Un populismo perdido
Esta obra tiene 10 a?os, m¨¢s si se toma como antecedente Anarchia 36, de uno de sus autores, Jer¨®nimo L¨®pez Mozo, cronic¨®n tambi¨¦n de la Espa?a de la primera mitad del siglo. Si se hubiera estrenado en su tiempo, hubiera podido iniciar una l¨ªnea de teatro populista, de recambio de p¨²blico, que hoy estar¨ªa dando frutos mejores (incluyendo a estos mismos autores), sin necesidad de recurrir a los or¨ªgenes y en condiciones de rareza, o de arqueolog¨ªa. Pero se apost¨® por otra cosa -o en contra de esta cosa- en el teatro dirigido, y la veta popular sigue descuidada. Como reses tendr¨¢ siete ¨²nicas funciones en una sala madrile?a reci¨¦n abierta, con buena voluntad, pero sin condiciones reales para espect¨¢culos grandes, sofocante de calor, con sillas torturadoras para la duraci¨®n de la obra (casi tres horas). El texto y la acci¨®n han sido comprimidos en ese espacio peque?o y con esa restricci¨®n y una compa?¨ªa que, por numerosa, no se concuerda y tiene que dejar frases importantes en voces de algunos actores de poca calidad, est¨¢ muy lejos de la idea de lo que pudo ser un gran fresco que evocase la historia de Espa?a vista desde el pueblo -emparentada, f¨ªsica y simb¨®licamente, con un matadero-, desde la guerra de ?frica hasta la derrota de ese pueblo en la guerra civil.Aparte de esas condiciones externas, la pieza en s¨ª tiene un cierto aroma a naftalina. Escrita en una ¨¦poca en la que se so?aba con Brecht, el tono ¨¦pico, las secuencias breves, las canciones distanciadoras, han perdido parte de su valor, o se?alan demasiado visiblemente la fecha pret¨¦rita. El contenido pol¨ªtico es muy did¨¢ctico, muy explicativo y, sin embargo, se queda en punto hist¨®rico muy lejano de nosotros, como es el final de la guerra civil (lo que continu¨® en la historia es trascendental). Siguen teniendo sus propiedades los llamamientos a la unidad, a la definici¨®n de enemigo de clase, y aumenta, ahora impl¨ªcitamente, la importancia de la decepci¨®n. Los temas de derechos de la mujer o de defensa de la homosexualidad est¨¢n ya desbordados por otras conquistas y otras luchas.
Como reses
De Jer¨®nimo L¨®pez Mozo y Luis Matilla. M¨²sica y canciones de Luis Mendo y Bernardo Fuster. Int¨¦rpretes: Antonio Duque, Luis Hostalot, Marina Simonet, Clara Sanch¨ªs, Javier Blanco, Ra¨²l Pazos, Miguel A. S¨¢nchez, Antonio Manso, Jos¨¦ Luis Muga, Gloria Mu?oz, Fernando Sotuela, Juli¨¢n Rodr¨ªguez, Mar¨ªa Molero, Gabriel Latorre, Fernando Melgosa, Alberto de Miguel, Margarita Gonz¨¢lez, Ram¨®n Pilaces, Yolanda Monreal, Tom¨¢s Penco. Escenografia: Albahaca. Vestuario: Maite Alvarez. Direcci¨®n: Antonio Malonda. Sala Galileo (Los Veranos de la Villa), 31 de agosto.
. Aun as¨ª, llega al p¨²blico, incluso descontando los entusiasmos de amigos y compa?eros que abarrotaban la sala. Encuentran en ella sus afinidades pol¨ªticas y populares, aunque tengan ahora otro ¨¢mbito. Es aleccionador que aplaudan m¨¢s que nada las canciones (la m¨²sica y las letras est¨¢n adaptadas por Mendo y Fuster) y a sus int¨¦rpretes (Marina Simonet y Javier Blanco), remedo de Cabaret; es interesante en el sentido de que el p¨²blico joven -la inmensa mayor¨ªa- premiara el humor, la iron¨ªa y la alusi¨®n a lo directamente dram¨¢tico.
Antonio Malonda ha montado la obra con un excepcional sentido del aprovechamiento de un espacio exiguo y sin recursos para una serie de acciones cambiantes (la escenograf¨ªa verista es del estudio de teatro Albahaca), y da muchas veces movimiento y aire a los grupos. No ha podido resolver la sucesi¨®n de escenas; acude al juego del oscuro y cambio de luces con demasiada insistencia. Tampoco consigue dar unidad a la compa?¨ªa, en la que Paco Casares, Luis Hostalot y Gloria Mu?oz llevan muy bien los papeles principales, y hay algunos otros atisbos -el discurso de Alberto de Miguel, algunas intervenciones de Margarita Gonz¨¢lez-, ayudan a salir del esquematismo de personajes de cart¨®n piedra, en parte por la escritura, en parte por falta de afinaci¨®n actoral.
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