin duda, estos personajes no comparten muchas, o incluso ninguna, de las tesis de la corriente. Es innegable que la indisciplina y la impaciencia ante el resentimiento y la marginaci¨®n son caracter¨ªsticas que les parecen altamente reprobables.
Ante todo, es inconcebible que est¨¦n de acuerdo con el pecado mayor, y mortal, en el que ham incurrido los disidentes: destapar el tapadismo, o, en todo caso, fomentar la imperdonable divulgaci¨®n del secreto m¨¢s ¨ªntimo de la familia. Secreto a voces, secreto en el que nadie cree, pero secreto que en el extra?o mundo de la pol¨ªtica mexicana permit¨ªa la repetici¨®n sexenal de un rito cuya velada desnudez no ofend¨ªa el pudor nacional. Ya ofende.
Nadie en M¨¦xico ha dudado, desde hace varios a?os, que el presidente de la Rep¨²blica en funciones escoge solo, en la soledad de sus solitarias deliberaciones, como acto ¨²nico, absoluto e irrepetible de poder propio, a su sucesor. Pero las formas se salvaban, al igual que con las cosmogon¨ªas precopernicanas. Ni sus propios autores cre¨ªan en ellas, pero como han mostrado, cada uno a su manera, Alexandre Koyre y Bertolt Brecht, era mayor la necesidad de "salvar las apariencias" de la existencia de Dios y del orden divino en el universo que la verdad cient¨ªfica. Cop¨¦rnico y Galileo vienen a destruir de una vez y para siempre esa posibilidad: la de seguir manteniendo las apariencias de la creencia, ya desvanecida la convicci¨®n.
Valga la analog¨ªa: ya no es posible afirmar en M¨¦xico, sin incurrir en razonamientos absurdos o inveros¨ªmiles, que la sucesi¨®n presidencial posee el m¨¢s m¨ªnimo rasgo colectivo, democr¨¢tico o siquiera consultivo. Ex presidentes, ex funcionarios, intelectuales cercanos al pr¨ªncipe, todos ellos han "revelado" la verdad del proceso. Ahora, una oposici¨®n interna al propio PRI reclama la apertura y democratizaci¨®n de un proceso por implicaci¨®n cerrado y antidemocr¨¢tico. Se puede seguir estando a favor del mecanismo sucesorio mexicano por ser ¨¦ste el que le conviene a un pa¨ªs tradicionalmente dividido y asediado, pero no se puede seguir pretendiendo que ese mecanismo sea algo distinto de lo que es.
Debido a todas estas razones, esta sucesi¨®n, por silenciosa y tradicional que seguramente resulte, ser¨¢ casi sin duda la ¨²ltima de su g¨¦nero. No porque el sistema pol¨ªtico mexicano se acabe o se derrumbe, ni tampoco porque el pa¨ªs evolucionara por necesidad hacia formas m¨¢s modernas de transmisi¨®n del poder de un gobernante a otro. M¨¢s a¨²n, nadie sabe, y es imposible prever, qu¨¦ formas de sucesi¨®n alternativas sean factibles en un pa¨ªs con las caracter¨ªsticas de M¨¦xico. Sin embargo, el camino que las tendencias descritas anteriormente sugieren puede no ser el peor.
Si las divergencias internas reales, de intereses y de convicciones, que el sistema pol¨ªtico mexicano ha sofocado durante tantos a?os comienzan a aflorar, ¨¦sta puede ser la base de una alternancia aceptable entre fuerzas nacionales representativas. Si las diferencias entre sectores y corrientes de opini¨®n constitutivas del Estado mexicano moderno, pero cuya convivencia se antoja ya imposible, se zanjen mediante el debate p¨²blico, la lucha pol¨ªtica y la contienda abierta en lugar de silencio, la espera paciente o el nombramiento vergonzoso, tal vez el viejo desaf¨ªo sucesorio mex¨ªcano quede finalmente resuelto. Ya es tiempo.
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