Chile: catorce a?os despu¨¦s
Me parece importante retomar la historia nacional chilena para entender las alternativas actuales de un pa¨ªs del que Sim¨®n Bol¨ªvar dec¨ªa que "si alguna rep¨²blica permanece largo tiempo en Am¨¦rica, me inclino a creer que ser¨¢ la chilena, pues jam¨¢s se ha extinguido all¨ª el esp¨ªritu de la libertad". Bien cierto es -y un breve recorrido por los tramos fundamentales del devenir chileno lo ense?a- que sus habitantes alcanzaron un tan infrecuente grado de cultura pol¨ªtica que, consciente o subconsciente, cada votaci¨®n se transform¨® siempre en una ense?anza sobre el acople de las necesidades propias y el rumbo hist¨®rico que predomina en todo el mundo. Hasta el golpe de Augusto Pinochet, Chile ofreci¨® con Allende la alternativa a la construcci¨®n pac¨ªfica del socialismo con la misma madurez con que antes afront¨® la in¨¦dita v¨ªa de la revoluci¨®n en libertad encarnada en la Democracia Cristiana, o en 1938 se entreg¨® en manos del ¨²nico Frente Popular con ¨¦xito en todo el globo terr¨¢queo o en 1952 balance¨® la vecindad de varios autoritarismos con uno propio, hecho a la medida de su mediocre coyuntura hist¨®rica.Chile confi¨®, en septiembre de 1970 y en abril de 1971, en un hombre que fue cuatro veces candidato presidencial dentro del sistema con la consigna inequ¨ªvoca de hacerlo pedazos. Pero Salvador Allende no se embarc¨® en una f¨®rmula ajena para alumbrar otras situaciones; en su primer mensaje al pueblo, en el abarrotado Estadio Nacional de Santiago, el compa?ero presidente exhum¨® un olvidado pasaje de Federico Engels: "Puede concebirse la evoluci¨®n pac¨ªfica de la vieja sociedad hacia la nueva en los pa¨ªses donde la representaci¨®n popular concentra en ella todo el poder; donde, de acuerdo con la Constituci¨®n, se puede hacer lo que se desee desde el momento en que se tiene tras de s¨ª a la mayor¨ªa de la naci¨®n". As¨ª dio los primeros pasos hacia lo que se llam¨® la "v¨ªa chilena hacia el socialismo".
Lo de Allende no era, en manera alguna, tozudez. Era profunda convicci¨®n, con un cierto tono tanto de espa?ola suficiencia como de chilena prioridad. Por esa raz¨®n ese pragm¨¢tico, que muchas veces en privado confes¨® cierta a?oranza por el buen vino, ni siquiera daba muestras de irritaci¨®n cuando se somet¨ªa a los escuderos de la teor¨ªa y a sus implacables microscopios: "?Que no se puede instaurar el socialismo sin movilizaci¨®n de las masas? Pues d¨¦jennos probar. Por ah¨ª resulta que hasta podemos dar vuelta a la teor¨ªa y demostrar que es posible. Ser¨ªa una contribuci¨®n, m¨¢s de Chile al progreso de la humanidad, ?no es cierto?". Allende sigui¨® adelante con su ensayo, dichosamente falto de rigidez y carente de formulismos; el primer tramo del test transcurri¨® as¨ª por la v¨ªa paralela de dar lo suficiente a las clases sumergidas sin ensoberbecerlas ni llevarlas hasta la exigencia, y aislar a la derecha y a los ultras, los ¨²nicos que pod¨ªan contrarrestar por la fuerza de los sables el rumbo de su Gobierno.
El 11 de septiembre har¨¢ 14 a?os -i14 a?os!- que sucedieron las cosas. En esa fecha, la Junta Militar -integrada por los comandantes en jefe de? ej¨¦rcito, fuerza a¨¦rea, carabineros y Marina, que eran, respectivamente, los generales Augusto Pinochet, Gustavo Leigh Guzm¨¢n, C¨¦sar Mendoza y el almirante Jos¨¦ Toribio Merino- asesin¨® a Salvador Allende, liquid¨® la vigencia institucional de todos los partidos pol¨ªticos, termin¨® con los cuerpos deliberativos (Parlamento, concejos comunales), devolvi¨® a sus antiguos propietarios casi un centenar de grandes monopolios que durante la gesti¨®n allendista integraron el ¨¢rea social de la econom¨ªa, emul¨® y hasta super¨® la tiran¨ªa paraguaya en materia de censura de Prensa, anunci¨® y decret¨® una revisi¨®n de la situaci¨®n de la gran miner¨ªa de cobre, industria que representa para Chile el 80% de sus ingresos; llen¨® los estantes y escaparates con art¨ªculos esenciales que s¨®lo pod¨ªan comprarse en el mercado negro o despu¨¦s de prolongadas colas en los almacenes del pueblo, al tiempo que decretaba alzas en los precios al consumidor del 1.000%; orden¨® y mantuvo el toque de queda, llen¨® las c¨¢rceles con presos pol¨ªticos, us¨® los estadios deportivos e islas australes para tal fin y emple¨®, en fin, la ley de fugas con mayor frecuencia, todav¨ªa, que las ejecuciones oficiales. Por supuesto que se gan¨®, moment¨¢neamente, el apoyo de las clases media y alta, desesperadas con el andamiaje econ¨®mico allendista.
S¨ª, esa clase media fue una de las claves del drama. El Gobierno de Unidad Popular la fue colocando, en los hechos, en una vereda de enfrente cada vez m¨¢s lejana. Es seductora la tesis seg¨²n la cual el fallo esencial del allendismo consisti¨® en no haber definido correctamente la etapa abierta el 4 de septiembre de 1970. Tal tesis afirmaba que ese tramo era aquel en que debieron haberse liquidado las tareas imperialistas -reinversi¨®n interna, instalaci¨®n de plantas que permitiesen industrializar y comercializar las materias primas b¨¢sicas-, lo que implicaba definir la etapa como revoluci¨®n nacional burguesa. Pero para concertarla hac¨ªa falta tener un poder que jam¨¢s tuvo el Gobierno de Salvador Allende. Es cierto tambi¨¦n que de haber. sido posible instrumentar una t¨¢ctica de ese tipo, la clase media no habr¨ªa sido enga?ada por el temor de ver a Chile convertida en la segunda Cuba de Latinoam¨¦rica. En vez de eso consigui¨® transformar a Chile en la primera y mayor c¨¢rcel de Am¨¦rica.
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