El toreo que se pierde
N¨²?ez / Ortega, Espartaco, LozanoCinco toros de Marcos N¨²?ez y segundo de Carlos N¨²?ez, sin trap¨ªo ni fuerza. Ortega Cano: pinchazo, metisaca que asoma por un costillar y descabello (silencio); estocada trasera tendida, rueda de peones y descabello; se le perdon¨® un aviso (oreja). Espartaco: bajonazo que asoma, tirando la muleta (silencio); estocada corta baja, rueda de peones y cuatro descabellos (ovaci¨®n y saludos). Fernando Lozano: bajonazo ?oreja con protestas); estocada ca¨ªda (oreja). Un individuo lo pase¨® a hombros. Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 31 de agosto. S¨¦ptima y ¨²ltima corrida de fer¨ªa.
Las plazas de cercan¨ªas a Madrid siempre fueron aliviadero de los aficionados madrile?os, que se desplazaban a calmar el s¨ªndrome de su afici¨®n, y aliviadero tambi¨¦n de las figuras, que lidiaban menos toro del que exige plaza tan principal como es la de las Ventas. All¨ª, en cercan¨ªas, las figuras se encontraban con el toro menor, que no sol¨ªa ser tan debilucho y tontorr¨®n como el de ahora. A veces, sin embargo, el toro menor sal¨ªa pastue?o y entonces las figuras aprovechaban la ocasi¨®n para hacer el toreo, todo el toreo, el gran toreo que a lo mejor no se atrev¨ªan a prodigar con el toro mayor. Este toreo puro es el que se pierde, porque ya no se ve casi nunca.
En San Sebasti¨¢n de los Rey es, ayer, estaban los aficionados de Madrid, estaban figuras cimeras de la actual torer¨ªa, y aunque sali¨® el toro menor tontorr¨®n, ni por esas se pudo ver el toreo de altos vuelos. Toreo de peque?os vuelos hubo, derechazos a manta, pases mil, ninguno acorde con la tauromaquia verdadera.
A eso que hubo en el coso de cercan¨ªas le llaman hoy toreo, pero no es toreo. Uno lleg¨® a ver el toreo concebido de otra forma: cruzado el matador en el cite, adelante el enga?o; traer toreado al toro, adelantar la pierna cuando entra en jurisdicci¨®n, embarcarlo en derredor de la suerte cargada; rematar ni largo ni corto, sino donde demande el tipo de codicia y de boyant¨ªa del animal, para no desbaratar la ligaz¨®n; y ligar, en efecto, el siguiente pase, ganando terreno. No el cite en l¨ªneas paralelas, fuera del carril; no la muletaza atr¨¢s y el piquito delante; no la pierna contraria escondida; no acompa?ando el viaje; no perdiendo un paso de terreno o incluso apretando a correr hasta perder la parcela entera; no el unipase.
De esta ¨²ltima forma se tore¨® ayer en San Sebasti¨¢n de los Reyes -y casi siempre en esta ¨¦poca. Con mayor aproximaci¨®n a la pureza del toreo Ortega Cano, que en su segundo toro templaba ce?ido los muletazos y los ligaba sin descomponerse; con abierta contraposici¨®n a la pureza del toreo Espartaco, cuya concepci¨®n del arte es bullir, correr, girar, arrodillarse, exagerar la nota; con sequedad castellana Fernando Lozano.
El p¨²blico abronc¨® la especie de rata sin cuernos que fue el primer torito y Ortega Cano lo liquid¨® de forma horrible. Despu¨¦s de hacerle Espartaco todo lo que sabe al pastue?ito segundo, result¨® que la gente se hab¨ªa quedado en ayunas y ni le aplaudi¨® siquiera. El quinto se revolv¨ªa con genio y Espartaco le plant¨® cara dominador y valiente, aguant¨® la incierta embestida y acab¨® someti¨¦ndola. Ese fue un interesante pasaje de la faena, que el propio diestro diluy¨® despu¨¦s con su propensi¨®n a convertir el toreo en trallazos.
M¨¢s suave lo interpret¨® Fernando Lozano y si no acababa de entusiasmar, fue por ajustarlo con fidelidad de catec¨²meno a los usos de la zafia tauromaquia que hoy se lleva. Por calentar el ambiente, incurri¨® en la temeridad de iniciar en mal terreno un pase de pecho de rodillas, y recibi¨® un ga?af¨®n que le rasg¨® la taleguilla. No hac¨ªa falta tanto. Le habr¨ªa bastado ajustar su toreo, con fidelidad de catec¨²meno, a la tauromaquia cl¨¢sica. Claro que a lo mejor no se la han ense?ado. Y es una pena, porque tiene ilusi¨®n y se le aprecian condiciones (te buen muletero. Su padre, Pablo Lozano, lo era -"la muleta de Castilla", le llamaban-, y seguro que no se le ha olvidado c¨®mo es aquello de parar-templar-mandar; y cargar la suerte, naturalmente.
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