La firma de Nieva
Conviene precisar pronto que la relaci¨®n de esta obra con el cl¨¢sico medieval valenciano Tirant lo Blanc es relativa y lejana; un aire de familia. Es, sobre todo, un texto teatral de Francisco Nieva, con su vocabulario brillante y su profundidad de significado; con un desarrollo propio de sus personajes. Lleva su firma en cada palabra, cada escena y cada personaje. Del gran libro transparecen unas frases m¨¢gicas, una cierta pureza, alguna situaci¨®n enmascarada; una ingenuidad en la que colabora Nieva con un cierto infantilismo de cuento, aunque sea un cuento desencantado, que aparece muchas veces un su teatro, por muy furioso que a veces se llame a s¨ª mismo. Es una virtud.La idea de Nieva, que se expone desde el pr¨®logo -hablan Dios y Tirante- es actual: el fin de las ideolog¨ªas o, en el texto, de los ideales. Ya se ve aqu¨ª c¨®mo se separa de cuajo del libro que redact¨® Joanot Martorell. Toda la obra mantiene ese tono de la duda, de la inseguridad del conocimiento -desconocimiento-; generalmente, se centra en el personaje de La viuda reposada, que es un hallazgo teatral y tambi¨¦n sem¨¢ntico, y al que Mar¨ªa Asquerino sirve con frescura y con la iron¨ªa que el autor pone en sus palabras: una contradicci¨®n continua, un salto en la misma frase de una idea y su contraria, de una palabra y su ant¨ªtesis. La viuda es la eterna enemiga de Tirante, que muere, sin embargo, declarando la composici¨®n de amor y odio que ha sentido por ella toda su vida. Este peque?o mon¨®logo es una declaraci¨®n de la identidad entre el bien y el mal. Pero es indudable que la filosof¨ªa de autor trasciende de cada uno de los personajes: est¨¢ patente en todos y en sus situaciones.
Las aventuras de Tirante el Blanco
De Francisco Nieva, sobre la obra de Loanot Martorell. Int¨¦rpretes: Mar¨ªa Asquerino, Pedro del R¨ªo, Juan Messeguer, Paco Torres, Isabel Ay¨²car, ?ngeles Ladr¨®n de Guevara, Miguel Palenzuela, Francisco Maestre, Ana Mar¨ªa Ventura, Pilar Ruiz, Mar¨ªa Luisa San Jos¨¦, Charo Soriano, Jos¨¦ Pedreira, Leandro Drago, Lola Pons, Juan Manuel Navas. Vestuario: Juan Antonio Cidr¨®n. M¨²sica: Manuel Balboa. Escenograf¨ªa: Francisco Nieva. Coordinaci¨®n general: Juanjo Granda. Estreno en Madrid: Centro Cultural Conde Duque, 12 de agosto.
La arquitectura de la obra est¨¢ un poco da?ada. Son dos partes; la primera se dedica al episodio de Sicilia; la segunda, al paso por Constantinopla y la reaparici¨®n de Tirante en la corte. Ha perdido m¨¢s de una hora de representaci¨®n -aun as¨ª, dura dos horas y media- desde que se estren¨® en M¨¦rida, y en esa contracci¨®n puede hab¨¦rsele ido algo de coherencia, alg¨²n seguimiento de los personajes principales y de sus transiciones. De todas formas, y a juzgar por las reacciones del p¨²blico, no es una trama bien ligada lo que se busca, sino la sucesi¨®n de escenas caracter¨ªsticas y, sobre todo, el texto punzante, ir¨®nico, con un lirismo muy moderado por las colas de cada frase. Nieva sigue siendo el mejor escritor de textos teatrales de este tiempo; las expresiones bien colocadas llegan siempre, y en cada una de ellas hay un fruto de reflexi¨®n.
Todo ello transparece aunque la representaci¨®n no sea buena. La obra tiene una densidad que desborda la de los espect¨¢culos al aire libre; sobre todo, el escenario del patio del Conde Duque, que es plano y largo y reduce la capacidad de movimientos, la profundidad de los t¨¦rminos. Los actores no est¨¢n a gusto en ¨¦l, y en un decorado que, aun siendo original del propio Nieva -que es un maestro de la escenograf¨ªa-, no parece m¨¢s que provisional, hecho para cubrir el fondo y sin enlace con la obra. Los trajes de Juan Antonio Cidr¨®n, en cambio, son la verdadera decoraci¨®n de la obra: imaginativos, amplios, est¨¢n en el esp¨ªritu del texto y de la caracterizaci¨®n de cada personaje. Son p¨¢ginas de libro bien ilustrado. Todo esto hubiera sido mucho m¨¢s rentable art¨ªsticamente en un teatro cerrado, en plena temporada. El autor lo ha entregado, en cambio, a la voracidad del verano y del aire libre, que tienden a malograrlo todo.
La compa?¨ªa est¨¢ desma?ada. La coordinaci¨®n general de Juanjo Granda y la presi¨®n del autor no han conseguido empastarla, aunque cada actor por s¨ª mismo tenga sus valores. El engranaje es lento y las r¨¦plicas no se articulan. Queda hecho el elogio de Mar¨ªa Asquerino, y a ¨¦l se puede a?adir el de Mar¨ªa Luisa San Jose, Pedro del R¨ªo, Francisco Maestre, Miguel Palenzuela o Pilar Ruiz -que se gan¨® su ¨¦xito personal con el p¨²blico-; Juan Messeguer, en Tirante el Blanco, queda demasiado desva¨ªdo, y las contradicciones del personaje pesan mucho sobre ¨¦l.
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