Conmemoraci¨®nes y cultos
Confieso que tengo una especie de alergia personal a eso de las conmemoraciones. Puede que ello tenga su origen en la guerra civil y unas fechas se?aladas que nos har¨ªan conmemorar luego durante m¨¢s o menos 40 a?os.Con el Dieciocho de Julio se daba cada a?o una paga extra a los obreros y empleados, uno cree que para suavizar la derrota de los que con m¨¢s ah¨ªnco defendieron sus intereses. El caso es que unos y otros se iban a conmemorar el comienzo de la tragedia en la playa o la monta?a comiendo tortilla.
Ahora, despu¨¦s de pasar por la conmemoraci¨®n y el cincuentenario de la muerte de ilustres figuras, se plantean otras conmemoraciones perdidas en los siglos y que no nos ata?en s¨®lo a nosotros.
Entre nosotros, unos quer¨ªan canonizar a Franco y otros lo consideraban un general salvaje que firmaba sentencias de muerte tomando chocolate con churros.
Pero el tema era de aqu¨ª, de los espa?oles que, claro, con dos o sin dos Espa?as, dif¨ªcilmente nos vamos a entender ni poner de acuerdo en eso, como en todo lo que por eso nos llev¨® a matarnos los unos a los otros, aunque de momento haya parado la cosa, y emancip¨¢ndonos de las militaradas de corte de rep¨²blica bananera empecemos a tener conciencia de ser europeos, a formar parte de esta Europa (de momento s¨®lo occidental) cuando los ecologistas vibran en defensa de la naturaleza y corren vientos de liberaci¨®n de los cow-boys en versi¨®n de West Point que desde Norteam¨¦rica pretenden otro tipo de militarada, puede que m¨¢s grave y m¨¢s sofisticada que esa que hemos padecido hasta anteayer.
Nuestra emancipaci¨®n del mundo ¨¢rabe para tomar parte en la Europa de aquellos siglos y la conmemoraci¨®n de lo que llamamos el Descubrimiento (indudable descubrimiento para nosotros), va a ser objeto de pr¨®ximo recuerdo, que temo se mueva con un cierto aire patriotero.
No, la Am¨¦rica de habla hispana no es el odio a los gallegos y gachupines, como bien desmienten los brazos abiertos de L¨¢zaro C¨¢rdenas en las horas del exilio y la estatua de Le¨®n Felipe en el parque de Chapultepec.
Pero Am¨¦rica fue antes de nuestra llegada una cultura, y recordar las batallas de la conquista, que en ello consisti¨® el principio del llamado descubrimiento, matando indios a diestra y siniestra, tarea en la que nos sustituyeron los gringos a posteriori, justifica el enfrentamiento verbal mal expresado y a lo tosco en Fidel, pero no por su lenguaje po¨¦tico menos claro en Pablo Neruda o en las recientes alusiones de Octavio Paz al padre Las Casas, por citar unos ejemplos.
Sea cual sea la explicaci¨®n del hecho hist¨®rico, si queremos estrechar lazos con esa Am¨¦rica que se expresa en nuestra lengua y que siente el orgullo de Cervantes, de Quevedo, de Lope, de Calder¨®n..., hay que plantear la conmemoraci¨®n de otra manera.
"Reencuentro de culturas" creo que ha sido una expresi¨®n afortunada del rey Juan Carlos.
Cuando me sent¨ª formando parte de la n¨®mina de un premio en el que quienes lo otorgaban un¨ªan las palabras "Frente de Afirmaci¨®n Hispanista" con el nombre de Jos¨¦ Vasconcelos, uno de los pol¨ªticos m¨¢s importantes de la reciente historia de M¨¦xico, y premio en el que a?os anteriores a 1983, en que yo lo recib¨ª junto a Le¨®n Felipe, estaba Alfonso Cam¨ªn, Salvador de Madariaga y Jorge Luis Borges, comprend¨ª que s¨®lo une la cultura.
Las victorias militares de las que est¨¢ sembrada la historia dejaron siempre, adem¨¢s de un af¨¢n revanchista en los perdedores, caldo de cultivo para nuevas guerras, la huella del rencor, de la sangre, de la destrucci¨®n, de la muerte, aqu¨ª y m¨¢s all¨¢.
En 1487 la M¨¢laga en que vivo entr¨® a ser parte de la Corona de Castilla. Espa?a seda ya desde entonces la punta de Europa, pero quedaban, despu¨¦s de siglos de lo que llamamos ocupaci¨®n ¨¢rabe, la Alhambra en Granada, la Mezquita (le C¨®rdoba, la Alcazaba en M¨¢laga, el Alc¨¢zar en Sevilla...
Quedaba la huella de una cultura que nos ha marcado tanto que, cuando llega un mundo de turistas de los cinco continentes, esta muestra a¨²n en pie del arte es nuestro orgullo y lo que levanta oleadas de admiraci¨®n en quienes visitan Andaluc¨ªa, con caracteres tan ¨¢rabes toda ella todav¨ªa, con permiso de los Reyes Cat¨®licos.
Uno suplicar¨ªa no m¨¢s sones patrioteros. Los d¨ªas imperiales nuestros, como los de otros imperios que fueron, est¨¢n ah¨ª como muestra de una historia. Un d¨ªa surcan mares y oc¨¦anos tres carabelas con estandarte espa?ol en busca de otro mundo, un mundo desconocido lejano, cuando la distancia era un abismo, y el vendaval de la empresa llega a puerto, y se escribe una pagina m¨¢s de la historial.
Pero para abrazarnos a Francia en nuestra reciente entrada en Europa no hubiera sido l¨®gico mezclar diferencias econ¨®micas y choque de intereses dispares, con Bail¨¦n, el general Casta?os o la batalla de los Arapiles, que coronaba la expulsi¨®n de Napole¨®n de nuestro suelo, por muy orgullosos que estemos de esas p¨¢ginas de nuestra historia.
Para abrazar a Am¨¦rica hablemos en castellano de arte y literatura, de Picasso, de Diego Rivera, de Borges, de Alberti, de Bergam¨ªn, de Emilio Prados, de C¨¦sar Vallejo, de Juan Larrea, de Lorca, de Pablo Neruda, de Garc¨ªa M¨¢rquez, de Cort¨¢zar... La conmemoraci¨®n m¨¢s reciente ha sido la del Congreso de Intelectuales Antifascistas del a?o 1937, en plena guerra civil.
Pod¨ªa ahora o m¨¢s luego haberse celebrado un congreso intelectual y, hale, a discutir de lo humano y lo divino. Pero, como la man¨ªa es conmemorar, pues se celebra la conmemoraci¨®n de un congreso antifascista al que no quiere llamarse antifascista y en el que se trata por determinados intelectuales de desvirtuar todo lo que fue aquella hora y aquel ¨ªmportant¨ªsimo hecho hist¨®rico.
En aquel entonces, la cobarde actitud de las democracias europeas (l¨¦ase Comit¨¦ de No Intervenci¨®n) abandon¨® a la Espa?a democr¨¢tica en manos de la sublevaci¨®n militar que apoyaban el Gobierno fascista de Mussolini en Italia y el nazismo de Hitler en Alemania, y fue la URSS (Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovi¨¦ticas) el ¨²nico apoyo para resistir en aquel no visto preludio de la segunda guerra europea.
El episodio Gide en aquel congreso fue un tema inoportuno, como se dice ahora. No se pod¨ªa herir ni atacar a quienes eran ¨²nico baluarte de la democracia espa?ola. No era cosa de elegir amigos. No se ten¨ªa entonces otro amigo de verdad. Bergam¨ªn pidi¨® el silencio sobre el tema y obtuvo la un¨¢nime votaci¨®n del congreso, Malraux incluido. Vamos a no utilizar las conmemoraciones para desvirtuar hechos hist¨®ricos. Aunque se quite ahora la palabra, el congreso fue antifascista y, por supuesto, prosovi¨¦tico en lo que de agradecimiento ten¨ªa para el mundo intelectual la conducta rusa en la tragedia de Espa?a.
Conmemorar un congreso o utilizar un congreso de signo muy claro para hacer campa?a antisovi¨¦tica y pronorteamericana no es correcto.
Luego, sobre Fidel, sobre Reagan, sobre Nicaragua, sobre el Papa y Pinochet, el Papa y Polonia, la divisi¨®n entre intelectuales de dentro y fuera es abismal. Y, claro, Vargas Llosa reacciona en peruano; Wojtyla, en polaco, y Alberti, en espa?ol; en uno de tantos espa?oles que consumieron su vida lejos de su patria tras 40 a?os de una dictadura in¨²til, que dicen ha servido, con sus cientos de miles de muertos, para devolvernos la democracia. ?Qu¨¦ precio tan elevado y qu¨¦ sobrecogedora consecuencia!: que para vivir en democracia hayamos tenido que pasar por eso.
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