"Si pudiera vivir de nuevo"
John Huston evoca sus rodajes m¨¢s dif¨ªciles, recuerda peleas y bromas y habla de sus hijos en una de sus ¨²ltimas entrevistas
En unas memorias escritas hace unos a?os, John Huston, uno de los ¨²ltimos grandes directores de cine de Hollywood, fallecido a los 81 a?os, dec¨ªa que en una nueva vida no se casar¨ªa por quinta vez, y pasar¨ªa m¨¢s tiempo con sus hijos. Pero ¨¦stos, como se desprende de esta entrevista, no le guardaron ning¨²n tipo de rencor, y estaban muy orgullosos de su padre. No fueron f¨¢ciles los ¨²ltimos tiempos de Huston, a causa de un enfisema pulmonar que le tortur¨® durante 40 a?os. Aunque casi inmovilizado al final, Huston termin¨® su pel¨ªcula Los muertos, y ten¨ªa previsto actuar en otra este a?o. Huston fue enterrado el martes en una ceremonia familiar en Hollywood.
Hace algunos a?os, en su autobiograf¨ªa (Libro abierto), John Huston hizo una breve lista de las cosas que har¨ªa de forma distinta si pudiera vivir de nuevo su vida:"Pasar¨ªa m¨¢s tiempo con mis hijos".
"Har¨ªa dinero antes de gastarlo".
"Aprender¨ªa los placeres del vino en vez de los de los licores fuertes".
"No fumar¨ªa cigarrillos cuando tuviera una neumon¨ªa".
"No me casar¨ªa por quinta vez".
Hace unas cuantas semanas, buscando atar algunos cabos perdidos en ese libro que m¨¢s que nada es un manifiesto, telefone¨¦ a John a la casa de su amigo el actor Burgess Meredith, en Malib¨².
Si antes Huston ten¨ªa casas no s¨®lo en Hollywood sino al parecer en todas las partes del mundo, incluyendo un castillo en Irlanda con caballos de carreras y una magn¨ªfica colecci¨®n de obras de arte, ahora se hab¨ªa visto reducido a un solo domicilio: un peque?o refugio en las afueras de Puerto Vallarta, M¨¦xico.
Y este refugio no ten¨ªa tel¨¦fono y era de tan dif¨ªcil acceso que cuesta trabajo creer que incluso ¨¦l pudiera llegar all¨ª (no hay ning¨²n camino que lleve al refugio y s¨®lo se puede acceder al mismo por barca, a menudo sobre aguas extremadamente agitadas).
En los ¨²ltimos tiempos, Huston no pod¨ªa realmente llegar all¨ª. Cuando hice el viaje, supe que los m¨¦dicos le hab¨ªan prohibido volver a su refugio. Porque lo cierto era que Huston, que ese mes cumpl¨ªa 81 a?os, no era un hombre que gozara de buena salud.
Con un enfisema pulmonar que le ha acompa?ado durante 40 a?os -y habiendo sufrido, seg¨²n me dijo Meredith, "todas las operaciones conocidas por el hombre y algunas m¨¢s"-, ahora, cuando hablo con ¨¦l, tiene un tubo de pl¨¢stico que le va desde la nariz hasta un dep¨®sito de ox¨ªgeno. No podr¨ªa prescindir de ese aparato m¨¢s de 20 minutos, porque se morir¨ªa. Incluso con ¨¦l se ve obligado con frecuencia a realizar esfuerzos para respirar.
"Todav¨ªa leo y oigo"
Cosa muy caracter¨ªstica de Huston: le preocupaba mucho menos su situaci¨®n que el efecto que pudiera causar a sus visitantes. "No me encuentro tan mal", me dijo alegremente. "Todav¨ªa puedo leer, y oigo perfectamente".
Hizo una pausa. "Poco a poco, todos renunciamos a una parte de nuestra libertad, y todos, de una u otra forma, nos convertimos en rehenes. Yo lo soy de esta m¨¢quina".
Luego, dando una palmada a su sill¨®n de ruedas, continu¨®: "Adem¨¢s, yo viajo; es una total vanidad por parte de las gentes decir que no querr¨ªan ser vistos en un sill¨®n as¨ª". Sus ojos buscan con una r¨¢pida mirada a su enfermera. "Y de cuando en cuando", a?ade con un conspiratorio regocijo, "si Maricela no est¨¢ mirando, intento subir las escaleras. Cuando consigo llegar arriba, me siento como si estuviera plantando una bandera, lo mismo que Hillary" [el conquistador del Everest].
En mitad de la batalla
Meredith me hab¨ªa dicho que visit¨® a Huston en su habitaci¨®n del hospital despu¨¦s de una reciente operaci¨®n circulatoria, y se lo encontr¨® fum¨¢ndose un puro. "Tuve realmente que luchar con ¨¦l para conseguir que se lo sacara de la boca", me hab¨ªa asegurado el actor. "Tiene menos sentido com¨²n y m¨¢s valor que ninguna otra persona que yo haya conocido.
Cuando estaba filmando La batalla de San Pietro, para el ej¨¦rcito, se paseaba literalmente en medio de la misma. La gente estaba siendo alcanzada a su alrededor, sus ayudantes hab¨ªan huido, y ¨¦l estaba all¨ª, parado all¨ª, solo, tomando im¨¢genes".
No nos equivoquemos: John Huston todav¨ªa estaba trabajando. Aunque ninguna compa?¨ªa de seguros habr¨ªa aceptado suscribir una p¨®liza sobre una pel¨ªcula suya, a menos que hubiera otro director a su lado, cuando visit¨¦ a John acababa de terminar su pel¨ªcula n¨²mero 41 -Los muertos, una adaptaci¨®n de Dublineses, de James Joyce, para la que escribi¨® el gui¨®n junto con su hijo Tony, y cuya protagonista es su hija Ang¨¦lica-
Y para este verano ten¨ªa el proyecto de actuar en una pel¨ªcula basada en el libro Theophilus North, de Thornton Wilder, siguiendo una notable tradici¨®n de los Huston. John hab¨ªa dirigido a su padre, el gran Walter Huston, en El tesoro de Sierra Madre, y en Theophil¨²s North, su hijo Dan le iba a dirigir, a ¨¦l.
Pregunt¨¦ a John si discutir¨ªa con Dan cuando, despu¨¦s de una escena, ¨¦ste le dijera: "Pap¨¢, no quiero que esto se haga de esa manera". La respuesta lleg¨® r¨¢pidamente: "No, a menos que Danny estuviera equivocado", dijo, "e incluso en ese caso yo no le dir¨ªa que lo estaba. Me limitar¨ªa a buscar la manera de que ¨¦l lo sugiriese y le demostrar¨ªa que efectivamente as¨ª era".
Advert¨ª a John que hab¨ªa hablado con sus hijos sobre la clase de padre que ¨¦l hab¨ªa sido. "?Oh, Dios!", pretendi¨® quejarse. Le dije severamente que era curioso que hubiera dicho eso -con Dios era exactamente con lo que Tony le hab¨ªa comparado-
A los 16 a?os, Tony hab¨ªa estado presente en el plat¨® de La Biblia, cuando su padre no s¨®lo dirig¨ªa la pel¨ªcula, sino que adem¨¢s representaba el papel de Dios y tambi¨¦n el de No¨¦ y el de la serpiente- "Hay algo de extra?o en ver al propio padre representar el papel de Dios, de No¨¦ y de la serpiente", me hab¨ªa dicho Tony. "Cuando ¨¦l dice 'no', seguro que ese 'no' le detiene a uno en su trayectoria".
Unas piernas largas
Huston se sonri¨® paternalmente. Me pregunt¨® qu¨¦ hab¨ªa dicho Danny. En lo que a Dan se refer¨ªa, le contest¨¦, la teor¨ªa hollywoodense de que los hijos de las personalidades famosas tienen, un mont¨®n de inseguridades carec¨ªa de fundamento. Dan me hab¨ªa dicho: "Utilizo su nombre de forma descarada, en cada oportunidad que tengo; estoy tan orgulloso de ser hijo suyo...".
Me estaba metiendo en un terreno delicado: John estaba sinti¨¦ndose inc¨®modo. R¨¢pidamente le record¨¦ que en una ocasi¨®n en que le preguntaron a sus hijos cu¨¢l hab¨ªa sido el regalo m¨¢s importante que les hab¨ªa hecho su padre, Tony replic¨® que era el regalo de no ser aburrido, y Danny dijo que era el regalo de la econom¨ªa: en la actuaci¨®n, en la direcci¨®n e incluso en la conservaci¨®n. Pero Ang¨¦lica les hab¨ªa superado a los dos con su respuesta: "Unas piernas largas", hab¨ªa contestado.
Huston se ri¨®. "Recuerdo cuando dirig¨ª a Angelica", dijo,cuando ella ten¨ªa 16 a?os, en una pel¨ªcula llamada Un paseo por el amor y la muerte, y luego no volv¨ª a dirigirla de nuevo hasta El honor de los Prizzi, cuando ya andaba en la treintena. Pero Ang¨¦lica tiene una habilidad especial, que yo s¨®lo he conocido en otra persona -mi padre-, para ser capaz de meterse y salirse de la piel de cualquier personaje. Mi padre pod¨ªa cambiar de un archiduque ruso a un trapero analfabeto; pero ¨¦l ten¨ªa toda una vida de experiencia. ?ngelica, incluso de ni?a, pod¨ªa ir de una sirvienta inglesa a una irlandesa o a una francesa, y sin que existiera el menor di¨¢logo yo pod¨ªa se?alar la diferencia".
"Y no nos olvidemos de mi hija Allegra", a?adi¨® John. Le dije que no sab¨ªa nada de Allegra -era dif¨ªcil mantener en el secreto a hijos suyos- "Bueno", dijo con toda naturalidad, "Tony y ?ngel son hijos de mi cuarta esposa, la bailarina Ricki Soma, que muri¨® en un accidente de autom¨®vil. Pero hab¨ªamos estado separados por espacio de 10 a?os. Durante ese tiempo tuve a Danny con Zoe Sallis -quien hac¨ªa el papel de Agar en esa pel¨ªcula, La Biblia-, y al mismo tiempo Ricki tuvo a Allegra con otro hombre. Pero la quiero tanto como a cualquiera de mis propios hijos, y estoy igual de orgulloso de ella. S¨®lo tiene 23 a?os,. pero ya es jefa de edici¨®n (?o directora de un peri¨®dico, de una editorial, o redactor jefe?) en Londres. Obtuvo dos licenciaturas superiores en Oxford; nunca he o¨ªdo hablar de un estadounidense que las haya obtenido".
John abandon¨® los estudios en el d¨¦cimo curso. Le pregunt¨¦ si sent¨ªa haberse perdido algo al no haber ido a la universidad. Se qued¨® pensativo un momento. "Pienso que perd¨ª el sentido de la continuidad hist¨®rica", dijo. "Hay lagunas en mi conocimiento de la historia que creo no ser¨ªan tan grandes como lo son". Hizo una pausa. "He le¨ªdo m¨¢s que la mayor¨ªa de los profesores".
Aunque el padre y la madre de John se divorciaron cuando ¨¦l ten¨ªa seis a?os, sigui¨® estando pr¨®ximo a su madre, que era periodista, y tambi¨¦n extraordinariamente pr¨®ximo a su padre. "Est¨¢bamos tan pr¨®ximos", dijo sosegadamente, "como un padre y un hijo pueden estarlo. Cuando fui creciendo, nuestro juego favorito consist¨ªa en ver si ¨¦ramos capaces de hacer re¨ªr a otra persona mientras nosotros nos esforz¨¢bamos para no re¨ªmos. A veces resultaba un juego muy dif¨ªcil, pero siempre termin¨¢bamos ri¨¦ndonos a carcajadas".
El mejor y el m¨¢s amable
"Veo El tesoro en televisi¨®n una y otra vez", afirm¨®, "y todav¨ªa se me mueven las caderas cuando veo a mi padre bailando esa danza de triunfo. Y cuando escucho September song me vuelvo loco. Cuando mi padre cantaba esa canci¨®n en Knickerbocker Holiday, los aplausos que recib¨ªa eran los que m¨¢s han interrumpido las representaciones en la historia de Broadway".
"Recuerdo lo que dijo Spencer Tracy en el funeral de mi padre: 'No hay nada extra?o en ser el mejor en una profesi¨®n. Alguien tiene que serlo. Pero s¨ª hay algo extra?o si sucede que el mejor es tambi¨¦n el m¨¢s amable".
El joven John no tuvo en modo alguno un ¨¦xito inmediato en todo lo que intent¨®. Trabaj¨® de reportero, por ejemplo -un puesto que le consigui¨® su madre- y en el que, afirm¨®, "yo era horrible", lo mismo que en los intentos que hizo de llegar a pintar. "No pod¨ªa hacer dinero con eso", dijo de la pintura.
Intent¨® el boxeo, en cuya habilidad su combate m¨¢s memorable tuvo lugar en la casa de David O. SeIznick. Su oponente no era otro que Errol Flynn.
"Errol dijo algo sobre una mujer por la que yo hab¨ªa estado muy interesado, y me puse furioso", recuerda Huston.-"Esto es mentira"', le dije, e incluso si no lo fuera, solamente un canalla lo repetir¨ªa'.
Peleamos fuera, en el camino de entrada de la casa de SeIznick, que estaba bien iluminado porque, como la fiesta se acab¨®, todo el mundo encendi¨® los faros de sus autom¨®viles".
"Fui noqueado casi de inmediato, pero me levant¨¦ de nuevo y peleamos durante cerca de una hora, furiosos y grit¨¢ndonos mutuamente, pero respetando estrictamente las normas del marqu¨¦s de Queensberry -no hubo ni un solo golpe il¨ªcito- Luego fuimos a un hospital distinto, y a la ma?ana siguiente Errol me llam¨® por tel¨¦fono, deseoso de saber c¨®mo me encontraba. Le dije que estaba bien y que hab¨ªa disfrutado a fondo la pelea. Me dijo que ¨¦l tambi¨¦n, y que esperaba que pudi¨¦ramos pelear pronto de nuevo".
Salen los generales
Aates de que acabara la II Guerra Mundial, Huston hab¨ªa dirigido dos pel¨ªculas de mucho ¨¦xito, El halc¨®n malt¨¦s y Al otro lado del Pac¨ªfico. Pero igualmente memorables y m¨¢s importantes para ¨¦l fueron los documentales que hizo durante la guerra para la Divisi¨®n de Servicios Especiales .
Uno de ellos fue La batalla de San Pietro. Supuestamente realizado para infundir ¨¢nimos a las tropas estadounidenses en la dif¨ªcil campa?a italiana, contaba la historia de un ataque temerario sobre una posici¨®n alemana virtualmente inexpugnable.
Era tan ferozmente gr¨¢fico que, cuando se les mostr¨® a los generales, uno detr¨¢s de otro "en orden de graduaci¨®n", recordaba con iron¨ªa John-, se salieron de la sala de proyecci¨®n. Posteriormente, por orden del propio general George C. Marshall, se proyect¨® la pel¨ªcula, pero todav¨ªa sin lo que Huston considera como su mejor escena.
"Me hab¨ªa entrevistado con algunos soldados antes del ataque, pregunt¨¢ndoles por qu¨¦ luchaban", dijo, "y despu¨¦s volvieron de la monta?a; pusieron los muertos, metidos en sacos, en sus ata¨²des. Cuando los alzaba el destacamento que hab¨ªa de enterrarlos, enfoqu¨¦ la c¨¢mara sobre las caras de cada uno de los muertos, y luego dije en voz alta Io que cada soldado me hab¨ªa dicho".
Otro documental fue Let there be light (H¨¢gase la luz), pensado para mostrar c¨®mo pod¨ªan restablecerse los soldados que se hab¨ªan derrumbado mentalmente. "Fim¨¦ todo", dijo John tranquilamente, "incluso la terapia por electrochoque, que entonces era tan brutal. El paciente pod¨ªa arquear su cuerpo tan violentamente que se necesitaban cinco personas para sujetarle y evitar que se rompiera la espalda. Al mismo tiempo, el hombre as¨ª tratado emit¨ªa un sonido -una especie de chillido primitivo- que era absolutamente enervante. En cualquier caso, ese documental nunca lleg¨® a George Marshall, y estuvo arrinconado durante 35 a?os".
John y yo estuvimos hablando de los tiempos del Big Studio. Le pregunt¨¦ por qu¨¦ no hab¨ªa hecho m¨¢s comedias. "La verdad es que no distingo entre tragedia y comedia", dijo. "Me gusta mezclarlas. La gente siempre habla de la gran calidad tr¨¢gica de (Eugene) O'Neill. Bien, existi¨® siempre en ¨¦l, adem¨¢s, un elemento humor¨ªstico".
Una cosa es cierta. Hubiera o no humor en el gui¨®n, siempre hubo humor en el plat¨® cuando Huston estaba en ¨¦l. "Al empezar La Reina de ?/rica", dijo, "tanto Bogey [Humphrey Bogart] como yo le tom¨¢bamos el pelo inmisericordemente a Katie Hepburn. Fing¨ªamos estar escandalosamente bebidos cada noche cuando ella ven¨ªa a vernos, y conseguimos enga?arla. durante bastante tiempo. Pero cuando descubri¨® lo que est¨¢bamos haciendo se divirti¨® mucho con la broma".
"Por lo que se refiere a La noche de la iguana", sigui¨® John, "se me hab¨ªa advertido tanto de los problemas que iba a tener en el plat¨® con esa gente que hab¨ªa comprado cinco derringers (pistolas de bolsillo de gran calibre) sobredoradas. Les present¨¦ solemnemente a Elizabeth (Taylor) y a Richard (Burton) y a Ava (Gardner) y a Deborah (Kerr) y a Sue Lyon. Les record¨¦ que cada pistola ven¨ªa con cuatro balas doradas -cada una de ellas con el nombre de uno de los otros cuatro posibles receptores de las mismas-".
La pel¨ªcula m¨¢s dif¨ªcil
"La pel¨ªcula m¨¢s dif¨ªcil de todas las que he filmado fue Moby Dick. En uno de nuestros momentos m¨¢s bajos, cuando todo el mundo se equivocaba y nos encontr¨¢bamos todos a bordo del Pequod, vi c¨®mo ven¨ªa a nosotros un gran transatl¨¢ntico; le dije a Greg Peck y a todos los dem¨¢s que se echaran al suelo y se hicieran los muertos. El transatl¨¢ntico lleg¨® a unos 90 metros de nuestro barco. Pudimos ver a muchas personas que nos se?alaban y o¨ªr sus gritos. Se cre¨ªan que ¨¦ramos un barco fantasma. Luego, en el momento en que empezaron a bajar un bote salvavidas para venir a investigar, todos nos pusimos en pie y agitamos las manos".
John admit¨ªa en su autobiograf¨ªa que incluso fuera del plat¨® pod¨ªa ser incorregible. En una ocasi¨®n, durante la proyecci¨®n en Durango (M¨¦xico) de Los que no perdonan ("La ¨²nica pel¨ªcula de las que he hecho que realmente no me gusta", dec¨ªa Huston), ¨¦l y uno de sus amigos, el yoquei Billy Pearson, decidieron divertirse un poco con el hecho de que en M¨¦xico estaba a punto de celebrarse un importante torneo de golf con un mont¨®n de celebridades internacionales.
"Billy y yo compramos miles de pelotas de pimp¨®n", contaba, "y la noche antes de que comenzara el torneo nos la pasamos hasta la madrugada escribiendo en ellas palabras obscenas. Fuimos muy creativos y nada discriminatorios con nuestros tacos, que escribimos tanto en ingl¨¦s como en espa?ol. A la ma?ana siguiente alquilamos una avioneta y cuando todo el mundo se encontraba en el campo de golf, volamos sobre los agujeros y descargamos todas las pelotas. Fue un triunfo. Posiblemente nadie pudo localizar su bola y tuvieron que suspender el torneo".
Llego finalmente a los matrimonios de John. "He estado casado cinco veces", me cont¨® tranquilamente, "como creo que ya he dicho antes. Mis mujeres constitu¨ªan un variado surtido. Hubo una colegiala, una gran dama, una actriz de cine, una bailarina y un cocodrilo".
Hizo una pausa. "Para los dos primeros divorcios ech¨¦ la culpa a quien correspond¨ªa: a mis propios defectos. Y lo mismo para el quinto. Pero para el tercero, no; yo no se lo propuse a Evelyn Keyes, ella fue la que me lo propuso a m¨ª".
Nueva, pausa. "Adem¨¢s, consigui¨® toda mi colecci¨®n de arte precolombino. Ya ten¨ªa la mitad, y un d¨ªa, cuando llegu¨¦ all¨ª, le dije que toda la colecci¨®n deb¨ªa estar bajo el mismo techo y que deb¨ªamos echarla a cara o cruz. Lo hicimos as¨ª, maldita sea, y gan¨® ella".
?Hab¨ªa estado alguna vez realmente enamorado durante un largo per¨ªodo de tiempo? Huston asinti¨® con la cabeza. "Su nombre es -o era entonces-Marietta Fitzgerald", dijo.
"La conoc¨ª durante la guerra y me enamor¨¦ de ella. Todav¨ªa hoy es la, mujer m¨¢s bella y deseable que he conocido". Le pregunt¨¦ que por qu¨¦ no se hab¨ªa casado con ella; yo sab¨ªa que Marietta hab¨ªa dicho que Huston ten¨ªa m¨¢s poder y magnetismo que cualquier otro hombre de los que hab¨ªa conocido. "Cuando la conoc¨ª", replic¨® John, "ya estaba casada. Y luego me cas¨¦ yo, y despu¨¦s, cuando ambos volvimos a ser libres, no me quiso. Adem¨¢s, me dijo que yo habr¨ªa sido el perfecto marido de haber podido tener un har¨¦n".
"Hice que actuara en Vidas rebeldes", sigui¨® diciendo, "o m¨¢s bien fue Clark Gable quien lo hizo. Marietta hab¨ªa venido a verme en el plat¨®, y me salv¨® la vida. Todo hab¨ªa estado yendo fatal. Marilyn Monroe estaba bien desde el lunes al mi¨¦rcoles, pero andaba con los barbit¨²ricos y desde el jueves no pod¨ªa sacar de ella ning¨²n resultado. De manera que la envi¨¦ a casa y volvi¨® el lunes siguiente, magn¨ªfica otra vez para tres d¨ªas".
"Cuando lleg¨® Marietta, Clark hab¨ªa estado entrevistando a algunas actrices para un peque?o papel. En el mismo momento en que vio a Marietta, dijo: '?sta es la que quiero'. Le dije: que Marietta no hab¨ªa actuado en toda su vida, pero eso no le detuvo -nada deten¨ªa nunca a Clark- y ella consigui¨® el papel".
Hablamos unos momentos sobre su pel¨ªcula reci¨¦n acabada, Los muertos. De repente, John esboz¨® una sonrisa. "?Sabe usted c¨®mo me gustar¨ªa morirme?", me pregunt¨®. "Como el t¨ªo Alec. Un d¨ªa, cuando Alec estaba muy enfermo, son¨® el timbre en la puerta de la casa y mi t¨ªa fue a abrir. Volvi¨® a subir las escaleras y dijo a Alec que era una prima que hab¨ªa venido a verle. 'Dile que me niego a verla', respondi¨® Alec. 'Es un rollo. No voy a desperdiciar con una pelma ni un minuto del tiempo que me queda". John. hizo una pausa, evidentemente saboreando la historia.
Una imperTinencia
"Al o¨ªr esto, mi t¨ªa se puso muy enfadada con Alec. Le dijo que su prima hab¨ªa hecho un largo camino para verle,y que ¨¦l ten¨ªa que: ser educado y dejar¨ªa entrar y verla. Pero Alec fUe inflexible. 'Dile que me he muerto', le sugiri¨®. Mi t¨ªa se neg¨® a ello. 'Si eso fuera cierto', se?al¨®, 'yo se lo habr¨ªa dicho cuando lleg¨® a la puerta'. 'Bueno, entonces', dijo Alec, cargado de raz¨®n,?por qu¨¦ no le dices que me acabo de morir y que no te has enterado hasta que volviste?-.
"Mi t¨ªa tampoco quiso saber nada de esto. 'Ella querr¨ªa entonces subir y verte', predijo. 'D¨¦jala subir', replic¨® Alec. 'Me har¨¦ el muerto'. 'No puedes', dijo mi t¨ªa. 'No puedes contener la respiraci¨®n durante todo ese tiempo'. 'Ponme a prueba', contest¨® Alec".
"Y eso exactamente", concluy¨®.John, sonriendo ahora de oreja a oreja, "fue lo que Alec hizo. Su prima entr¨® y, ¨¦l permaneci¨® completamente inm¨®vil, con los ojos medio cerrados y reteniendo la respiraci¨®n. La prima nunca supo la verdad, y Alec se muri¨® realmente unas semanas m¨¢s tarde".
"Me gustar¨ªa ver de nuevo a Alec", dijo con calma Huston, pero no hago conjeturas. La verdad es que no profeso ninguna creencia en cualquiera de los sentidos ortodoxos; del t¨¦rmino. Me parece a m¨ª que el misterio de la vida es demasiado importante y demasiado grande y demasiado profundo como para que hagamos otra cosa que no sea asombrarnos de ¨¦l. Por lo que a m¨ª respecta, cualquier otra cosa ser¨ªa una impertinencia".
Babelia
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