Sonrisas alemanas
EL M?XIMO dirigente de la RDA, Erich Honecker, ha concluido la parte pol¨ªtica esencial de su viaje a Alemania Occidental: las conversaciones en Bonn con el canciller Kohl -12 horas en total y cinco a solas-; con el presidente de la Rep¨²blica, Weiszacker; con los l¨ªderes de los diversos partidos. Todo ha transcurrido en un clima de franqueza y cordialidad, y, seg¨²n comentarios occidentales, se han cumplido las expectativas m¨¢s optimistas.Una palabra sirve de leitmotiv para caracterizar este viaje: realismo. Realismo que se ha materializado, en primer lugar, en la superaci¨®n de formalismos anacr¨®nicos, de ra¨ªz ideol¨®gica. Con los honores militares, el himno, la bandera, el recibimiento de Honecker ha supuesto reconocer a la RDA, aunque en t¨¦rminos diplom¨¢ticos tal reconocimiento no exista. Es doblemente significativo que esto lo haya hecho un canciller democristiano. Hace no muchos a?os hubiese sido inimaginable. Por su parte, Honecker ha aceptado que Berl¨ªn Oeste sea incluido en los tratados sobre seguridad de las centrales nucleares, cooperaci¨®n cient¨ªfica y protecci¨®n del medio ambiente, firmados en Bonn por la RDA y la RFA. No han sido gestos superficiales. Detr¨¢s de la negativa a asumir la realidad de la RDA o de Berl¨ªn Oeste anidaba el deseo, o la esperanza, de imponer cambios radicales en el status surgido de la II Guerra Mundial. Esas "hachas de guerra" han sido enterradas.
Realismo ha sido asimismo, por ambos lados, la actitud de no esconder las profundas diferencias, pero poniendo en primer plano las cuestiones en las que la cooperaci¨®n es posible, y que afectan a la vida diaria de los alemanes. Kohl se refiri¨® al muro, a las violaciones de derechos humanos. Honecker dijo que socialismo y capitalismo son tan incompatibles como el agua y el fuego. Pero el resultado de las conversaciones, seg¨²n el comunicado conjunto, se traducir¨¢ en un incremento del turismo, de los intercambios de j¨®venes, de los hermanamientos entre ciudades de un lado y otro de la frontera. Ya ahora el ritmo de las visitas al Oeste de alemanes del Este en edad de estudio o trabajo alcanza el mill¨®n al a?o, adem¨¢s de una cifra superior de jubilados. Se intensificar¨¢ la cooperaci¨®n econ¨®mica y en los diversos terrenos cubiertos por los tratados firmados durante la visita de Honecker.
Esta visita de Honecker, sin precedente, no ha dado lugar a ning¨²n acuerdo espectacular. Normaliza y consolida unas relaciones que se han venido tejiendo en diversos terrenos en los ¨²ltimos a?os. Ser¨¢ seguida de otras visitas, ya que las invitaciones para que Kohl y Weiszacker visiten la RDA han sido aceptadas, si bien a¨²n sin fechas. Pero el impacto del viaje en la mente de millones de alemanes, que lo siguen en la Prensa y la televisi¨®n, desborda sin duda el ¨¢mbito de los resultados concretos de los encuentros oficiales, porque ayuda a borrar la imagen de "pa¨ªs enemigo" atribuida, en uno y otro lado, durante mucho tiempo a la otra Alemania. En ese sentido, un diplom¨¢tico de alto rango de la RFA ha podido hablar de "cambio cualitativo" en las relaciones entre ambos Estados.
Esta visita no se puede encerrar en un marco exclusivamente alem¨¢n. Ha sido posible gracias al clima m¨¢s positivo que se ha creado en los ¨²ltimos tiempos entre el Este y el Oeste y a la nueva orientaci¨®n de la pol¨ªtica sovi¨¦tica. Y cabe esperar que, a su vez, tenga ciertos efectos positivos para impulsar el proceso distensivo. Es significativo que, en su comunicado com¨²n, la RFA y la RDA muestren su satisfacci¨®n por el tratado en ciernes sobre eliminaci¨®n de Europa de los misiles nucleares de alcance medio. Hace un mes, ese tema hubiese provocado un conflicto dur¨ªsimo. Se entiende ahora mejor por qu¨¦ Kohl tuvo que hacer un viraje en el tema de los 72 Pershing 1A. Necesitaba evitar una fricci¨®n aguda en la que, adem¨¢s, la posici¨®n de Honecker hubiese coincidido con la de casi todos los occidentales.
Es inevitable, a la luz de la historia de Europa del ¨²ltimo siglo, que surjan recelos en diversos pa¨ªses europeos ante cualquier paso que parezca encaminado hacia una posible reunificaci¨®n alemana. Pero ?puede suscitar ese recelo la imagen de Kohl y Honecker hablando juntos como jefes de dos Estados distintos? Con acierto han destacado comentaristas franceses que si algo ha dejado claro este viaje, es la existencia, y para mucho tiempo, de dos Alemanias. Es dif¨ªcil encontrar motivo de preocupaci¨®n en el hecho de que sus relaciones se hagan m¨¢s estables y distendidas.
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