La risa
Seguramente hay muchos modos, a trav¨¦s del habla, de hacer amores y amistades, pero pr¨¢cticamente ninguna relaci¨®n perdura tanto como aquella que se va fundando al compartir la risa.A menudo, en la vida com¨²n los habitantes m¨¢s modestos de esp¨ªritu se constituyen en actores. Parecen gozar con fatigosas escenas en las que se representa la dicha suprema, la pasi¨®n incontrolable, el aut¨¦ntico amor. Nada es, sin embargo, m¨¢s cierto en la felicidad que lo que mueve a re¨ªr. La risa, en casi todas sus formas, da una idea muy acertada de la proporci¨®n humana. Ning¨²n animal, efectivamente, puede re¨ªr, pero en lo que es re¨ªr, en su escala, se cuenta la finita dosis de gozo que corresponde a este mundo.
Se duerme muy mal y se conduce peor creyendo que se puede sacar m¨¢s provecho del que se saca a una existencia determinada. Ser¨ªa otra existencia. Los tipos que acostumbran a tener tal creencia terminan sintiendo vah¨ªdos que reducen a¨²n m¨¢s sus limitadas opciones para vivir. El c¨¢lculo, sin embargo, m¨¢s seguro de que las cosas van mal es la escasez o la dificultad de la risa. Quien r¨ªe gobierna, distribuye, discierne, recrea, produce conocimiento, obtiene de s¨ª y de quien est¨¢ en su entorno un poder parecido al del complicado misterio de la hidr¨¢ulica.
En las tremendas escenas conyugales, en las formidables tragedias financieras, en las tinieblas del muladar. Toda arquitectura monumental queda arrasa da en el momento en que es posible levantar el indicio de una risa. He aqu¨ª el secreto de innumerables soluciones que no llegaron por falta de este indicio.
?cida o dulce, la risa, digo, es del orden de los fluidos y, en consecuencia, opera por disoluci¨®n del objeto a quien alcanza. Es as¨ª como resulta eficaz. Transforma desde la ra¨ªz a lo que afecta y nada es igual tras ella. No importa en tal sentido la duraci¨®n y la profundidad de la realidad precedente. La risa rebulle hasta los cimientos, edifica su propio relieve y, al cabo, su mejor residuo es, poco m¨¢s o menos, toda la felicidad que en este mundo dan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.